Cuando revisamos la Historia y sobre todo la de nuestra
Patria, nos encontramos con grandes ejemplos en nuestros patriotas, ejemplos que
son dignos de contemplar y de reflexionar sobre ellos, porque son sumamente válidos
para nuestros tiempos, tanto a nivel personal como a nivel de Nación. Es decir,
recordar la Historia, saber cómo sucedieron las cosas, es imprescindible para
vivir el presente de cara a Dios y construir un futuro de paz, basados en la
Ley de Dios. ¿Qué nos enseña la Historia? La Historia nos enseña que el General
Belgrano, antes de la Batalla del Campo de las Carreras, se encomendó a la
Virgen, porque él era muy devoto y piadoso y le pidió que, si era la Voluntad
de Dios, el resultado fuera favorable al Ejército criollo. Si las fuerzas
patriotas vencían en la Batalla, el General le prometió a la Virgen que le
daría el bastón de mando y la nombraría Generala del Ejército Argentino. La Batalla,
como todos sabemos, fue favorable al Ejército patriota y el General Belgrano
cumplió su promesa, dándole el bastón de mando y nombrándola Generala del
Ejército Argentino.
La victoria de la Batalla del Campo de las Carreras fue muy
importante estratégicamente para la Independencia argentina, porque afianzó a
las fuerzas criollas en el Norte, desalojando al enemigo. Fue una batalla
convencional, con armas de fuego, en un lugar determinado llamado “Campo de las
Carreras” y lo que estaba en juego era algo muy importante, la Independencia de
la Nación Argentina. Por Providencia de Dios, tuvimos un General que no solo
era competente en lo que hacía, sino que además y sobre todo, era piadoso y muy
devoto de la Virgen. Por esa razón, los argentinos debemos estar orgullosos de
tener un prócer como el General Belgrano.
De todo este suceso, nosotros, los argentinos del siglo XXI –y
los de los siglos venideros- debemos tratar de imitar a nuestro prócer, el
General Belgrano, en su piedad y en su devoción mariana, en su amor
incondicional a la Virgen, toda vez que, en nuestros tiempos, también estamos
enfrascados en una lucha. ¿De qué lucha se trata? No es una lucha contra
nuestro prójimo, sino que se trata de una lucha espiritual, “contra los
Principados y Potestades de los aires”, es decir, contra los ángeles caídos,
que buscan nuestra eterna perdición y también es la lucha contra los servidores
de Satanás, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa y San La Muerte. El enemigo,
entonces, no es un soldado realista, sino los ángeles caídos; el campo de
batalla no es un lugar geográfico, como el Campo de las Carreras, sino nuestro
propio corazón, porque es allí en donde se entabla la lucha espiritual; el triunfo
no es la independencia de una nación, sino que Jesucristo reine en nuestros
corazones por la gracia en esta vida y la eterna salvación de nuestras almas en
la otra; las armas no son armas de fuego, sino los sacramentales, los
sacramentos –sobre todo la Confesión y la Eucaristía-, el Santo Rosario; las
banderas no son las banderas de un regimiento, sino el estandarte ensangrentado
de la Santa Cruz y el Manto celeste y blanco de la Santísima Virgen –que es al
mismo tiempo nuestra Bandera Nacional-; lo que nos protege en esta lucha
espiritual no son las trincheras, sino el Escapulario de la Virgen del Carmen,
el Santo Crucifijo y la Medalla de la Virgen Milagrosa y de Nuestra Señora del
Rosario de San Nicolás; el ejército no está formado por soldados que manipulan
armas de fuego, sino por cristianos que rezan el Rosario, se confiesan,
asisten a Misa y obran la Misericordia y
son asistidos por el Ejército celestial al mando de San Miguel Arcángel.
En esta lucha, estamos seguros de salir victoriosos porque,
al igual que el General Belgrano, nosotros nos encomendamos a la Virgen de la
Merced, para salir victoriosos en esta batalla.
Ahora bien, nosotros no tenemos el bastón de mando de un
ejército para darle a la Virgen, ni podemos nombrarla Generala como hizo el
General Belgrano, pero sí podemos darle el bastón de mando de nuestro corazón y
sí podemos nombrarla Generala, Patrona, Dueña de nuestra alma y de nuestras
vidas. Si esto hacemos, imitando así al General Belgrano, saldremos victoriosos
en esta lucha contra los ángeles caídos y salvaremos eternamente nuestras almas.
Ésta es la lección que nos deja la Historia, con nuestro prócer el General
Belgrano y el triunfo otorgado al Ejército Argentino por la Virgen de la
Merced.
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