Cuando la Virgen se apareció a los Tres Pastorcitos en
Portugal, en el año 1917, no estaba contenta, como dijo luego Sor Lucía en una
entrevista. ¿La razón? Que muchos de sus hijos se condenaban en el Infierno por
haberse apartado de los sacramentos de la Iglesia. Para los católicos, apartarnos
de los sacramentos –sobre todo, comunión y confesión- es igual a apartarnos de
Dios, porque Dios nos comunica su gracia y su amor a través de ellos. Y para
que no tuviéramos dudas, ni de las palabras de la Virgen ni del testimonio de
los niños, la Virgen llevó a los niños al Infierno, para lo contemplaran con
sus propios ojos. Tengamos en cuenta que no es que la Virgen les habló del Infierno;
tengamos en cuenta que eran niños de siete, ocho y nueve años; tengamos en
cuenta que fueron llevados al Infierno y vieron con sus propios ojos tanto las
almas condenadas, como los demonios y el lago de fuego que es el Infierno. Así describe
Sor Lucía a esta visita al Infierno, llevados por la Virgen: “Nuestra Señora
dijo: “Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente
cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de
los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado
Corazón de María!”. Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos
como los meses anteriores. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos
como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como
si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que
fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían,
juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todo los lados, semejante a la
caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre
gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer
de pavor. (Debía ser a la vista de eso que di un “ay” que dicen haber oído.) Los
demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales
espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros tizones en brasa.
Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a Nuestra Señora, que nos
dijo con bondad y tristeza: “Habéis visto el infierno, donde van las almas de
los pobres pecadores”. Algo que advierte la Virgen a través de los pastorcitos es
que la impureza es la que lleva a una gran cantidad de almas al Infierno: “Los
pecados de impureza son los que más almas llevan al Infierno”. La impureza no
es solo del cuerpo –fornicación, adulterio, relaciones pre-matrimoniales, actos
impuros-, sino también es de la fe y la fe se vuelve impura cuando se la
contamina con las creencias paganas, como el yoga, el reiki, o servidores del Demonio como el Gauchito Gil, la Difunta
Correa y el Demonio mismo, llamado Santa Muerte. Son dos las impurezas a
combatir, tanto la del cuerpo, como la de la fe.
Para evitar la caída de muchas almas en el Infierno, es que
la Virgen pide la consagración a su Inmaculado Corazón y el rezo del Santo Rosario.
Dijo así la Virgen: “Para salvarlas (a las almas de la condenación en el
Infierno) Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado
Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La
guerra terminará pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI
comenzará otra peor”. Esto efectivamente sucedió, porque los hombres no se
convirtieron y sobrevino una guerra peor, la Segunda Guerra Mundial. Ahora bien,
el Rosario que la Virgen pide rezar es de todos los días y no limitado a
señoras jubiladas que no tienen otra ocupación: empezando por los niños,
siguiendo por los varones y terminando por las mujeres, todos los católicos
estamos llamados a rezar el Santo Rosario todos los días. El día de nuestra
muerte lamentaremos, pero será muy tarde, el tiempo que dejamos pasar sin rezar
el Rosario, con la excusa de que es muy largo, o aburrido, o cualquier otra
excusa infantil que solemos poner para no rezarlo.
Entonces, la Virgen advierte acerca la existencia del
Infierno y de los pecados de impureza que llevan a muchas almas allí y pide,
como remedio, el rezo del Santo Rosario y la Consagración a su Inmaculado
Corazón. Pero hace además otra advertencia y es acerca del peligro que
significa un enemigo mortal de la Iglesia, el Comunismo. La Virgen dijo: “Cuando
viereis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal
que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la
guerra, del hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para
impedir eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y
la comunión reparadora de los primeros sábados”. Como esa consagración no se
cumplió, Rusia no se convirtió y esparció el error del Comunismo por todo
el mundo y lo sigue haciendo, apoyando a
gobierno criminales comunistas y
socialistas como los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia y muchos otros. Esto
es lo que profetizó la Virgen si no se consagraba Rusia a su Inmaculado Corazón
y es lo que estamos viviendo en nuestros días: “Si atendieran mis deseos, Rusia
se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo,
promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán
martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán
aniquiladas”.
Recemos el Rosario, consagrémonos a la Virgen, luchemos
contra la impureza viviendo la castidad y oponiéndonos a todo lo que fomenta la
impureza, luchemos contra el Comunismo Marxista y su versión edulcorada, el
Socialismo y la izquierda en todas sus variantes, si es que queremos ser
verdaderos hijos de la Virgen y si es que queremos ver cumplida la profecía más
hermosa de la Virgen: “Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”.
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