La
advocación de María como Auxilio de los cristianos es prácticamente tan antigua
como la Iglesia misma y los milagros obrados desde el inicio bajo esa
advocación continuaron y continúan hasta el p. En efecto, el primero en llamar a
la Virgen María con el título de “Auxiliadora” fue San Juan Crisóstomo, en
Constantinopla en al año 345, en donde él dice: “Tú, María, eres auxilio
potentísimo de Dios”[1].
Más
tarde, en el año 532, San Sabas narra que en oriente había una imagen de la
Virgen que era llamada “Auxiliadora de los enfermos”, porque junto a ella se
obraban muchas curaciones.
San
Juan Damasceno en el año 749 fue el primero en propagar la jaculatoria: “María Auxiliadora,
rogad por nosotros”. Y afirma: la Virgen es “auxiliadora para evitar males y
peligros y auxiliadora para conseguir la salvación”. Un doble título de
Auxiliadora para los cristianos: con su auxilio, impedirá que caigan en el Infierno
y los ayudará a conseguir el Cielo.
En
Ucrania, Rusia, se celebra la fiesta de María Auxiliadora el 1 de octubre desde
el año 1030, puesto que en ese año y bajo esta advocación, libró a la ciudad de
la invasión de una feroz tribu de bárbaros paganos. Desde entonces en Ucrania
se celebra cada año la fiesta de María Auxiliadora el primer día de octubre.
Luego
del grandioso triunfo de las fuerzas cristianas sobre los musulmanes en la
batalla de Lepanto en el año 1572, el Papa San Pío V ordenó que en todo el
mundo católico se rezara en las letanías la advocación “María Auxiliadora,
rogad por nosotros”, porque a Ella fue que se le adjudicó el triunfo del
ejército cristiano contra el formidable ejército mahometano compuesto por 282
barcos y 88.000 soldados.
En
el año 1600 los católicos del sur de Alemania hicieron una promesa a la Virgen
de honrarla con el título de “Auxiliadora” si los libraba de la invasión de los
protestantes y hacía que se terminara la terrible Guerra de los Treinta años. Al
poco tiempo, la Madre de Dios les concedió ambos favores y en acción de
gracias, en muy poco tiempo, había ya más de setenta capillas con el título de
María Auxiliadora de los cristianos.
En
1683 los católicos al obtener inmensa victoria en Viena contra los enemigos de
la religión, fundaron la asociación de María Auxiliadora, la cual existe hoy en
más de 60 países.
En
1814, el Papa Pío VII, prisionero del general Napoleón, prometió a la Virgen
que el día que llegara a Roma, en libertad, lo declararía fiesta de María
Auxiliadora. Inesperadamente el pontífice quedó libre, y llegó a Roma el 24 de
mayo. Desde entonces quedó declarado el 24 de mayo como día de María Auxiliadora.
Luego,
es la Virgen en persona quien quiere ser llamada “María Auxiliadora”: en el año
1860 la Santísima Virgen se aparece a San Juan Bosco y le dice que quiere ser
honrada con el título de “Auxiliadora”, indicándole además el sitio para que le
construya en Turín, Italia, un templo.
La
obra del templo comenzó con solo tres monedas de veinte centavos cada una, pero
fueron tantos y tan grande los milagros que María Auxiliadora empezó a obtener
a favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la Gran
Basílica. San Juan Bosco afirmaba: “Cada ladrillo de este templo corresponde a
un milagro de la Santísima Virgen”. Fue desde aquel Santuario que la devoción a
María bajo el título de Auxiliadora de los Cristianos comenzó a extenderse por
el mundo.
En
el año 1862, ante el auge del ateísmo, del secularismo y del satanismo, San
Juan Bosco afirma: “La Virgen quiere que la honremos con el título de
Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de
que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana”.
Por
último, debemos decir que el nombre de María Auxiliadora no es un nombre puesto
al azar: la Virgen es “Auxiliadora de los cristianos” porque así como una madre
auxilia a sus hijos que están en peligro, y así como la Virgen auxilió a su
Hijo Jesucristo durante toda su vida pero sobre todo en el momento de máximo
peligro para su vida, la Pasión y el Camino Real de la Cruz, así la Virgen nos
auxilia a nosotros, sus hijos, que por el bautismo sacramental hemos sido
convertidos en hijos adoptivos de Dios y que por lo tanto somos “otros cristos”
y que estamos en peligro de condenación eterna mientras vivimos en este “valle
de lágrimas”, rodeados de “tinieblas y sombras de muerte”. El título sería: “María,
Auxiliadora de sus hijos, otros cristos”, y nos auxilia como a Cristo, su Hijo,
para que con su ayuda seamos capaces de llevar la cruz que nos conduce al
Calvario, en donde debe morir el hombre viejo, dominado por las pasiones y la
concupiscencia, para dar nacimiento al hombre nuevo, al hombre nacido de la Sangre
y el Agua, esto es, de la gracia santificante que brotó del Corazón traspasado
de Jesús.