En el transcurso de los tiempos, la devoción a la Virgen del
Valle se ha ido desvirtuando hacia un aspecto meramente exterior, descuidando
la esencia de lo que significa, para el alma, la aparición de la Madre de Dios
en su vida. Muchos piensan que son
devotos de la Virgen porque precisamente, acuden a la basílica en peregrinación
todos los años; o porque tienen una imagen de la Virgen del Valle en sus casas;
o porque fue bautizado en su día; o porque en la familia sus ancestros eran
devotos de la Virgen. No está mal ser devoto por estos motivos, pero si nos
quedamos en esta devoción exterior solamente, nos convertimos en lo que San
Luis María Grignon de Montfort llama “devotos exteriores de la Virgen”. Esta clase
de devotos ejerce una devoción falsa –la que se detiene en el homenaje externo
a la Virgen-, aunque ellos no lo piensen así, porque una devoción de esta clase
no conduce a la conversión interior. ¿Por qué? La razón es que la verdadera devoción
a la Virgen, según San Luis María Grignon de Montfort, conduce a la conversión
del corazón, lo cual significa apartar el corazón de la tierra, del mundo, de
las pasiones y elevarlo al Cielo, al Reino de Dios, al deseo y a la práctica de
las virtudes naturales y sobrenaturales. Es decir, la verdadera devoción a la
Virgen –en este caso, la Virgen del Valle- lleva a que el alma desee vivir en
gracia, viviendo los Mandamientos de la Ley de Dios, obrando la caridad y
luchando contra sus propias pasiones y malas inclinaciones. De nada sirve ser
un devoto exterior de la Virgen, es decir, contentarse con peregrinar a la
basílica una vez al año, si estamos a favor del aborto, del uso de
anticonceptivos, del alcohol; de nada sirve tener una imagen de la Virgen en
casa, si ante las dificultades, problemas y tribulaciones, en vez de acudir a
la Virgen como un niño acude a su madre cuando está en dificultades y en vez de
rezar el Rosario –la oración que más agrada a la Virgen- se acude a los
enemigos de Dios y de la Virgen, los brujos, los magos, los chamanes, que invocan
a los demonios. De nada sirve ser devoto exterior de la Virgen, si el único día
que acudimos a Misa es en el día de la Virgen, mientras descuidamos por años e
incluso décadas, tanto la Confesión sacramental como la asistencia a la Misa
dominical de precepto, porque es allí, en la Confesión y en la Misa, en donde
encontramos al Hijo de María, que es todo lo que la Virgen quiere de nosotros.
Honremos a la Virgen del Valle no solo exteriormente, sino
además interiormente y el mejor homenaje que podemos hacerle, no solo en su
día, sino todos los días del año, es el propósito de emprender, con la ayuda de
la gracia, una sincera y definitiva conversión del corazón. Y así la Virgen
estará verdaderamente contenta con nosotros, porque un corazón convertido está
unido a su Inmaculado Corazón y al Sagrado Corazón de Jesús.
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