Páginas

miércoles, 31 de mayo de 2017

Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María


         La Santísima Virgen María, encinta por obra y gracia del Espíritu Santo, al enterarse de que su prima Santa Isabel está también encinta, se dirige, en un viaje largo y no exento de peligros, a visitarla para ayudarla en su embarazo. Al llegar, sucede algo que va más allá de lo humano, ya que con María viene Jesús y, con Jesús, el Espíritu Santo. La presencia del Espíritu Santo es narrada por el Evangelio: “Así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu Santo”. Pero aun antes de “quedar llena del Espíritu Santo”, es el mismo Espíritu Santo el que inspira a Santa Isabel para que la salude a la Virgen, no al modo humano, como es de esperar, tanto más siendo ambas parientes entre sí: en efecto, Santa Isabel no llama a la Virgen según el parentesco, ni le da un saludo tal como lo hacemos los humanos como cuando nos reencontramos luego de un largo tiempo en el que no vemos a nuestros consanguíneos; Santa Isabel saluda a la Virgen con el título de “Madre de mi Señor”, lo cual es equivalente a decir “Madre de Dios”, porque el Señor de Santa Isabel es el Único Dios verdadero. La Virgen saluda a Santa Isabel e Isabel queda “llena del Espíritu Santo”, pero también su hijo no-nato, Juan el Bautista, puesto que “salta de alegría” en el seno de su madre, y esto no se debe a causa natural alguna, puesto que se alegra porque el Espíritu Santo es el que le hace saber, al niño Bautista que está en el seno de Isabel, que el Niño que viene en el seno virgen de María, más que su primo, es el “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. La alegría que experimentan, tanto Santa Isabel como Juan el Bautista, es una alegría sobrenatural, en cuyo origen se encuentra Dios Espíritu Santo, que en cuanto Dios, es “Alegría infinita”. La alegría de Isabel y el Bautista no es por causas humanas, es decir, no se debe al reencuentro de dos parientes que no se ven desde hace tiempo, y al saber el niño Bautista que quien venía en María Virgen era su primo: es una alegría sobrenatural, celestial, divina, desconocida para el hombre, la alegría que el Dios que es “Alegría infinita” les hace participar y esta alegría se debe a que Santa Isabel reconoce, en la Virgen, no a su parienta, sino a la Madre de Dios, y hace que el Bautista reconozca en Jesús, no a su primo, sino al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, tal como lo anunciará tiempo más tarde, en la edad adulta, en el desierto. La Visitación de María Virgen, por lo tanto, a un alma, es el hecho más grandioso que pueda acontecerle a un hombre en esta vida, porque, como hemos visto, con María viene Jesús y, con Jesús, el Espíritu Santo, que Él sopla sobre las almas junto al Padre, desde la eternidad.
         Ahora bien, puesto que María Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, y en Santa Isabel y el Bautista estamos representados los que hemos recibido el bautismo sacramental, podemos parafrasear a Santa Isabel y dedicarle a nuestra Santa Madre Iglesia el mismo saludo de Isabel a la Virgen, diciendo así: “Bendita entre todas las iglesias, y bendito el fruto de tu seno virginal, el altar eucarístico, el Hijo de Dios que prolonga su Encarnación en la Eucaristía”. Y, como el Bautista, deberíamos saltar de alegría porque por la Iglesia, a través del sacerdocio ministerial, por el poder del Espíritu Santo que obra la transubstanciación –la conversión del pan en el Cuerpo y el vino en la Sangre del Señor-, nos concede al Dios que es la Alegría en sí misma, Jesús Eucaristía.


miércoles, 24 de mayo de 2017

María, Auxiliadora de los cristianos


         La advocación de la Madre de Dios como “María Auxiliadora” viene desde los primeros siglos del cristianismo. El primero que llamó a la Virgen María con el título de “Auxiliadora” fue San Juan Crisóstomo, en Constantinopla en al año 345: “Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios”[1]. San Sabas en el año 532 narra que en oriente había una imagen de la Virgen que era llamada “Auxiliadora de los enfermos”, porque junto a ella se obraban muchas curaciones. San Juan Damasceno en el año 749 fue el primero en propagar la jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”, afirmando además que la Virgen es “Auxiliadora para evitar males y peligros y auxiliadora para conseguir la salvación”. Numerosos pueblos y naciones celebran su fiesta bajo esta advocación, puesto que los libró de grandes peligros. Por ejemplo, en Ucrania, se celebra la fiesta de María Auxiliadora el 1 de octubre desde el año 1030, porque en ese año la Virgen libró a la ciudad de la invasión de una cruel tribu de bárbaros paganos.
La advocación quedó inscripta en las letanías lauretanas por orden del Papa San Pío V, luego de que en el año 1572 la Virgen librara prodigiosamente, en la Batalla de Lepanto, a toda la cristiandad, amenazada gravemente por un ejército musulmán muy poderoso, compuesto por 282 barcos y 88.000 soldados. Desde el triunfo de las fuerzas católicas comandadas por el Papa, se incorporaron a las letanías lauretanas la advocación “María, Auxilio de los cristianos, por nosotros”. Lo que sucedía era que en el siglo XVI los mahometanos se habían impuesto la misión de conquistar Europa para erradicar el catolicismo e implantar la religión musulmana, para lo cual prepararon un enorme ejército, con el cual se disponían a invadir Europa. Entonces, el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen, convocó a los Príncipes Católicos para que salieran en defensa de la Santa Religión Católica. Alentados por el Sumo Pontífice, los nobles y reyes de Europa formaron en poco tiempo un buen ejército, que salió a hacer frente a los mahometanos invasores. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto, y de ahí que a esta batalla se la conoce como “Batalla de Lepanto”. Los soldados cristianos, inferiores en número a los mahometanos, antes de empezar la batalla, se confesaron, asistieron a Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios María Auxiliadora. Luego de haberse encomendado a la Virgen y fortalecidos por la gracia, se lanzaron a la batalla, la cual en un principio les fue desfavorable pues el viento corría en dirección opuesta y detenía sus barcos. Mientras tanto, en el continente europeo, toda la cristiandad rezaba el Santo Rosario por mandato del Papa Pío Vi, suplicando la intervención de la Virgen y el triunfo sobre el enemigo mahometano. En el Golfo de Lepanto, sucedió que, en un momento determinado, el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas, lo cual favoreció grandemente el empuje del ejército cristiano, que derrotó por completo a sus adversarios. Apenas conocida la noticia del triunfo del ejército cristiano, el Papa Pío V no dudó en atribuir la victoria a la Virgen por lo que, en agradecimiento, incorporó la advocación a las letanías lauretanas, tal como lo dijimos anteriormente[2].
Otra intervención clamorosa de la Virgen como María Auxiliadora de los cristianos sucedió en el año 1600: los católicos del sur de Alemania hicieron una promesa a la Virgen de honrarla con el título de “Auxiliadora” si los libraba de la invasión de los protestantes y hacía que se terminara la terrible Guerra de los Treinta años. La Madre de Dios les concedió ambos favores y pronto había ya más de setenta capillas con esta advocación.
En el año 1683 los católicos obtuvieron una gran victoria en Viena contra los enemigos de la religión, y en acción de gracias fundaron la asociación de María Auxiliadora, la cual existe hasta el día de hoy en más de sesenta países.
La Virgen también auxilia a los Siervos de los siervos de Dios, esto es, los Papas. Ocurrió que en el año 1814 el Papa Pío VII se encontraba prisionero del general francés Napoleón Bonaparte; el Papa le prometió a la Virgen que el día que llegara a Roma, en libertad, lo declararía fiesta de María Auxiliadora. Inesperadamente el pontífice quedó libre, llegando a Roma el 24 de mayo, por lo que declaró que, desde entonces, el 24 de mayo se festejara a la Madre de Dios en su advocación de “María Auxiliadora de los cristianos”.
Como no podía ser de otra manera, los santos experimentaron, en propia persona, la particular protección y amor maternal de la Virgen. En 1860 la Santísima Virgen se le apareció a San Juan Bosco para pedirle que y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de “Auxiliadora” en Turín, Italia[3]. El santo comenzó la construcción del templo pedido por la Virgen con la suma de ¡tres monedas de veinte centavos cada una! Sin embargo, fueron tantos y tan grandes los milagros que María Auxiliadora empezó a obtener a favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la Gran Basílica. San Juan Bosco solía decir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a una gracia de la Santísima Virgen”. Precisamente, desde este Santuario fue que se extendió por todo el mundo la devoción a María bajo el título de “Auxiliadora de los Cristianos”, llegando a ser en nuestros días una de las devociones más populares. San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros” y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”, afirmando que los que repiten muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo. Desde entonces, el título de Auxiliadora aparece en la vida de Don Bosco y en su obra, siendo en su condición de Auxiliadora la visión propia que Don Bosco tiene de María.
Como podemos ver, la Virgen en su advocación de “María Auxiliadora” ha hecho honor a su nombre, sin dejar de auxiliar, no solo a los cristianos de modo individual, sino a toda la Iglesia y a toda la cristiandad, y esto no una sola vez, sino innumerables veces a lo largo de la historia. Hoy, en nuestros días, esta advocación de Nuestra Madre celestial es más actual que nunca, puesto que no solo el mundo está en peligro de graves calamidades –entre ellas, es cada vez más cercana la realidad de una Tercera Guerra Mundial, la cual será nuclear y por lo tanto, devastadora-, sino que vive también, actualmente, bajo la sombra de una enorme secta luciferina, la Nueva Era, que como un gigantesco pulpo, extiende sus tentáculos por todo el mundo para lograr, mediante la difusión del gnosticismo y el ocultismo, la consagración del mundo a Lucifer. Pero no solo el mundo está en peligro, sino también la Iglesia de Jesucristo, la Esposa Mística del Cordero, está en grave riesgo, puesto que sufre los embates del infierno bajo la forma de un gnosticismo que rechaza la gracia de Dios, la divinidad de Jesucristo, su Presencia real en la Eucaristía, la mediación y condición de María Virgen y Madre de Dios, y prácticamente todos los dogmas de la Iglesia, pretendiendo reformar los Sacramentos y hasta las mismas Escrituras. Hay quienes, desde dentro de la Iglesia, pretenden cambiar hasta la noción misma de Dios, y pretenden suplantar el Santo Sacrificio del Altar, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, por una ceremonia en la que se suprimiría la Transubstanciación, cumpliéndose así la profecía de Daniel: “la abominación de la desolación” en el santuario de Dios. Por estos motivos, hoy más que nunca, es actual la advocación de María Auxiliadora de los cristianos y la jaculatoria que nos enseñara San Juan Bosco: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.

jueves, 4 de mayo de 2017

Las Apariciones de la Virgen en Fátima y su mensaje de conversión y reparación para el hombre del siglo XXI


         Primera Aparición de la Virgen: Domingo 13 de mayo, de 1917[1].
Llamado a rezar el Rosario todos los días, a adorar a la Trinidad en la Eucaristía y a ofrecer los sufrimientos en reparación por los pecados con los que es ofendido Dios y para pedir por la conversión de los pecadores. Promesa del fortalecimiento de la gracia.
Los relatos corresponden a Sor Lucía, quien dice así: “Estando jugando con Jacinta y Francisco en lo alto, junto a Cova de Iría, haciendo una pared de piedras alrededor de una mata de retamas, de repente vimos una luz como de un relámpago. -Está relampagueando- dije. Puede venir una tormenta. Es mejor que nos vayamos a casa. -¡Oh si está bien! contestaron mis primos. Comenzamos a bajar el cerro llevando las ovejas hacia el camino. Cuando íbamos por mitad de la pendiente, cerca de una encina, que aún existe, vimos otro relámpago, y habiendo dado algunos pasos más vimos sobre la encina una Señora vestida de blanco, más brillante que el sol, esparciendo luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesado por los rayos más ardientes del sol. Estábamos tan cerca que quedamos dentro de la luz que Ella irradiaba.
Entonces la Señora nos dijo: -“No tengáis miedo. No os hago daño”.
-Yo le pregunté: ¿De dónde es usted? –“Soy del Cielo”.
-¿Qué es lo que usted me quiere? –“He venido para pediros que vengáis aquí seis meses seguidos el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Volveré una séptima vez”.
-Pregunté entonces: ¿Yo iré al cielo? -"Si iras" -¿Y Jacinta? –“Irá también”. -¿Y Francisco? –“También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios”.
Entonces me acordé de dos amigas de mi hermana que habían muerto hacia poco. -¿Está María de las Nieves en el cielo? –“Sí, está”. -¿y Amelia? de 18 ó 20 años –“Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo”.
Y entonces dijo: -“¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?”. -Sí queremos. –“Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá”.
Diciendo esto la Virgen abrió sus manos por primera vez, comunicándonos una luz muy intensa que parecía fluir de sus manos y penetraba en lo más íntimo de nuestro pecho y de nuestros corazones, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que nos fue comunicado también, caímos de rodillas, repitiendo humildemente: -“Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento”. Después de pasados unos momentos Nuestra Señora agregó: -Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra". Acto seguido comenzó a elevarse serenamente, mientras la luz que la circundaba parecía abrirle el camino.
Segunda Aparición de la Virgen: Miércoles 13 de Junio.
Nuevo llamado a rezar el Rosario todos los días, a ser instrumentos para que la Devoción al Inmaculado Corazón se establezca en el mundo, llamado a reparar por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María.
Después de rezar el rosario con otras personas que estaban presentes (unas 50) vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y en seguida a Nuestra Señora en la encina, todo como en mayo.
-¿Qué es lo que quiere? -pregunté -"Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además".
-Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió: -“Si se convierte se curará durante el año”. -Quisiera pedirle que nos llevase al cielo. –“Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedarás algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mí para adornar su Trono”.
-¿Me quedo aquí solita?- pregunte con dolor. –“No hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? !No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios”.
En ese momento abrió las manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de la luz inmensa que la envolvía. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se eleva hacia el cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en el. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que quería reparación.
Francisco muy impresionado con lo que había visto, me pregunto después: -¿Por qué es que la Virgen estaba con un corazón en la mano irradiando sobre el mundo aquella luz tan grande que es Dios? Tú, Lucía, estabas con Ella en la luz que bajaba a la tierra y Jacinta conmigo en la que subía al cielo. Le respondí: -Es que tu, con Jacinta, iréis en breve al cielo. Yo me quedo con el Corazón Inmaculado de María en la tierra.
Tercera Aparición de la Virgen: Viernes, 13 de Julio.
Llamado a hacer sacrificios y reparación por los pecadores, que están en riesgo inminente de condenación eterna; experiencia mística del Infierno y contemplación de las numerosas almas de pecadores que día a día se condenan, porque no hay nadie que haga sacrificios por ellos; advertencia de que Dios castigará al mundo por sus innumerables crímenes; pedido de la Consagración a Rusia al Inmaculado Corazón, para que deje de propagar los errores del Comunismo por todo el mundo; anuncio del triunfo del Inmaculado Corazón sobre el Demonio y el mal en el mundo.
Momentos después de haber llegado a Cova de Iría, junto a la encina, entre numeroso público (4.000 personas) que estaban rezando el rosario, vimos el rayo de luz una vez más y un momento más tarde apareció la Virgen sobre la encina. -¿Qué es lo que quiere de mí? -pregunté. -"Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, y continuéis rezando el rosario todos los días en honra a Nuestra Señora del Rosario con el fin de obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque solo Ella puede conseguirlo.
-Dije entonces: quisiera pedirle nos dijera quien es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece. -"Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quien soy y lo que quiero, y haré un milagro que todos han de ver para que crean". -"¡Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!
Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos. El reflejo de la luz parecía penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas trasparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevada por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante a la caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero trasparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a nuestra Señora,  que nos dijo con bondad y tristeza: -"Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzara otra peor".

"Cuando viereis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo sus crímenes por medio de la guerra, del hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir eso, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, MI INMACULADO CORAZON TRIUNFARA.
El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la fe se conservará siempre......(Aquí comienza la tercera parte del secreto, escrita por Lucía entre el 22 de Dic. 1943 y el 9 de Enero 1944, y revelada en el año 2000). Esto no lo digas a nadie. A Francisco si podéis decírselo". -"Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: "Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las mas necesitadas" Y Como de costumbre comenzó a elevarse en dirección a Oriente.
Cuarta Aparición de la Virgen: Domingo, 19 de Agosto.
Nuevo pedido de rezo del Rosario todos los días; pedido de un santuario en el lugar de las Apariciones; aspecto triste de la Virgen por los pecadores que se condenan y nuevo pedido a rezar por la conversión de quienes están alejados de Dios, porque muchos se condenan en el Infierno.
En los Valinhos. La Aparición no se realizó el día 13 de agosto en Cova de Iría porque el Administrador del Consejo apreso y llevo a Vila Nova a los pastorcitos con la intención de obligarles a revelar el secreto. Los tuvo presos en la Administración y en el calabozo municipal. Les ofreció los más valiosos presentes si descubrían el secreto. Los pequeños videntes respondieron: -No lo decimos ni aunque nos den el mundo entero. Los encerró en el calabozo. Los presos les aconsejaron: -Pero decir al Administrador ese secreto. Que os importa que esa Señora no quiera? -!Eso no, respondió Jacinta con vivacidad, antes quiero morir! Y los tres niños rezaron con aquellos infelices el rosario, delante de una medalla de Jacinta colgada en la pared.
El administrador para amedrentarlos, mando preparar una caldera de aceite hirviendo, en la cual amenazaron asar a los pastorcitos si no hacían lo que les mandaban. Ellos, aunque pensaban que la cosa iba en serio, permanecieron firmes sin revelar nada.
El día 15 de agosto, fiesta de la Asunción, los sacó del calabozo y los llevo a Fátima. Así narra Sor Lucía esta Aparición:
“Estuvimos con las ovejas en un lugar llamado Valinhos, Francisco y su hermano Juan, acompañándome, y sintiendo que algo sobrenatural se aproximaba y nos envolvía, sospechando que Nuestra Señora se nos aparecería y temiendo que Jacinta se quedaría sin verla, pedimos a su hermano Juan que le fuese a llamar. Entretanto, Francisco y yo vimos el reflejo de luz que llamábamos relámpago y al instante de llegar Jacinta vimos a la Señora sobre la encina.
-¿Qué es lo que quiere usted? -Deseo que sigáis yendo a Cova de Iría en los días 13, que sigáis rezando el rosario todos los días. El último mes haré el milagro para que todos crean.
-¿Qué es los que quiere usted que se haga con el dinero que la gente deja en Cova de Iría? -Hagan dos bolsas, una para ti y Jacinta, para llevarla con dos chicas más vestidas de blanco y otra que la lleve Francisco con tres niños más. El dinero de las bolsas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, y lo que sobre es para ayuda de una capilla que se debe hacer. -Yo quisiera pedirle la curación de algunos enfermos. -Si, a algunos curaré durante el año. Y tomando un aspecto muy triste, la Virgen añadió: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas”. Y la Virgen empezó a subir hacia Oriente, como de costumbre”.
Quinta Aparición: Jueves, 13 de Septiembre.
Nuevo llamado a rezar el Rosario todos los días.
Al aproximarse la hora fui a Cova de Iría con Jacinta y Francisco entre numerosas personas (30.000) que con dificultad nos dejaban pasar. Los caminos estaban apiñados de gente; todos nos querían ver y hablar. Mucha gente del pueblo venía a pedirnos que presentáramos sus necesidades a Nuestra Señora. Otros, no pudiendo llegar junto a nosotros, clamaban de lejos. Oíamos: -¡Pidan que me cure a mi hijo invalido!....a mi hijo ciego...a mi hija muda....que me traiga a mi esposo que está en la guerra...que me convierta a un pecador...que estoy tuberculoso...etc... Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad y algunos gritaban subidos a los árboles.
Por fin llegamos a Cova de Iría, y al alcanzar la encina comenzamos a decir el rosario con la gente. Un poco más tarde vimos el reflejo de luz y acto seguido, sobre la encima, a nuestra Señora, que dijo: -“Continuad rezando el rosario para alcanzar el fin de la guerra. En Octubre vendrá también nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, San José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiero que durmáis con la cuerda puesta, llevadla durante el día” (la cuerda la llevaban atada a la cintura. Era uno de las más dolorosas mortificaciones que ofrecían por la conversión de los pecadores. También no comían meriendas, dejaban de tomar agua. Pero mayores eran los sacrificios que exigía la misión que la Virgen les encomendó: las vejaciones, curiosidad, molestias de la gente, interminables visitas, preguntas, persecución, ridículo, prisión, etc.) –“Curaré a algunos enfermos, pero no a todos. En Octubre haré el milagro para que todos crean”.
Sexta Aparición: Sábado 13 de Octubre.
La Virgen realiza el “Milagro del Sol”, demostrando que es Reina de cielos y tierra; pedido de que se deje de ofender al Señor con los pecados; pedido de sacrificios por los pecadores y de reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María. Aspecto triste de la Virgen.
Había gente en masa (70.000) bajo una lluvia torrencial. Por el camino, las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a la gente arrodillarse en actitud humilde y suplicante. Llegando a Cova de Iría, junto a la encina, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de luz y en seguida a la Virgen sobre la encina.
-¿Qué es lo que usted quiere? -"Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra esta acabándose y los soldados pronto volverán a sus casas."
-¿Curará a los enfermos? –“Unos si y otros no; es preciso que se enmienden; que pidan perdón de sus pecados. Y tomando aspecto más triste dijo: -"Que no se ofenda más a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido."
El milagro del sol.
Y abriendo sus manos las hizo reflejar en el sol y, en cuanto se elevaba, continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol. Y exclamé que todos mirasen al sol.
Se da entonces el milagro del sol, prometido tres meses antes, como prueba de la verdad de las apariciones de Fátima. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre si mismo, lanzando a todos los lados fajas de luz de variados colores. Parece a cierta altura desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Todos están atónitos.
Los periodistas de los periódicos seculares que habían acudido incrédulos a desprestigiar los apariciones, tomaron fotos y dieron testimonio de aquel milagro en la prensa.  Al cabo de 10 minutos de prodigio el sol toma su estado normal. Los tres niños eran favorecidos con otras visiones: Vimos al lado del sol a S. José con el Niño y a Nuestra Señora de los Dolores. El Niño Jesús parecía bendecir al mundo de la misma forma que S. José. Después se disipo esta visión y aparece Nuestra Señora del Carmen.
“¡Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”.
Resumen de los mensajes de Nuestra Señora de Fátima.
Pedido del rezo del Santo Rosario todos los días, y no solo adultos, sino principalmente niños, porque a quienes se les aparece son niños. Las Apariciones de la Virgen nos enseñan que es un gravísimo error, refutado por el mismo cielo, el pensar que el rezo del Rosario se limita a personas mayores, que debido a que no tienen vida activa en la sociedad, como “no tienen más que hacer”, tienen que rezar el Rosario para llenar el tiempo vacío. Es un pensamiento erróneo, como lo demuestra la Virgen, ya que del rezo del Rosario dependen cosas tan importantes como la paz del mundo y la salvación eterna de los pecadores, además de que, como dijimos y ateniéndonos a las Apariciones, el rezo del Rosario debe estar encabezado por los niños. Esto también puede significar la necesidad de “ser como niños” como requisito sine qua non para entrar en el Reino de los cielos, por la pureza e inocencia de la niñez, aunque esta “niñez espiritual” no es cronológica sino espiritual y sobrenatural, pues está dada por la gracia, que hace participar al alma de la inocencia y pureza del Ser divino trinitario. Por el contrario, se puede ser niño cronológicamente y no entrar en el Reino de los cielos si, llegado el uso de la razón, se persiste en el mal voluntariamente.
Pedido de ofrecimiento voluntario de la propia vida, con los sufrimientos que Dios envíe, no solo sin queja alguna, sino con amor a Jesucristo y a la Virgen, en reparación por los pecados de los hombres y por la conversión de los pecadores. Los cristianos, por lo general, nos quejamos de todo –del clima, de lo que nos molesta, del prójimo-, sin darnos cuenta de que con esta actitud ofendemos a la Divina Majestad, que nos pide imitar a Jesucristo en su paciencia y mortificación. Lo que debemos hacer es ofrecer lo que nos mortifica, en silencio, con fe y con amor, a Jesús y a la Virgen, pidiendo por la propia conversión y la de los pecadores.
Promesa del fortalecimiento de la gracia: muchos cristianos, frente a los sufrimientos, no sólo no los ofrecen a Jesucristo y a la Virgen, sino que se abandonan a sí mismos, confiando en sus propias fuerzas, con lo que terminan fracasando irremediablemente, o acudiendo a los enemigos de Dios –brujos, chamanes, ocultismo- para superar las tribulaciones, olvidando que la gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo, entre ellos, el don de la Fortaleza, son más que suficientes para sobrellevar con serenidad e incluso alegría cualquier tribulación, por fuerte que sea, que pueda sobrevenir.
Advertencia de la existencia del Infierno y de la eterna condenación y que, contrariamente a lo que pretenden algunos, el Infierno no está vacío, sino ocupado por demonios e innumerables almas que en él caen día a día. Muchos católicos piensan o que el Infierno está vacío, o que sólo se sufre en el alma, por la pérdida de Dios, lo cual es cierto, pero a esto se le suma el dolor real del cuerpo que  es atormentado por el fuego del Infierno, además de que el fuego, por una especial disposición divina, quema también el alma. Los sentidos con los que se ofendió a Dios, profanando el cuerpo –como por ejemplo, las diversas formas de profanación de ese templo de Dios que es el cuerpo, comenzando por imágenes impuras consentidas voluntariamente-, serán los que más sufran la acción quemante y ardiente del fuego infernal. A esto se le suman la presencia de los demonios, de los otros condenados, y la certeza del condenado de que jamás habrá de salir de allí.
Otra enseñanza de estas apariciones es que no es que la Virgen les da un relato “edulcorado” del Infierno, hablándoles como si se tratara de algo lejano y prácticamente inexistente: Ella misma en persona los conduce, en cierta manera, al Infierno, pues hace que tengan una experiencia mística del mismo, como si verdaderamente estuvieran ahí. Esto es contra quienes afirman que no se debe hablar del Infierno a los niños, por el peligro de “traumatizarlos”. Si la Virgen en persona lleva a los niños al Infierno y los hace experimentar místicamente su horrorosa realidad, ¿por qué habremos nosotros de callar lo que debemos anunciar? Es verdad que se debe anunciar de modo completo, es decir, con la enseñanza de que también existe el cielo, pero no se puede, de ninguna manera, edulcorar y mucho menos omitir la existencia del Infierno y la posibilidad cierta de condenación eterna.
Advertencia de que “los pecados de la carne son los que más almas conducen al Infierno”. Esta advertencia es mucho más actual hoy, cuando la impureza corporal –aunque también la espiritual, que son las sectas, las herejías y los cismas- parece invadir todos los aspectos de la vida, empezando desde los niños más pequeños, a quienes, por medio de la ideología de género, se los pretende corromper enseñándoles perversamente que las faltas a la pureza son parte del “desarrollo humano”.
Advertencia contra nuestra tibieza espiritual, porque la condenación de los pecadores se debe, en gran medida, a que “no hay nadie que rece y se sacrifique por ellos”, lo cual nos compete en gran medida a los católicos. Una forma de amar al prójimo es mediante la realización de una obra de misericordia espiritual, que es “rezar por vivos y muertos”; por vivos, para que salven sus almas; por muertos, para que pronto salgan del Purgatorio, si están allí, y entren en el Reino de los cielos. No hacer esta obra de misericordia por acedia, es decir, por pereza espiritual, es una grave falta de amor hacia el prójimo, además de constituir el pecado propiamente de acedia.
Revelación de la dulzura y el Amor de Dios, manifestados en el Fuego del Divino Amor que los envuelve en una de las Apariciones, no sólo no provocando ningún dolor, sino concediéndoles un estado desconocido de alegría, paz y serenidad, como anticipo de la eterna bienaventuranza en el cielo.
Pedido de la difusión de la Devoción al Inmaculado Corazón (complementado con las Apariciones en Pontevedra): los primeros cinco sábados de mes, rezar el Rosario meditando sus misterios delante del sagrario. Los cristianos se ocupan en cientos de actividades que, cuando no son mundanas, si son hechas en la Iglesia, se caracterizan por un intenso activismo, sin dejar lugar a la oración y a la reparación. Los cristianos se preocupan, los sábados y domingos, por descansar, tomando al fin de semana como un tiempo de relajación de las tareas semanales, pero no piensan en agradar a Dios mediante la Devoción al Inmaculado Corazón de María.
Afirmación de que el Inmaculado Corazón es el camino que lleva a Dios –al estar íntimamente unido al Sagrado Corazón-. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida: el Camino que nos lleva al Padre, la Verdad Absoluta de Dios Uno y Trino y la Vida Eterna en sí misma, pero el Inmaculado Corazón es el camino más seguro, rápido y eficaz para llegar al Sagrado Corazón de Jesús.
Promesa de eterna salvación a quienes difundan la Devoción al Inmaculado Corazón.
Pedido de ofrecimiento de sacrificios voluntarios, por la conversión de los pecadores y la paz del mundo. El cristiano hace muchísimos sacrificios voluntarios, no solo por cuestiones cotidianas, sino por cosas que incluso lo apartan de Dios, como el hacer filas interminables, durante horas, soportando el frío y el calor, para conseguir la entrada, un día Domingo, al estadio de fútbol, pero no es capaz de hacer un mínimo sacrificio voluntario por la gloria de Dios, la salvación de sus hermanos y la paz del mundo.
Contrariamente a lo que un análisis superficial de las Apariciones podría hacer pensar, de que la Virgen estaba contenta al estar con los niños, Sor Lucía afirma claramente que la expresión de la Virgen es de tristeza y no puede ser de otra manera, porque si una madre de la tierra sufre cuando ve que sus hijos amados van por mal camino, mucho más sufre la Madre del cielo por sus hijos que, apartados del Camino que conduce a Dios, que es Jesucristo, se encaminan directos a la eterna condenación.
Anuncio de que, a pesar de que nos pueda parecer de que el mal está triunfando de modo irreversible, será sin embargo su Inmaculado Corazón el que triunfará al final, aplastando la cabeza del Dragón, como está anunciado en la Escritura, en el libro del Génesis. A pesar de que las fuerzas del Infierno parezcan haberse desencadenado sin freno sobre la humanidad, la promesa de Jesús se cumplirá indefectiblemente: “Las puertas del Infierno no prevalecerán sobre mi Iglesia”, y la devoción al Inmaculado Corazón y su triunfo final, son el medio para que se cumplan sus palabras.
 “¡Al final, Mi Inmaculado Corazón Triunfará!”.
Fin de las apariciones de 1917

Apariciones en Pontevedra[2].
Las Apariciones en Pontevedra (1925 - 1926).
En el año 1925 Lucía, de dieciocho años, ingresa como novicia con las Hermanas Doroteas, en el convento de la Orden en Pontevedra, España. Allí, Nuestra Señora, como lo había prometido en 1917, fue a revelarle la primera parte del plan de Dios para la salvación de los pecadores en nuestro tiempo de rebelión contra Dios: la Comunión reparadora de los Primeros Sábados de mes.
Lucía, refiriéndose a ella misma, describe el encuentro en tercera persona: “El día 10 de diciembre de 1925, se le apareció la Santísima Virgen y al lado, suspenso en una nube luminosa, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro, le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas. Al mismo tiempo le dijo el Niño: ‘Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas’”. Son nuestros pecados, de todo tipo, los que forman la corona de espinas que rodea al Inmaculado Corazón y no hay nadie que quiera sacar esas espinas, para darle a la Virgen un poco de consuelo.
Enseguida dijo la Santísima Virgen: “Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses, en el Primer sábado se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas”.
Luego, Lucía hizo lo que ella podía para hacer conocido este nuevo pedido de Nuestra Señora. Se lo dijo a su Madre Superiora, a su confesor en el convento, e incluso escribió a su antiguo confesor. Ambos confesores tuvieron reservas y aconsejaron esperar. A pesar de las reservas de sus confesores, pronto Lucía se vería urgida a continuar trabajando para hacer conocido este pedido.
Ella nos dice, El día 15 (febrero de 1926), andaba yo muy ocupada con mis oficios y ya no me acordaba de aquello casi nada; y, yendo a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, donde algunos meses atrás había encontrado a un niño, le había preguntado si sabía el Avemaría; me había respondido que sí; le dije que la dijeses para oírla yo; más como no se resolvía a decirla solo, la dije yo con él tres veces. Al fin de las tres Avemarías, le pedí que la dijese solo; pero se calló y no pudo decirla solo; le pregunté si sabía cual era la Iglesia de Santa María; me respondió que sí; le dije que fuese allí todos los días y que dijese así: ‘oh Madre mía del Cielo, dadme a vuestro Niño Jesús.’ Le enseñé esto y entré en casa.
En ese día, pues, el 15-2-1926, volviendo yo allí como de costumbre, encontré un niño que me pareció ser el mismo; y le pregunté entonces - ¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo? El niño se vuelve hacia mí, y dice: ‘-¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía? Diciendo esto, se transforma en un niño resplandeciente; conociendo que era Jesús, dije: - ‘Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía.’ ‘- Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo; y basta que tu confesor te de licencia, y que tu Superiora lo diga, para que sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado.’ ‘- Pero, mi confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince misterios del Rosario.’ ‘- Es cierto, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y que las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que hagan los Primeros Sábados con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo, a aquellas que hagan los quince tibios e indiferentes.’ Presentó a Jesús las dificultades que tenían algunas almas de confesarse en sábado y pidió que fuese válida la confesión de ocho días. Jesús respondió: ‘- Si, puede ser de muchos días más todavía, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención desagraviar al Inmaculado Corazón de María.’ - Jesús mío, ¿y las que olviden tener esta intención?’ ‘- Pueden hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de confesarse.’ Después de eso, el Niño Jesús desapareció sin decir nada más.
La parte más notable de la primera aparición en Pontevedra es la promesa incomparable hecha por Nuestra Señora: a todos aquellos que hagan la devoción reparadora de los Cinco Primeros Sábados, bajo las condiciones requeridas, “yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas”. Esta gracia asombrosa, de la cual incluso las almas más santas no pueden estar seguras, se promete incondicionalmente a todos aquellos que hagan esta devoción. Esto sirve como indicación del gran poder de intercesión que Dios ha otorgado a la Santísima Virgen para la salvación de las almas. El confesor de Lucía le hizo más tarde una serie de preguntas sobre las apariciones de Pontevedra. Una de las preguntas fue: ¿Por qué cinco sábados y no nueve o siete, en honor de los Dolores de Nuestra Señora? Luego de recibir las preguntas, ella pidió a Nuestro Señor la ilustrara sobre las respuestas, que unos pocos días más tarde ella dio a su confesor. Esto es lo que ella le escribió: “Cuando estaba en la capilla con Nuestro Señor, parte de la noche del 29 al 30 de mayo de 1930, (nosotros sabemos que tenía el hábito de hacer una hora santa de once de la noche hasta la medianoche, especialmente la noche de los jueves, de acuerdo a los pedidos del Sagrado Corazón en ParayleMonial) Le hablé sobre las preguntas cuatro y cinco, y repentinamente me sentí más íntimamente dominada por la Presencia Divina y, si no estoy equivocada, esto es lo que me fue revelado: ‘Hija mía, la razón es simple. Hay cinco tipos de ofensas y blasfemias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María:
‘Blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
Blasfemias contra Su Virginidad Perpetua.
Blasfemias contra Su Divina Maternidad al rechazar, al mismo tiempo, reconocerla como la Madre de los hombres.
Las blasfemias de aquellos que tratan de sembrar públicamente en los corazones de los niños indiferencia o desprecio, o aun odio por esta Madre Inmaculada.
Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en Sus Santas imágenes.
‘Allí, hija Mía, está la razón por la que el Inmaculado Corazón de María me inspiró a pedir este pequeño acto de reparación, y en consideración a él, a mover Mi misericordia para perdonar a las almas que han tenido la desgracia de ofenderla. En cuanto a ti, procura incesantemente, por tus oraciones y sacrificios, mover Mi misericordia con esas pobres almas.’
De entre los pecados más abominables, está la ofensa al Inmaculado Corazón de María, puesto que constituye la Nueva Arca de salvación dada por Dios a los hombres y si estos la desprecian, rechazan la salvación de Dios ofrecida en Cristo Jesús. Es uno de los crímenes más horrendos el despreciar a Su Santísima Madre y ultrajar Su Inmaculado Corazón, que es el santuario del Espíritu Santo.
En 1929, cuando Nuestra Señora apareció en Tuy, Ella confirmó la necesidad de esta devoción, que pidió en Pontevedra con estas palabras: “Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir reparación; sacrifícate por esta intención y reza”. Nuestra Señora afirma con tristeza que muchas almas se pierden a causa de su desprecio y blasfemias contra Ella. Y sin embargo es Ella quien interviene por ellas, pidiendo nuestra cooperación, a través de la pequeña devoción de reparación de los Cinco Primeros Sábados. Sin ir más lejos, sólo en las últimas semanas se registraron al menos tres ataques contra la Virgen, en diversas partes del mundo: https://www.aciprensa.com/noticias/atacan-con-explosivo-imagen-de-la-virgen-maria-en-espana-76406/; https://infovaticana.com/2017/04/26/lesbianas-profanan-la-imagen-la-virgen-montserrat/; http://www.elancasti.com.ar/info-gral/2017/4/8/profanaron-imagen-virgen-valle-331403.html
Entonces, por medio de esta devoción, Nuestro Señor nos concede un medio seguro y fácil de convertir las almas que están en peligro de ser perdidas eternamente, y de consolar al mismo tiempo al Corazón Inmaculado de María, ultrajado permanentemente por los hombres. La salvación de las almas es así entonces uno de los grandes propósitos de la práctica de la devoción de los Cinco Primeros Sábados, anticipado ya por Nuestra Señora en su Aparición del 19 de agosto de 1917, cuando Ella les pidió que rezaran e hicieran sacrificios por los pecadores.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Las Apariciones del Ángel de Portugal y su contenido eucarístico, como preludio a las Apariciones de la Virgen en Fátima


El contenido eucarístico de las apariciones del Ángel de Portugal

Las Apariciones de la Virgen en Fátima, una de las más grandes manifestaciones marianas de todos los tiempos, estuvieron precedidas por las apariciones de un ángel, el Ángel de Portugal o Ángel de la Paz, tal como él mismo se presentó. El contenido de estas apariciones está estrechamente relacionado con el contenido del mensaje de la Virgen y de tal manera, que se puede decir que sirven como una preparación espiritual para lo que la Virgen habría de manifestarles. Las apariciones del Ángel sucedieron a fines del año 1916, meses antes de la primera manifestación de la Virgen, en Mayo de 1917.
Recordaremos las tres apariciones, en su orden cronológico, y meditaremos brevemente en el contenido o mensaje sobrenatural que las mismas contienen. Si bien sucedieron hace cien años, son a-temporales, en el sentido de que el mensaje sobrenatural es válido para los hombres de todos los tiempos, y también de todas las edades y razas.
El Ángel de Portugal o Ángel de la Paz se les apareció, en total, tres veces a los pastorcitos. No se conoce la fecha exacta de la primera aparición, la cual sucedió “en la primavera de 1916”, según lo manifiesta Sor Lucía, a quien pertenecen las descripciones de estos eventos sobrenaturales.

1.     Primera aparición del Ángel.

Esta primera aparición es narrada así por la Hermana Lucía: “No recuerdo exactamente los datos, puesto que en aquel tiempo no sabía nada de años, no de meses ni tampoco de los días de la semana. Me parece que debe haber sido en la primavera de 1916 que nos apareció el Ángel por primera vez en nuestro “Loca de Cabeco”. Hacía poco tiempo que jugábamos, cuando un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar la vista para ver lo que pasaba, pues el día estaba sereno. Vemos, entonces, que, desde el olivar se dirige hacia nosotros la figura de la que ya hablé. Jacinta y Francisco aún no la habían visto, ni yo les había hablado de ella. A medida que se aproximaba, íbamos divisando sus facciones: un joven de unos 14 ó 15 años, más blanco que la nieve, el sol lo hacía transparente, como si fuera de cristal, y de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros, dijo: – ¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo. Y arrodillándose en tierra, dobló la frente hasta el suelo y nos hizo repetir por tres veces estas palabras: “¡Dios mío! Yo creo, espero, os adoro y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no esperan, no adoran y no os aman”. Después, levantándose, dijo: “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”. Sus palabras se grabaron de tal forma en nuestras mentes, que jamás se nos olvidaron. Y, desde entonces, pasábamos largos ratos así, postrados, repitiéndolas muchas veces, hasta caer cansados”[1].
Una primera consideración es la edad de los destinatarios: son niños, con poca instrucción escolar, que incluso están ayudando, con su humilde trabajo –pastoreando las ovejas-, a la economía familiar. El hecho de que sean niños, nos recuerda lo que dijo Jesús en el Evangelio: “Quien no se haga como niño, no puede entrar en el Reino de los cielos”. Es decir, la niñez es una etapa privilegiada para Dios, y tanto, que quien no sea como niño, no podrá entrar jamás a gozar de la contemplación de las Tres Divinas Personas, que es en lo que consiste la felicidad eterna. Ahora bien, ¿en qué consiste esta “infancia espiritual”? Ante todo, que no es sinónimo de infantilismo, sino propiamente, de que el alma posea en sí los mejores atributos de la niñez, principalmente, la inocencia y la pureza, la ausencia de mala intención. Otro elemento a tener en cuenta es que esta “infancia espiritual”, de la que hablan muchos santos, entre ellos, Santa Teresita del Niño Jesús, no es el producto de un esfuerzo de ascesis humana, sino que es consecuencia de la gracia santificante en el alma, que transmite al hombre la inocencia, la pureza, el candor y la bondad del Ser divino trinitario. Esta infancia espiritual concedida por la gracia es absolutamente necesaria para recibir luego los dones y gracias que posteriormente Dios concede al alma; si no existe la inocencia de la infancia espiritual, no puede actuar la gracia, ya que la soberbia y el orgullo, o la impureza, lo impiden.
El Ángel que se les aparece toma una forma corpórea, aunque por su naturaleza puramente espiritual no poseen cuerpo, y la razón es que, a partir de la Encarnación del Verbo, que por esto mismo asume la naturaleza humana y se manifiesta como hombre, como ser humano, los ángeles, cuyo Rey es el Verbo Encarnado, se manifiestan igualmente como hombres, como seres humanos, aunque propiamente no lo sean, para secundar a su Rey, Cristo Dios, Dios Hijo encarando. La juventud y belleza del ángel son consecuencia de la gloria de Dios en los espíritus angélicos, que en los hombres mortales se anticipa con la gracia santificante y que comunica, sea al hombre que al ángel, la belleza y la eterna juventud. De hecho, en el cielo, según Santo Tomás y el Catecismo de la Iglesia Católica, los bienaventurados serán eternamente jóvenes, con sus cuerpos resplandecientes de la gloria divina, sin enfermedad ni dolor alguno, y todo como consecuencia de la gloria de Dios que, rebalsando del alma, se vierte sobre el cuerpo y lo glorifica. La belleza y la juventud del ángel de luz se contrapone con el aspecto de los ángeles caídos que, privados de la gracia y de la gloria divina, son extremadamente horribles, al punto de adquirir las formas verdaderamente monstruosas, de animales desconocidos para el hombre. La extrema fealdad del Demonio es la consecuencia del rechazo de aquello que le daba belleza y hermosura, y que es la gracia y la gloria de Dios.
En cuanto al nombre, es el mismo Ángel quien les dice su nombre, presentándose como el “Ángel de Portugal” o “Ángel de la Paz”. Esto es llamativo y concuerda con la doctrina católica, que enseña que todo grupo, sea familiar o, como en este caso, nacional, posee un ángel custodio –con lo cual también nuestra amada Patria Argentina tiene su ángel custodio, el Ángel Custodio de Argentina[2]. El Ángel se presenta como “Ángel de la Paz”, característica que se supone no como exclusiva del Ángel de Portugal, sino como propia de todo ángel de luz, que milita en el ejército celestial bajo las órdenes del Rey de los ángeles, Cristo Jesús, y de María Inmaculada, Reina de los ángeles. Son todos “ángeles de la paz”, porque poseen por participación y comunican la Paz verdadera, la Paz de Cristo.
Otro elemento en esta primera aparición y el más importante, es no solo la oración que el Ángel les enseña, sino también la postura corporal, puesto que se arrodilla y dobla la frente hasta el suelo para rezar, lo cual es signo de la adoración debida a Dios Uno y Trino, que no solo debe ser interior, sino también acompañarse por el gesto externo por excelencia de la adoración, que es el arrodillarse y, además, tocar el suelo con la frente. El Ángel les enseña una oración de reparación a Dios, por la malicia e indiferencia de los hombres que “no creen, no esperan, no adoran y no aman”: “¡Dios mío! Yo creo, espero, os adoro y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no esperan, no adoran y no os aman”. El Ángel les hace notar a los niños que sus oraciones no solo no serán vanas, sino que los mismo Jesús y María en persona, están esperando atentamente esas oraciones de reparación: “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”.
Esta oración de adoración y reparación es necesaria por cuanto el hombre, y mucho más en este siglo XXI, ha reemplazado al Dios Verdadero y Único, Dios Uno y Trino, por una multitud de ídolos neo-paganos, ídolos falsos que se entronizan en el corazón del hombre, en el lugar debido únicamente a Dios Trinidad.

2.     Segunda aparición del Ángel.

La segunda aparición del Ángel tuvo lugar en el verano de 1916, y es así como la relata Sor Lucía: “Pasado bastante tiempo, en un día de verano, en que habíamos ido a pasar el tiempo de siesta a casa, jugábamos al lado de un pozo que tenía mi padre en la huerta, a la que llamábamos “Arneiro”. De repente vimos junto a nosotros la misma figura o Ángel, como me parece que era, y dijo: “¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Santísimos Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios”. “¿Cómo nos hemos de sacrificar?”, le pregunté. “En todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio como acto de reparación por los pecados con los que Él es ofendido y como súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra Patria la paz. Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad, con sumisión, el sufrimiento que el Señor os envíe”[3].
En esta segunda aparición, el Ángel insiste con la oración, a la que le agrega el sacrificio, que es tanto activo, como pasivo, porque consiste en ofrecer las tribulaciones que nos sobrevienen y que no dependen de nosotros: “Rezad, rezad mucho (…) Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios (…)”. Estos sacrificios, que pide el Ángel, son, como hemos dicho, activos, cuando el alma los ofrece por propia voluntad, aunque también son pasivos, cuando algo acontece y el alma, en vez de quejarse, ofrece a Dios la tribulación: “En todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio”. Y la razón del sacrificio, es también la reparación, por la ingratitud, indiferencia y malicia de los hombres para con el sacrificio redentor de Jesucristo y pidiendo la conversión de quienes ofenden a Dios: “(…)n ofreced a Dios un sacrificio como acto de reparación por los pecados con los que Él es ofendido y como súplica por la conversión de los pecadores”.

3.     Tercera aparición del Ángel

Es relatada así por Sor Lucía: “Después que llegamos, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: “¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo, etc.”. No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando vimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que pasaba y vimos al Ángel, que tenía en la mano izquierda un Cáliz, sobre el cual había suspendida una Hostia, de la que caían unas gotas de Sangre dentro del Cáliz. En Ángel dejó suspendido en el aire el Cáliz, se arrodilló junto a nosotros, y nos hizo repetir tres veces: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores”. Después se levanta, toma en sus manos el Cáliz y la Hostia. Me da la Sagrada Hostia a mí y la Sangre del Cáliz la divide entre Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo: “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”. Y, postrándose de nuevo en tierra, repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: “Santísima Trinidad… etc.”, y desapareció. Nosotros permanecimos en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras; y cuando nos levantamos, vimos que era de noche y, por tanto, hora de irnos a casa”[4].
Esta tercera aparición es, evidentemente, propiamente eucarística y asombra por lo que contiene: el Ángel da la comunión a los pastorcitos, pero antes adora a la Trinidad, dejando la Eucaristía y el cáliz en el aire y arrodillándose junto con los niños. En la oración se adora a la Trinidad y se hace referencia a la Presencia de Jesucristo en la Eucaristía, al tiempo que se ofrece su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en reparación. ¿Por qué nombra a la Trinidad y la adora, si el que está Presente en la Eucaristía es Dios Hijo? Se debe a la “circuminsesio”, esto es, la Presencia concomitante de las Tres Personas en donde está una de ellas. En la Eucaristía, el que está en Persona es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, pero como donde está una están las otras, también están el Padre y el Espíritu Santo, de ahí que el ángel dirija la adoración a la Trinidad. Con respecto a la reparación antes de la comunión, surge la pregunta acerca de qué es lo que hay que reparar, y la respuesta está en las palabras del Ángel. En efecto, este hace mención a los “ultrajes, sacrilegios e indiferencias” con los cuales Jesús Eucaristía es “ofendido”. Nuevamente se pide también por la conversión de los pecadores, ofreciendo para ello los méritos de los Sagrados Corazones de Jesús y María: “Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores”.
La tercera aparición es una muy fuerte declaración de la verdad acerca de lo que la Iglesia enseña sobre la Eucaristía: es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y esto en virtud de la Transubstanciación, ocurrida en la Santa Misa, con lo que no es un mero pan bendecido, tal como lo sostienen otras iglesias. El Ángel les dice que lo que les da a comulgar es el “Cuerpo y Sangre de Jesucristo”, y vuelve a hacer mención de la palabra “ultraje”: “horriblemente ultrajado por los hombres ingratos”. Aún más, resume todas estas acciones de los hombres en contra de Jesús Eucaristía con un calificativo muy fuerte: “crímenes”: “Reparad sus crímenes y consolad a Dios”. Es un calificativo muy fuerte y muy duro, pero que describe exactamente la realidad de la malicia del hombre hacia la Eucaristía: la indiferencia, el ultraje y el sacrilegio, son crímenes, con lo cual los hombres nos convertimos en verdaderos delincuentes delante de los ojos de Dios, porque son los delincuentes los que cometen crímenes. Cada vez que, por lo menos, comulgamos indiferentemente, siendo fríos al Amor de Dios donado en la Eucaristía cometemos un “crimen”, tal es como lo percibe Dios en su infinito Amor a nuestro desamor hacia la Eucaristía. Pero también es cierto lo contrario: quien comulga con fe, con amor, con devoción, con piedad, consuela a “nuestro Dios”, el Dios de la Eucaristía, Jesucristo, por el desamor y la frialdad propias y de nuestros hermanos.
Un signo muy importante es la adoración, con el rostro en tierra, del Ángel, ante la Eucaristía: es el mismo Ángel quien nos da ejemplo de cómo adorar la Eucaristía al postrarse en tierra para adorar la Presencia Verdadera, real y substancial de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. El Ángel adora el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo presentes en la Eucaristía, y luego de adorar la Eucaristía, les administra sacramentalmente en la boca el Cuerpo y la Preciosísima Sangre del Señor. Éste es el ejemplo del Ángel: adorar en cuerpo y alma la Eucaristía, porque contiene verdadera, real y sustancialmente al mismo Jesucristo Señor nuestro.
La plegaria reparadora del Ángel se relaciona también con el Santo Sacrificio de la Misa, que es donde se confecciona la Eucaristía. La santa Misa es el sacrificio de Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, ofrecido en nuestros altares en memoria del Sacrificio de la Cruz. La Misa es el mismo Sacrificio que el de la Cruz, porque en él se ofrece y sacrifica el mismo Jesucristo, aunque de un modo incruento, es decir, sin padecer o morir como en la Cruz. Profundas enseñanzas del Ángel de Portugal: reverencia, adoración, oración y reparación a Jesús presente en la Hostia consagrada. Nos enseña a adorar y reparar por encima de todo, ahí donde el amor no es amado: donde no es apreciado, donde es humillado, pisoteado y ofendido. Donde el Amor Eucarístico es profanado en lo oculto, en misas negras y en sectas satánicas, donde es vejado y despreciado o bien donde es recibido en la comunión con un corazón frío, indiferente, o incluso en pecado mortal. Nos enseña el Ángel Guardián de Portugal a respetar, adorar y amar profundamente a Jesús Eucarístico en cada Hostia profanada, en cada corazón que está en pecado y sin amor por Él, a reparar por quienes comulgan con un corazón frío, en quienes lo reciben sin siquiera pensar en Él.



[1] Cfr. Hermana Lucía, Memorias, Segunda Memoria.
[2] Hay una oración para el Ángel Custodio de Argentina, realizada por la Conferencia Episcopal Argentina.
[3] Cfr. Hermana Lucía, Memorias, Segunda Memoria.
[4] Cfr. ibidem.