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viernes, 10 de febrero de 2017

Nuestra Señora de Lourdes y su mensaje para nuestros días


El 11 de febrero de 1858, tres niñas: Bernadette Soubirous acompañada de su hermana y de una amiga, se dirigen a la Gruta de Massabielle, al borde del Gave, para recoger leña, ramas secas y pequeños troncos[1]. Mientras se está descalzando para cruzar el arroyo, oye un ruido como de una ráfaga de viento, levanta la cabeza hacia la Gruta, describiendo así la aparición de la Virgen: “Vi a una Señora vestida de blanco: llevaba un vestido blanco, un velo también de color blanco, un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie”. Hace la señal de la cruz y reza el rosario con la Señora. Terminada la oración, la Señora desaparece de repente.
El miércoles 24 de febrero, la Virgen le dice: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!”.
El jueves 25 de marzo, aunque no hace florecer el rosal silvestre que había pedido el párroco como prueba de la veracidad de las apariciones, la Virgen revela su nombre. Así dice Bernardita: “Levantó los ojos hacia el cielo, juntando en signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me dijo: que “Soy la Inmaculada Concepción”.
¿Qué mensajes nos deja la Virgen, con su aparición en Lourdes?
Podemos resumirlos en los siguientes puntos:
Es una confirmación, por parte del cielo, de la verdad de la Virgen María, acerca de su Inmaculada Concepción y, por otro lado, de que el Magisterio de la Iglesia está guiado e iluminado por el Espíritu Santo, porque el dogma había sido declarado cuatro años antes por Pio IX (1854). Al mismo tiempo, la Virgen se presenta, para nosotros, como Madre y modelo de pureza, tanto corporal –según el estado de vida: virginidad, castidad, celibato, continencia; al respecto, el católico debe abstenerse de concurrir a espectáculos inmorales como los corsos y carnavales, en donde se ofenden el pudor, la modestia, la pureza y se multiplican las posibilidades de profanar el cuerpo, "templo  del Espíritu Santo"-, como espiritual –nuestra fe debe ser pura como la Virgen y no contaminarse con cultos paganos y diabólicos, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, o San La Muerte.
Otro mensaje que nos deja la Virgen es que nos demos de cómo agrada a Dios la pureza y la humildad de corazón, que era algo característico de Santa Bernardita. La Virgen se revela a una joven casi analfabeta, dándole a conocer uno de los más grandes misterios de la Iglesia Católica, su Concepción Inmaculada. Bernardita casi no sabía leer ni escribir, y además el dogma había sido proclamado pocos años antes[2], de manera que no tenía forma de saberlo. Con esta revelación, la Virgen nos demuestra que no se necesita ser graduado en teología ni tener grandes estudios científicos para conocerla a Ella y a su Hijo, sino que todo depende de la gracia de Dios: Dios se da a conocer a quien Él quiere, y lo que lo atrae es la humildad, la pureza y la sencillez de corazón. Dios no se revela a un corazón soberbio, arrogante, orgulloso, lleno de cosas del mundo. Otra virtud importante de Santa Bernardita es la pobreza, tanto de corazón, como material: la pobreza de corazón quiere decir que necesitamos de la riqueza de Dios y su gracia; la pobreza material –la familia de Bernardita era muy pobre, apenas tenían para comer-, quiere decir que no debemos ambicionar dinero, oro, ni riquezas terrenas, sino tener solo lo justo y necesario, puesto que nuestro tesoro es el cielo, y ahí debe estar nuestro corazón.
Otro mensaje muy importante es el de la Cruz, necesaria para ganar la vida eterna. La Virgen le dice a Bernardita: “Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro”. Esto nos enseña que no debemos buscar la felicidad en esta vida, ni en las cosas pasajeras de esta vida, sino en las cosas del cielo, y el camino que nos lleva al cielo no es otro que Jesús crucificado. La Virgen nos enseña que la verdadera y única felicidad está en la Cruz de Jesús, porque por ella tenemos el camino asegurado al cielo, en donde está nuestra alegría y felicidad.
Otro mensaje que nos deja la Virgen en Lourdes es la necesidad de rezar el Santo Rosario, porque en todas las apariciones, la Virgen vino con su Rosario. Ella también prometió que ninguna gracia que se pida a través del Rosario, dejaría de ser concedida, por eso es que el católico, si necesita algo de Dios, debe pedirlo a través del Santo Rosario, y jamás acudir a magos, brujos, hechiceros, que son servidores del Demonio, además de nunca dar lo que prometen, porque no pueden hacerlo.
Por último, la Virgen en Lourdes nos deja un mensaje muy importante, tal vez el más importante, junto al de la oración, y es la necesidad de hacer penitencia, como modo de reparar por la maldad de nuestros corazones. Si no sabemos cómo hacerlo, la Virgen nos da un ejemplo: le pide a Santa Bernardita que se arrodille y bese el suelo, además de buscar agua con la boca: es una forma de auto-humillación que, unida a la humillación de Jesús en la Cruz, obtiene la conversión y salvación de los pecadores. Nos enseña también que no debemos buscar ser alabados y aplaudidos por los hombres, sino que debemos buscar la única gloria que necesitamos para ir al cielo, y es la gloria de la Cruz de Jesús.




[1] http://forosdelavirgen.org/534/nuestra-senora-de-lourdes-francia-11-de-febrero/
[2] Solo cuatro años antes, en 1854, el papa Pío IX había declarado aquella expresión como verdad de fe, un dogma.

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