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miércoles, 13 de julio de 2016

María Rosa Mística y el significado de las tres rosas


         ¿Qué significan las tres rosas?
         Representan virtudes de la Virgen, que Ella quiere que las vivamos y las practiquemos nosotros, sus hijos. Veamos cada una de ellas, brevemente.
         La Rosa Blanca: significa la pureza de cuerpo y alma, es decir, la castidad y la fe  pura y limpia, sin contaminaciones con supersticiones. La pureza del cuerpo, porque la Virgen es la Purísima, por estar inhabitada por el Espíritu Santo desde el primer instante de su Inmaculada Concepción; el cristiano debe conservar la pureza de su cuerpo, porque el cuerpo es “templo del Espíritu Santo”, y profanar el cuerpo, es profanar a la Persona del Espíritu Santo, dueña de ese cuerpo.
         La pureza del alma, porque la Virgen, siendo Ella concebida sin mancha de pecado original, fue Purísima de cuerpo y alma, porque era la Llena de gracia. Así, el cristiano debe también conservar su alma siempre pura, en gracia, a imitación de la Virgen.
         La Rosa Roja: significa sacrificio, y la Virgen es ejemplo de máximo sacrificio por amor a Dios, porque Ella ofreció a su Hijo Jesucristo al Padre, estando al pie de la cruz, para nuestra salvación. Al pie de la cruz, la Virgen tenía su Inmaculado Corazón traspasado por una espada de dolor, la espada de dolor que le había profetizado el anciano Simeón, porque el Hijo de su amor, Jesús, moría en la cruz. Sin quejarse, la Virgen ofreció a su Hijo al Padre para nuestra salvación, y así ofreció el sacrificio de su Hijo y el sacrificio de Ella misma, por eso es Corredentora. A imitación suya, los cristianos debemos ofrecer sacrificios que, como les dijo el Ángel de Portugal a los Pastorcitos, se pueden hacer “de todo” lo que nos suceda.

         La Rosa Dorada: significa adoración, y aquí también la Virgen es ejemplo de cómo adorar a Dios, porque Ella adoró a su Hijo Jesús, Dios Hijo encarnado, desde el instante mismo de la Encarnación, convirtiéndose así en el Primer Sagrario y Custodia viviente del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. A imitación de la Virgen, todos los cristianos debemos adorar a Jesús Eucaristía, Presente en Persona con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Hostia consagrada.

sábado, 9 de julio de 2016

Nuestra Señora de Itatí


         La imagen y la devoción de Nuestra Señora de Itatí constituyen una evidente manifestación divina, que por medio de la Madre de Dios, bajo la advocación de la “Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí”, acude en auxilio de las almas que no conocen la Luz de Dios, Jesucristo, y viven inmersas en las oscuridades del paganismo. Desde sus inicios, el amor maternal de María Santísima se hizo evidente por medio de numerosos signos y prodigios obrados a través de la imagen -tallada en madera por un indígena del Alto Paraná[1]-, como por ejemplo, cuando después de haber desaparecido la imagen, luego de una incursión de los indios, fue también un grupo de indios el que la encontró “sobre una piedra (Itatí en guaraní significa “punta de piedra”) rodeada de una luz muy brillante y acompañada de una música sobrenatural”[2], quedando cautivados por la hermosura de María, que de esa manera milagrosa se les manifestaba exteriormente, pero sobre todo, la Madre de Dios se daba a conocer interiormente, por la gracia, en el alma y en el corazón de cada uno de los indígenas que habían descubierto su imagen.
Después de ser trasladada a la nueva y definitiva reducción en 1615 –la cual tomó el nombre de “Pueblo de Indios de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí”- que con el tiempo, comenzó a conocerse simplemente como Itatí, fueron constantes tanto los milagros como las transfiguraciones de la sagrada imagen, tal como lo relatan los historiadores: “En la Semana Santa de 1624 tiene lugar la primera transfiguración de la Virgen, que duró varios días. Gamarra relata en un documento de la época: “… se produjo un extraordinario cambio en su rostro, y estaba tan linda y hermosa que jamás tal la había visto”. Las transfiguraciones se repitieron a lo largo de los años, y en ocasiones también se oyó esa música sobrenatural de la que habían hablado los indígenas que encontraron la imagen”[3]. Continúa el historiador: “Los milagros y las curaciones son incontables, pero quizás el más increíble y espectacular haya ocurrido en 1748. En ese año hubo un gran malón que buscaba destruir y saquear el poblado, pero cuando los indios llegaron a las puertas de Itatí, se abrió ante ellos una ancha y profunda zanja que les impedía el paso. Ante este hecho se retiraron despavoridos, y los habitantes del lugar acudieron entonces a la capilla agradecer a su Patrona”[4].
Sin embargo, podemos decir que los milagros más resonantes de la Virgen de Itatí no son los visibles, como las transfiguraciones, músicas sobrenaturales y movimientos de tierra, sino las conversiones interiores del corazón, que por la acción de la Madre de Dios, se convertían, desde la oscuridad del paganismo, a la Luz de Dios, Jesucristo, Luz eterna e Increada.
Nuestra Señora de Itatí fue, de esta manera, el alma de la evangelización, pues a través de Ella, Mediadora de todas las gracias, la Iglesia, por medio de los religiosos de diversas órdenes, no solo rescató a los pueblos indígenas del paganismo, de la barbarie, la poligamia y la idolatría, sino que les llevó la Buena Noticia de Jesucristo, el Hombre-Dios, el Redentor.



[1] http://www.reinadelcielo.org/nuestra-senora-de-itati-corrientes-argentina/
[2] J. L. Fontenla, Historia de Nuestra Señora de Itatí; http://www.reinadelcielo.org/nuestra-senora-de-itati-corrientes-argentina/
[3] Cfr. Fontenla, ibidem.
[4] Cfr. ibidem.