Dice el Manual del Legionario[1] que la Eucaristía es “centro y
fuente de la gracia” y un “bien infinito” y por eso mismo, debe estar “en el
centro de la vida del Legionario”[2]. De
lo contrario –es decir, si la Eucaristía no está en el centro de la vida del
Legionario- toda actividad es vacía, todo apostolado es puro activismo que no
procede de Dios ni conduce a Dios.
El
objetivo del Legionario es “establecer el reino de la Eucaristía en los
corazones”[3].
¿Por qué? Porque la Eucaristía es Jesucristo, el Hombre-Dios, que está Presente
en el Santo Sacramento del altar con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Jesús
Eucaristía es el Rey de nuestros corazones, de los corazones de los bautizados,
de los que aman a Dios. El objetivo del Legionario es hacer que Jesús
Eucaristía reine en los corazones de todos los hombres, porque “para eso vino
Jesús, para comunicarse a las almas para poder hacer de todas ellas una sola
cosa con Él”[4].
Jesús ha venido para donarse como Pan de Vida eterna y para comunicarnos de su
vida eterna, por medio de la Eucaristía: “Yo Soy el Pan de vida que ha bajado
del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre; y el pan que Yo daré
para la vida del mundo es mi propia carne” (Jn 6, 51-52). Sin embargo, no puede
el Legionario hacer que la Eucaristía reine en los corazones de los demás, sino
reina primero en su propio corazón. Es por esto que el corazón del Legionario
debe ser como el sagrario o como el altar: así como en ellos se ama y se adora
a Jesús Eucaristía y sólo a Jesús Eucaristía, así también, en el corazón del Legionario
debe ser amado y adorado Jesús Sacramentado y sólo Jesús Sacramentado. Y al
igual que el sagrario y el altar, el corazón del Legionario debe estar limpio y
perfumado, y esto se logra por la gracia de la Confesión Sacramental.
Para
apreciar el don eucarístico, hay que considerar quién es Jesucristo. El Manual
del Legionario dice que muchos tienen a Jesucristo sólo como a un profeta
inspirado y que así “lo honran y lo toman por modelo”[5]. Sin
embargo, hay que decir que Jesús no es un mero profeta inspirado; no es un
hombre santo entre los santos, ni siquiera es el más santo de todos los hombres
santos: Jesucristo es muchísimo más que eso, porque es el Dios Tres veces
Santo, Fuente de toda santidad; Él es la santidad misma, por Quien es santo
todo lo que es santo. Y esto que es Jesucristo en su realidad celestial y
gloriosa, lo es en la Eucaristía, sólo que en la Eucaristía está oculto bajo
apariencia de pan. Jesús, el Hombre-Dios, es el Dios del sagrario y el Dios de
la Eucaristía, porque está Presente en Persona en la Eucaristía. Entonces, dice
el Manual, si nosotros, los católicos, que “profesamos la verdadera fe”,
poseemos a Jesucristo “vivo siempre en la Eucaristía” y no en el recuerdo o en
la imaginación, como sucede con otros, entonces poca disculpa merecen los
católicos que, creyendo en su Presencia real en la Eucaristía, abandonan la
Eucaristía y no se alimentan de la misma porque –voluntariamente- “viven en el
pecado”[6]. Jesús
bajó del cielo y se encarnó en María Santísima para nacer en Belén –Casa de
Pan- para donarse al mundo como Pan de vida eterna, pero muchos católicos
prefieren el pecado, antes que alimentarse del Cuerpo de Jesús Sacramentado.
Para
estos hijos, que forman parte de su cuerpo espiritual, la Virgen busca alimentarlos
con el Pan de Vida eterna, así como alimentó el cuerpo de su Hijo Jesús, porque
es Madre tanto de Jesús, como de los miembros del Cuerpo Místico de Jesús, los
bautizados. Así como una madre quiere alimentar a su hijo, que está por
desfallecer de hambre, pero no por falta de pan, sino porque no quiere comer,
así la Virgen busca y quiere alimentar, con el Pan de Vida eterna, la
Eucaristía, a sus hijos que voluntariamente lo rechazan y no quieren
alimentarse con este manjar celestial[7].
Y
es aquí en donde comienza la tarea del Legionario, el de ayudar a María
Santísima para que sus hijos alejados de la Comunión por propia voluntad,
vuelvan a alimentarse con el Pan Vivo bajado del cielo. El Legionario, dice el
Manual, “debe valerse de todos los recursos que estén a su alcance para
despertar en los hombres el conocimiento y amor al Santísimo Sacramento, y para
destruir el pecado y la indiferencia que los tienen apartados de Él”[8]. Dice
el Manual que cada comunión que el Legionario consiga hacer –previa confesión
sacramental y propósito de enmienda y de vivir en gracia, obviamente-, se
traduce en un “beneficio inconmensurable” para todo el Cuerpo Místico, porque
así como sucede con el cuerpo del hombre, que al alimentarse con un poco de
pan, se ve beneficiado no un órgano u otro, sino todo el cuerpo, así también, los
integrantes del Cuerpo Místico, se ven beneficiados tanto más, cuanto más son
los que se alimentan del Pan celestial, la Eucaristía.
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