¿Cuál es el primer fin de la Legión de María?
El
primer fin de la Legión de María es la santificación personal de sus miembros[1],
porque esta santificación es, a su vez, el medio fundamental para actuar, ya
que sólo en la medida en que el legionario posea santidad, podrá servir de
instrumento para comunicarla a los demás. Por eso el legionario debe, mediante
María, llenarse del Espíritu Santo y ser tomado por el Espíritu Santo como
instrumento de santificación, que es el modo como será renovada la faz de la
tierra[2].
Ahora bien, la santificación, para el legionario, fluye, sin
excepción, de un solo lugar, y ese lugar es el Santo Sacrificio de Jesucristo
sobre el Calvario, ya que Jesucristo es la Gracia Increada y la Fuente inagotable de toda gracia creada. Ahora bien, este hecho plantea un interrogante: si el sacrificio de Jesús sobre el Calvario es la única fuente de santificación para el legionario, ¿cómo acceder a esta fuente inagotable de gracias, puesto que este sacrificio ya sucedió hace más de dos mil años, en Palestina? ¿No resulta, por este mismo hecho, una empresa imposible la santificación? De ninguna manera, porque el Amor de Dios hace posible lo que es imposible para el hombre, y así que es el poder del Espíritu Santo el que permite que, aunque el Santo Sacrificio del Calvario haya sucedido en el tiempo y en la historia hace dos mil años, se haga presente, en su realidad ontológica y no en el mero recuerdo o símbolo, sobre el altar eucarístico y bajo el velo de las especies sacramentales. El Santo Sacrificio de la Cruz se hace presente en el altar eucarístico -permitiendo así al legionario acceder a su Fuente de santificación-, puesto que la Misa
es la renovación incruenta del mismo y único Santo Sacrificio del Calvario. Esto es posible porque si bien Jesucristo,
el Hombre-Dios, se ofreció en sacrificio en cruz hace dos mil años en el
Calvario, ese sacrificio en cruz se perpetúa, misteriosamente, en el mundo, en el tiempo y en el
espacio, por el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa[3]. La
Santa Misa no es una mera representación simbólica del Calvario, sino que pone
real y verdaderamente, en medio de nosotros, por el misterio de la liturgia
eucarística y por el poder el Espíritu Santo, el mismo Sacrificio en Cruz, sacrificio por medio del cual el Cordero de Dios, Jesucristo, nos redimió al
precio de su Sangre Preciosísima. Tanto la Cruz como la Misa son un mismo y
único sacrificio, realizados por el mismo y único Sumo y Eterno Sacerdote,
Jesucristo; por el misterio de la liturgia de la Misa, se fusionan, por así
decirlo, la Misa ofrecida en un momento determinado del tiempo, y el sacrificio
del Calvario realizado hace dos mil años, desapareciendo así la distancia de
tiempo y espacio entre el sacrificio de la Misa y el sacrificio del Calvario[4];
en ambos sacrificios, el sacerdote y la víctima son el único y el mismo,
Jesucristo; sólo difiere el modo de ofrecer el sacrificio: en la Cruz, de modo
incruento; en la Misa, de modo incruento y sacramental.
La
Misa contiene todo cuanto Cristo ofreció a su Padre en el Calvario, y todos los
frutos de santidad y todas las gracias infinitas que consiguió para los hombres
en la Cruz, y esto se debe a que la Misa y el Calvario son un mismo y único
sacrificio. Por esto mismo, quienes asisten a Misa, deben asistir con la
intención y el ánimo de ofrecerse a sí mismos como víctimas en la Víctima
Inocente; es decir, quien asiste a Misa –y mucho más, el legionario-, no debe
asistir de modo “pasivo”, sino “activo”, pero la actividad no consiste en
movimientos exteriores, sino más bien en la oblación espiritual interior, por
medio de la cual se ofrece todo el ser a los pies de Jesús crucificado, que se
hace presente en el altar eucarístico, a través de las manos de la Virgen, que
se encuentra de pie, al lado de la cruz, y presente en persona en la Santa
Misa, así como estuvo de pie, al lado de la cruz, y presente en persona, en el
Santo Sacrificio de la Cruz, hace dos mil años, en Palestina.
El
legionario que desee, por lo tanto, santificarse, y santificar a los demás –en esto,
por otra parte, consiste el fin de la Legión de María-, debe acudir a la Santa
Misa, teniendo en la mente y en el corazón qué cosa es la Santa Misa y con qué
clase de intención y de ánimo oblativo debe asistir. Y es por este mismo motivo
que la Legión exhorta a los legionarios a que concurran, de ser posible, a la
Misa diaria y que comulguen, de ser posible, todos los días[5].
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