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miércoles, 17 de diciembre de 2014

“Lo engendrado en Ella viene del Espíritu Santo”


El ángel anuncia a José en sueños

“Lo engendrado en Ella viene del Espíritu Santo” (cfr. Mt 1, 16.18-21.24a). El ángel revela a José el origen de la concepción de María. Las palabras del ángel encierran un misterio insondable: lo engendrado en María proviene del Espíritu Santo, es decir, no se trata de modo alguno de una concepción humana.
Pero no bastan ni la afirmación directa: “Lo engendrado en Ella viene del Espíritu Santo” ni la negación indirecta: “No es una concepción humana” para abarcar, comprender, o aprehender el misterio que las palabras del ángel encierran.
El ángel le dice a José que lo que ha sido engendrado en María viene del Espíritu Santo, con lo cual descarta de plano cualquier concepción de origen humano. Pero el misterio es demasiado grande para ser encerrado en las palabras del anuncio del ángel.
¿Cuál es el alcance de las palabras del ángel? El ángel revela a José algo inconcebible para la mente humana o angélica: el Hijo eterno del Padre, el Verbo pronunciado eternamente por el Padre, se encarna, asume un cuerpo humano, en el seno virgen de María. El Verbo eterno, que procede eternamente del Padre,  se encarna en un cuerpo humano, asumiéndolo en su Persona divina, tomándolo como propiedad suya, para ser ofrendado  en sacrificio como el Cordero de Dios, como el Pan de Vida eterna.
Dios, que es Trino en Personas, convierte el seno virgen de María en Templo y Morada del Verbo Encarnado, del Hijo de Dios humanado sin dejar de ser Dios, que entra en el tiempo, procediendo eternamente del Padre, para cumplir su misterio pascual de muerte y resurrección, misterio por el cual no sólo quitará los pecados del mundo, sino que donará el Espíritu Santo a la humanidad.
El seno virgen de María se convierte, por el poder del Espíritu Santo, por el querer del Padre y por la amorosa obediencia del Hijo, en el Sagrario y Tabernáculo que custodia a la Palabra eterna del Padre, hecha carne. Es el Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, quien ha obrado este prodigio admirable de la Encarnación del Verbo.
Lo engendrado en Ella viene del Espíritu Santo, viene del Amor de Dios Trino, es obra del Amor divino, no del amor humano esponsal –por el contrario, el amor esponsal es santo porque es imagen y símbolo del amor esponsal de Cristo Esposo por su Iglesia Esposa-, y el misterio no va en desmedro del amor esponsal, sino que es inevitable su comparación para caer en la cuenta de la inmensidad del amor divino puesto en esta obra de la Encarnación del Verbo.
“Lo engendrado en Ella viene del Espíritu Santo”, quiere decir entonces, lo engendrado en Ella viene del Amor purísimo de Dios, no del amor humano, y viene del Amor de Dios para donar a los hombres el Amor divino.
         Lo engendrado en María, que viene del Espíritu Santo, es el cuerpo del Hombre-Dios, Pan de Vida eterna. Si las palabras del ángel encierran un misterio insondable e incomprensible, no se agotan en la concepción virginal de María, ya que lo sucedido en María es figura de lo que sucede en la Iglesia.
Así como en María, por el poder del Espíritu Santo, fue engendrado el cuerpo humano del Verbo del Padre para que este se encarnase y se donase al mundo como Pan de Vida eterna, así, por el poder del Espíritu Santo, comunicado por el sacerdocio ministerial, se engendra, en el seno virgen de la Iglesia, el cuerpo resucitado de Jesús Eucaristía, Pan de Vida eterna.
         Lo engendrado en María viene del Espíritu Santo; lo engendrado en la Iglesia, el cuerpo de Jesús Eucaristía, Dios eterno encarnado, viene del Espíritu Santo.

         Las palabras humanas no alcanzan para ni siquiera vislumbrar mínimamente la inmensidad del misterio que encierran las palabras del ángel.

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