“Concebirás y darás a luz un hijo” (cfr. Lc 1, 26-38). El anuncio del ángel a
María, en la sencillez y parquedad de las palabras, encierra un misterio tan insondable
y tan inmensamente grande, que cambia la historia de la humanidad para siempre.
No sólo confirma a María como a la
Madre de Dios, sino que anuncia un cambio radical para toda
la especie humana de todos los tiempos.
No sólo María se
convierte en Madre de Dios; no sólo Dios Hijo se encarna en su seno virginal
llevado por el Espíritu Santo a pedido del Padre, sino que toda la realidad
humana queda centrada en la Trinidad[1].
Por la
Encarnación del Logos del Padre se produce un hecho
impensable para la humanidad, mucho más grande que si el cielo, con todo su
esplendor, bajase a la tierra y convirtiera a la tierra en un Paraíso o en el
cielo mismo. Por la
Encarnación , Dios Hijo desciende a este mundo, pero para
conducir al mundo al seno de Dios Trino, en la unión espiritual y en el Amor de
la Trinidad.
Por la
Encarnación , toda la especie humana ingresa en un nuevo orden
de cosas, en un nuevo estado, se orienta hacia un nuevo fin, un nuevo destino; un
destino y un fin completamente trascendentes e impensados para la criatura
humana, y es el destino y el fin de la amistad con las Personas de la Trinidad , el destino y el
fin de la comunión interpersonal con Dios Trino, con las Tres Divinas Personas
de la augusta Trinidad.
El descenso de Dios Hijo al seno virgen de María y la
unión personal con la humanidad, tiene como fin último el ascenso de la
humanidad al seno de la
Trinidad : la humanización del Verbo se prolonga con la
divinización de la humanidad, en primer lugar, la unida a Él hipostáticamente,
y luego la divinización de la humanidad que se une a Él por la gracia.
El misterio central de la Encarnación es la unión hipostática, personal, de
la Persona
del Hijo con la humanidad[2],
pero para que la humanidad se una a la Persona del Hijo y, por el Hijo, en el Espíritu,
al Padre.
Por lo mismo, la Encarnación se
convierte en el centro de una nueva realidad para la especie humana y para la Iglesia. Para la especie
humana, porque los hombres se vuelven hijos adoptivos de Dios; para la Iglesia , porque es el
lugar en donde nacen estos hijos adoptivos, y porque es el lugar en donde la
encarnación del Hijo se prolonga.
“Concebirás y darás a luz un hijo”. Porque Dios Hijo
se ha unido a la humanidad para que la humanidad se una a Dios Padre por el
Espíritu, las palabras del ángel a María se repiten y se cumplen por lo tanto
en la Iglesia ,
porque es ahí en donde la humanidad nace a la vida de Dios: la Iglesia , como Virgen
fecundada por el Espíritu Santo, engendra hijos adoptivos de Dios por la gracia
del bautismo; hijos que viven con la vida divina del Hijo Unigénito y que por
lo tanto son hijos de Dios Padre en el Espíritu.
“Concebirás y darás a luz un hijo”. También se aplican
las palabras del ángel a la
Iglesia , que concibe en su seno, el altar, al Hijo de Dios,
por el poder del Espíritu, en la liturgia eucarística.
Así como el Espíritu hizo concebir a María Virgen en
su seno al Hijo del Padre, así el mismo Espíritu, por la liturgia eucarística,
concibe, en el seno de la
Iglesia , al Hijo eterno del Padre, Jesús Eucaristía.
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