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miércoles, 23 de octubre de 2013

Los Nombres de la Virgen María (III): Nuestra Señora de Malvinas




Fiesta: 2 de abril
Descripción de la imagen
            La Virgen aparece de pie, sobre las Islas Malvinas, indicando su protección sobre las mismas, dada su condición de Patrona y Dueña de la Argentina. Aparece vestida con un poncho[1] patagónico de lana de oveja, muy abrigado, de color blanco con guardas celestes, -recordando su Inmaculada Concepción, pero también a la Bandera Argentina, cuyos colores son los de su Manto-, y una bufanda, también de lana, aunque de color marrón claro. Una túnica y un velo, ambos de color blanco, completan su indumentaria. Una característica de su ropa es que se encuentra en movimiento, agitada por el intenso y frío viento del Sur argentino, propio también de las Islas Malvinas, aunque el viento es símbolo y figura del Espíritu Santo –“Oyes el viento y no sabes de dónde viene ni adónde va (…) así es el Espíritu Santo”, dirá Jesús-, Espíritu de quien María está inhabitada. Sobre la cabeza de la Virgen, una corona de oro, símbolo de la gloria divina con la que la Madre de Dios fue asunta a los cielos; entre la cabeza y la corona, hay un espacio ocupado por un halo blanco, que refleja la santidad de la Madre de Dios, Virgen, Santa y Pura antes, durante y después del parto.
            Completan la imagen las nubes en el cielo, con un reflejo dorado, indicando el amanecer, no un amanecer cualquiera, sino el amanecer de la Patria católica protegida y amparada por su Patrona y Dueña, la Virgen María. Rodeando las Islas Malvinas, se ve el azul intenso del Océano Atlántico, hacia donde se prolonga el suelo patrio en las Islas, recordándonos el mar a su vez a Jesucristo, Señor de la historia, Rey del universo, que calma la tempestad con una sola orden de su voz.

            Significado espiritual

            Nuestra Señora de Malvinas, protectora del Ejército Argentino en Malvinas
La Virgen María, y Jesús en la Eucaristía, protegieron a nuestros soldados en Malvinas, según el relato de un capellán, testigo de los hechos[2].
Cuando los ingleses se acercaron, con su flota y su portaaviones, a Malvinas comenzaron a bombardear las posiciones argentinas. Los ingleses dominaban el aire, porque sus aviones eran mucho más avanzados que los de la Argentina, y por eso podían atacar y arrojar sus bombas con mucha facilidad.
En uno de esos ataques sucedió lo siguiente: un grupo de soldados argentinos asistía a una Misa de campaña, es decir, en pleno campo, antes de batalla. En medio de la Eucaristía apareció un avión inglés y arrojó una bomba, que cayó a pocos metros de donde estaban los soldados; mientras tanto, el sacerdote seguía celebrando la misa.
Todos sabemos que las bombas de los aviones caza son muy potentes, y que si caen a pocos metros provoca una onda expansiva que mata a todo ser vivo que se encuentre cerca, de este modo todos los soldados y el sacerdote tendrían que haber muerto, pero no pasó así: la bomba, milagrosamente no explotó, el sacerdote terminó la misa y los soldados argentinos volvieron a la batalla a seguir peleando contra los ingleses que venían a robarnos las islas.
El hecho ocurrió el 8 de mayo de 1982 durante la celebración de la Santa Misa en honor de la Virgen de Luján, y está narrado en el diario personal por un testigo ocular y presencial, el Padre Vicente —a la sazón uno de los primeros sacerdotes presentes en Malvinas—: “En momentos de la consagración, cuando elevó la Hostia, vio que venía un Sea Harrier ubicándose para bombardeo. Se arrodilló y les ordenó a todos lo que tenía al frente, ¡rodilla a tierra! Cuando estaban en esa posición, la bomba cayó detrás del último hombre, sin herir a nadie”. Agrega: “Hay dos explicaciones; una de fe y es que seguíamos teniendo protección de la Virgen. En tanto la explicación técnica era que esas bombas de 500 kilos hacen un cráter de 12 metros por 4 de profundidad. Al estallar lo hacen en forma de cono, y por lo tanto la onda expansiva salió en forma de V, sin afectar a los que estábamos muy cerca”[3].
Vemos entonces que, ya sea si la bomba no explotó, o si lo hizo “en forma de V”, ¡la Eucaristía salvó la vida de quienes asistían a la Santa Misa! Y junto con la Eucaristía, la Virgen, porque donde está el Hijo, está siempre la Madre.
También la Madre de Dios estuvo presente con su protección maternal. Según testimonios de soldados, una vez ocupada la isla, en la cabecera del aeropuerto se enterró un rosario y se puso la pista bajo la protección de la Virgen. Dice el P. Vicente: “Los ingleses le tiraron 1.200 toneladas de bombas y ninguna le dio hasta el fin de la guerra, que estuvo operable. El último avión salió de esa pista el 13 de junio a las 20 horas”[4].
¿Qué nos dicen estos prodigios ocurridos en Malvinas? Es cierto que la Argentina después perdió la batalla —pero no la guerra— y que murieron muchos soldados, pero lo que pasa es que muchas veces Dios permite la derrota de quienes tienen razón para acercarlos más a su cruz: Jesús en la cruz parece como si hubiera sido vencido, aunque en realidad, triunfó para siempre. Así pasa con los que se acercan a la cruz de Jesús, o a los que Jesús acerca a su cruz: parecen derrotados, pero en realidad han vencido, y la batalla que han vencido no es para recuperar unas islas, sino para ganar el Cielo, es decir, la contemplación de la Santísima Trinidad y la compañía, para toda la eternidad, de Jesús, la Virgen, los ángeles y los santos.     Sepamos entonces que la Santa Misa es nuestro refugio y protección contra los enemigos visibles e invisibles, pero sepamos que muchas veces Jesús quiere acercarnos más a su cruz, y es por eso que permite que algunas veces seamos derrotados, como parece estarlo Él en la cruz.

¡Nunca nos rendimos y jamás nos rendiremos: las Malvinas son Argentinas!
El 14 de Junio de 1982, el invasor inglés tomó Puerto Argentino, luego de duros combates con las fuerzas argentinas desplegadas en las Islas.
En un papel firmado por el Comandante de las fuerzas Británicas, General Jeremy Moore, y el General Mario Benjamín Menéndez, Gobernador de las Islas Malvinas, quedó decretado y firmado el alto del fuego.
Pero la sangre de los soldados argentinos que dieron sus vidas por la Patria, sangre que regó el suelo malvinense, sumada a la inapreciable valentía y heroísmo de quienes combatieron, y de quienes estaban dispuestos a hacerlo, dice otra cosa: “¡Nunca nos rendimos y jamás nos rendiremos! ¡Las Islas Malvinas son Argentinas!”.
Sepultados sus cuerpos en el fondo del mar y en la turba de Malvinas, los tripulantes del Belgrano y los heroicos soldados argentinos que murieron por defender a su Patria del agresor, gritan a los hombres, a las naciones y a la historia: “¡Nunca nos rendimos y jamás nos rendiremos! ¡Las Islas Malvinas son Argentinas!”.
Los héroes argentinos descansan con sus cuerpos, en el fondo del mar, o en el suelo de las Islas, pero sus almas están en lo alto, en el cielo, haciendo guardia junto a las estrellas, y desde allí nos repiten, una y otra vez: “¡Nunca nos rendimos y jamás nos rendiremos! ¡Las Islas Malvinas son Argentinas!”.

Oración a Nuestra Señora de Malvinas
Nuestra Señora de Malvinas,
Tú que en las Islas
Protegiste a tus hijos,
Cubriéndolos con tu manto,
Te pedimos que también a nosotros
Nos protejas y nos cuides
Del infernal enemigo que nos acecha;
Ayúdanos a vencer en la lucha
Contra las “potestades espirituales de los aires”
Para que así, triunfantes con tu auxilio,
Seamos llevados por Ti,
Luego de esta vida,
Desde la Patria Argentina
A la Patria del Cielo. Amén.



[1] El poncho, inicialmente, consiste en una pieza textil rectangular de tela de lana o tejidos en telares con lana de oveja, llama, alpaca, vicuña, etc, con una abertura en el centro, por donde se introduce la cabeza. Su contorno puede llevar flecos, ribetes o galones aplicados. Esta vestimenta fue usada por indios, gauchos, mestizos y blancos, y es de uso frecuente actualmente, tanto en abrigo para el trabajo de los hombres del campo y la montaña, así como prenda de vestir invernal para damas y caballeros de las ciudades. Fue prenda esencial para los gauchos que habitaron las llanuras argentinas, quienes se apoyaban en él para enrollarlo a su mano izquierda en un duelo criollo a cuchillo, le servía de manta en las frías noches, cuando dormía bajo algún ombú, y era el abrigo en sus recorridas a caballo. Entre los gauchos, usaban distintos nombres para distinguirlos, desde el "calamaco", poncho de lana de guanaco o de oveja, con predominio del color rojo; el "pampa", del sur de Buenos Aires y de Río Negro, de tejido basto y sin color rojo; el poncho "patria", de paño grueso azul, generalmente con el interior revestido de bayeta roja, era a la vez frazada de los troperos u otros trabajadores rurales que duermen a la intemperie.
[2] Se trata del P. Vicente Martínez. Durante muchos días fue el único sacerdote disponible para atender en la fe a miles de soldados. Tenía una agenda con día y hora de los lugares a visitar. Asegura que nunca les falló a pesar de los bombardeos y las continuas alerta rojo; cfr. P. Álvaro Sánchez Rueda, Milagros Eucarísticos. El Amor del Dios del sagrario se hace visible, Buenos Aires 2011.
[3] Cfr. Martínez, V., Dios en las trincheras, Editorial Río Negro SA; en http://www.soldadosdigital.com/2008/malvinas/malvinas04-11-08.htm.
[4] Cfr. Martínez, ibídem.

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