María es para nosotros ejemplo de todo lo bueno que podamos decir, hacer o
pensar.
De entre todas las cosas de
las que María es ejemplo, una de ellas es la de cómo recibir a la Palabra de
Dios.
Muchas veces escuchamos la
Palabra de Dios, pero esta Palabra no permanece en nosotros, porque no nos
fijamos en María.
María recibe a la Palabra de
Dios, Dios Hijo, en su seno purísimo, por el poder del Espíritu Santo, y a esta
Palabra, que es Dios Hijo, Palabra eterna del Padre, una vez recibida en su
seno, la reviste con su propia carne, la viste de Niño humano, y la alumbra
milagrosamente, para donarla al mundo.
Nosotros debemos hacer como
María: recibir la Palabra Eterna del Padre, Cristo Eucaristía, en nuestros
corazones en gracia, por el poder del Espíritu Santo, y revestirla con nuestras
propias palabras, para darla a conocer al mundo.
Es decir, así como María
concibió a la Palabra Eterna del Padre, por la gracia del Espíritu Santo, y la
revistió con su propia carne y la dio a conocer, así nosotros, por la gracia
del Espíritu Santo, debemos concebir a la Palabra del Padre, Jesucristo, por la
gracia del Espíritu Santo, que viene a nosotros en la Eucaristía; la debemos
revestir con nuestras propias palabras y conceptos, y así darla a conocer a
nuestros prójimos.
María es Madre de Dios porque
engendró a la Palabra; nosotros podemos participar de esa función maternal de
María, engendrando y concibiendo a la Palabra de Dios, Jesús Eucaristía, en
nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario