Descripción de la imagen
La imagen de la Virgen
del Milagro representa a María de pie sobre la luna en cuarto creciente
aplastando el dragón que enrosca por delante su cabeza y cola asaeteada (con
forma de flecha).
La procedencia de la imagen no está
determinada, pero su análisis muestra que la cabeza y las manos son de distinto
origen al cuerpo tallado, al que fueron añadidas.
Inicialmente la Virgen del Milagro fue una
Inmaculada de bulto completo con manto, todo tallado en madera. Esta imagen fue
labrada nuevamente para hacerla articulada y poder vestirla con indumentarias
de tela. La túnica tallada está ornamentada con finas líneas de oro sobre
pintura que simulan brocato y una ancha faja de pan de oro en su borde
inferior.
La corona de la Virgen del Milagro es una
corona inperial de oro, constituida por cerco y diademas formados por dos
rebordes en perilla y circunferencia de turquesas, con un espacio tachonado de
esmeraldas y amatistas, un orbe de Lapislázuli, y coronamiento de la cruz con
brillantes y esmeraldas.
La corona del Señor es una Real de oro de 24
kilates, con engarce de esmeraldas, rubíes y amatistas, constituida en cerco y
diademas.
El cerco está divididos en tres zonas: su
base es una circunferencia de laureles que divide un paño lisado superior,
también circular, con roleos entrelazados y espaciados por una flor de extremos
flordelisados, guarnecidos por una esmeralda, dando paso a ocho diademas,
formadas por roleos entrelazados que conforman una cuasi flor de lis en la
punta. Entre estas diademas, hay siete diademas menores con motivos fitomorfos.
Significado espiritual
Uno de los significados espirituales podemos
tomarlo de la gran cantidad de claveles y flores con los que se ornamentan las
andas del Señor y de la Virgen del Milagro: el arreglo floral del Señor del
Milagro lleva, aproximadamente, ¡diez mil claveles rojos!, y el de la Virgen,
unas ¡ocho mil flores blancas! Sin duda, una cantidad que deja pasmados, y con
un preciso sentido espiritual: el rojo, simbolizando la Sangre de Jesús,
derramada en el sacrificio de la Cruz, y recogida en el Santo Sacrificio del
Altar, en el cáliz eucarístico; el blanco, simboliza la Pureza Inmaculada de María
Santísima, que como Madre de Dios no solo jamás tuvo ni pecado original, ni
pecado venial, ni tan siquiera imperfecciones, sino que estuvo inhabitada por
el Espíritu Santo.
Con respecto a la cantidad de flores y
claveles, llama la atención la cantidad, bastante considerable, aunque cuando
se piensa en quiénes son los homenajeados, la Virgen y Jesús, se piensa que
incluso son pocas flores, ya que se merecen no sólo esa cantidad, sino todas
las flores y claveles del mundo, y si hubieran centenares de miles de mundos,
con cientos de miles de millones de flores cada uno, incluso eso continuaría
siendo poco. Además, es una pena que sólo se engalanen las imágenes una sola
vez al año, en septiembre, ya que deberían rebosar de flores todos los días del
año.
Entonces, para suplir esta carencia de flores
materiales, como cristianos podemos hacer otra cosa: puesto que las flores
simbolizan el Rosario –la palabra “Rosario” significa “conjunto de rosas”-, y
este es el conjunto de rosas espirituales que le obsequiamos a la Virgen, y a
Jesús por medio de la Virgen, podemos hacer el propósito de regalarle a la
Virgen una corona de rosas espirituales, el Rosario, todos los días.
Pero el significado espiritual principal de
Nuestra Señora del Milagro de Salta está estrechamente relacionado con los
sucesos acaecidos en septiembre del año 1592, por lo que es necesario
recordarlos brevemente. En ese entonces, el pueblo salteño recibió de regalo,
una imagen de Cristo Crucificado –el actual Señor del Milagro-, proveniente de
España. Luego de un solemne Oficio religioso, colocaron al Cristo en el Altar
de las Ánimas.
Sucedió que, con el paso del tiempo, los
salteños fueron olvidándose del Cristo, dejándolo olvidado por cien años en el
Altar de las Ánimas.
Según la tradición, la imagen de Nuestra
Señora del Milagro, la de la Pura
y Limpia Concepción, ya estaba en Salta y pertenecía a una familia patricia,
que solía celebrar la
Natividad de la Virgen María , todos los años, para el 8 de
septiembre, para lo cual trasladaban la imagen de la Virgen desde su casa a la Catedral. Providencialmente ,
esta vez la imagen quedó en el Templo unos días más. En esos días, comenzaron a
sentirse una serie de terremotos, los cuales comenzaron el 13 de septiembre de
1692; como consecuencia de los mismos, la ciudad de Esteco, en ese entonces
centro geográfico y comercial, rica y apartada de Dios, quedó arrasada en sus
cimientos (aquí se recuerda una famosa profecía, transmitida oralmente, de San
Francisco Solano: “Salta saltará, y Esteco se hundirá”).
No sucedió lo mismo con la ciudad de Salta, a
quien la protegieron el Señor y la
Virgen del Milagro.
Al comenzar los temblores en la ciudad de
Salta, la gente, desolada y atemorizada, se dirigió hacia la plaza y algunos
entraron a la Iglesia
Matriz para sacar el Santísimo Sacramento en procesión
alrededor de la plaza.
Y si este deseo de hacer una procesión con
Jesús Sacramentado era ya el inicio de la salvación, ya que ese pensamiento fue
puesto en el corazón de las gentes por el mismo Jesús, no quiso la Virgen dejar
sin su auxilio a sus hijos, y fue en este momento en donde sucedió algo, que se
interpretó certeramente como una intervención de la Virgen: los que entraron en
la Catedral para sacar al Santísimo, observaron, con asombro, que la imagen de
la Virgen se había caído de su hornacina, aunque no había sufrido ningún daño.
El hecho de encontrarse bajo el sagrario, y con su corona real caída también a
los pies del sagrario, fue interpretado a su vez como un gesto de súplica de la
Madre de Dios a su Hijo, interpretación que luego se colocó en el himno oficial
de la Virgen del Milagro, atribuyendo estas palabras: “Perdona
decías, mi Dios a este Pueblo sino la corona de Reina aquí os dejo”.
Para confirmar este signo, quiso la Virgen obrar otro
prodigio, el cual pudo ser visto por numerosos testigos: su rostro comenzó a cambiar de colores, desde el pálido blanquecino,
significando la aflicción, al color natural y la expresión serena, signos de su
protección maternal e intercesión.
Se colocó la imagen en su hornacina, y se dispuso a la celebración de la
Santa Misa, pero los temblores continuaban; fue entonces que uno de los padres
de la Compañía de Jesús, el padre José Carrión, recibió otro llamado del cielo:
sintió una voz que le decía que “mientras no se sacase al Santo Cristo,
abandonado en el Altar de las Ánimas, no cesarían los terremotos”.
El pueblo y los sacerdotes, haciendo caso de estas advertencias venidas
del Cielo, sacó en procesión al Señor y a la Virgen del Milagro, dando con esto
una señal externa de su arrepentimiento interior, dando origen de esta manera a
la grandiosa procesión que se realiza, desde entonces, todos los años.
Hay dos lecciones que nos deja la hermosa historia de Nuestra
Señora y el Señor del Milagro de Salta: la primera, la ingratitud humana, que
cuando todo parece “andar bien”, se olvida de su Redentor, dejándolo olvidado,
como sucedió con la imagen del Señor del Milagro, olvidada en el Altar de
las Ánimas, sin recibir el culto merecido. Lo que el hombre no tiene en cuenta
es que, como consecuencia de este olvido, sobrevienen al hombre toda clase de
males, representados en los terremotos que se sucedieron. Al separarse de Dios
y de su Ley, el hombre se aleja de la Fuente Increada de Amor, de paz, de luz,
de alegría y de felicidad, internándose en las más oscuras tinieblas del error,
del pecado, de la ignorancia, de la maldad y, lo peor de todo, se coloca
voluntariamente bajo las tenebrosas y negras alas del Príncipe de las
tinieblas.
Esto nos hace ver la inmensa misericordia que representa el
llamado a la conversión, por el cual Dios Nuestro Señor quiere que retornemos a
refugiarnos a la sombra de sus brazos extendidos en la Cruz. Y la Virgen, como
Madre amorosa y como Medianera de todas las gracias, acude en nuestro auxilio,
concediéndonos la luz de la gracia, para que seamos capaces de discernir el
estado del alma sin Dios, al tiempo que pone en el corazón el deseo de recibir
su gracia santificante, donada sin medida en los sacramentos, sobre todo en la
Confesión sacramental y en la Eucaristía.
Oración
a Nuestra Señora del Milagro de Salta
Nuestra Señora del Milagro de Salta,
Que intercediste ante tu Hijo
Para que cesaran los terremotos,
Desencadenados por el pecado
De los hombres ingratos,
Que obrando el mal se apartaron del Salvador;
Intercede también por nosotros,
Pobres pecadores,
Para que, fija la mirada
En la Cruz del Señor,
Permanezcamos firmes
en las tribulaciones de la vida
y, conducidos por Ti,
lleguemos un día
a la Jerusalén celestial. Amén.
Amen !!!
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