Las misteriosas
relaciones entre María Inmaculada y la Santa Sede
Entre María Santísima y la Sede de Pedro hay misteriosas
relaciones que escapan a la sola razón humana. La Santa Sede no es sólo un
organismo de gobierno de una sociedad religiosa encargada de hacer pública y
universal las fiestas de la Virgen, como por ejemplo, la de la Inmaculada
Concepción. Hay algo mucho más profundo de lo que aparece a simple vista.
¿De qué se trata?
De
que se trata, es que hay entre ambos misterios algo que los une estrecha e
indisolublemente, de manera tal que no se entienden el uno sin el otro, y ese
“algo” es de origen celestial, sobrenatural, que hace que tanto la Virgen como
la Santa Sede, señalen a la humanidad entera un nuevo destino, insospechado e
inimaginable, un destino de feliz eternidad.
Así como María Santísima, en su Concepción Inmaculada, está
señalando a la humanidad un destino altísimo, sobrenatural, que sobrepasa las
capacidades de filiación y de fraternidad de la raza humana, así la Santa Sede,
custodia del depósito de la Revelación, señala a la humanidad la vocación a
conocer una Verdad sobrenatural absoluta, que sobrepasa las capacidades y posibilidades de
conocimiento de la razón humana.
Y la conexión entre ambos misterios es que, tanto María
Santísima, como la Santa Sede, albergan en su seno al mismo Verbo de Dios, la
Sabiduría eterna encarnada, Jesucristo, Dios Hijo hecho hombre sin dejar de ser
Dios.
Así como tanto la Virgen como el Papa, señalan a toda la
humanidad, a todos los hombres de todos los tiempos, un solo Camino a recorrer,
una sola Verdad en la que creer, una sola Vida que recibir y vivir, Cristo
Jesús, el Hombre-Dios.
Y
de la misma manera a como María Santísima fue enriquecida sobremanera de manera
tal de superar en gracia a todos los ángeles y santos juntos, porque estaba
destinada a ser la Madre de Dios, así también se le otorgó la infalibilidad al
Papa, porque la Santa Sede debía conducir a todos los hombres de todos los
tiempos al conocimiento infalible de Dios como Uno en naturaleza y Trino en
Personas, conocimiento que supera infinitamente a cualquier conocimiento
posible de alcanzar por cualquier creatura, sea hombre o ángel, conocimiento
por el cual los hombres serían capaces de conocer y amar al Hombre-Dios
Jesucristo, Segunda Persona de la Trinidad encarnada para la salvación de los
hombres.
Precisamente, uno de
los más malignos artificios de Satanás consiste en tratar de destruir ambos
misterios: de María, afirmando que es sólo la madre de Jesús de Nazareth, un
hombre bueno, pero solamente hombre; y
de la Santa Sede, afirmando que su enseñanza no es infalible.
Como cristianos, jamás cedamos a la tentación de rebajar los
sublimes y grandiosos misterios que unen a María Santísima con la Santa Sede,
al nivel de la razón humana. Por el contrario, pidamos siempre la gracia de ser
iluminados de tal manera, que veamos siempre en la Virgen a la Madre de Dios, y
en el Santo Padre, al Vicario de Cristo, que nos señala, de modo infalible, el
conocimiento de Dios Trino.
He aquí la admirable conexión entre la Santa Sede y María
Inmaculada.
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