Historia del icono
En el año 1579, se incendió la casa de un soldado durante un incendio en la ciudad de Kazán. Cuando decidió construir una nueva casa en el mismo lugar de la anterior, la Madre de Dios se apareció en sueños a su pequeña hija de nueve años, llamada Matrona, y le dijo que Su ícono yacía escondido en el fondo del lugar de la casa destruida por el fuego, y la mandó a que le anunciara al arzobispo y a las autoridades locales. Sin embargo, ni el arzobispo ni las autoridades hicieron caso de las advertencias de la Madre de Dios. Entonces la Madre de Dios se apareció una vez más a Matrona. Esta vez la niña vio rayos de fuego que irradiaban de la Virgen, y escuchó una voz de trueno, la cual decía que debía volver a las autoridades y al arzobispo para advertirles acerca del ícono, y aunque fue la madre de Matrona a hablar, tampoco le hicieron caso. Habiendo regresado a la casa, comenzó a excavar en el lugar indicado, pero sin resultado. Solo cuando su hija tomó la pala fue que encontraron la sagrada imagen, sacándola de la tierra. Envuelta en un trapo rojo, se veía muy brillante, y no tenía ni rastros de haber sido dañada. Tan pronto como se difundieron las noticias acerca de la milagrosa aparición por la ciudad, el arzobispo Ieremia, acompañado por las autoridades civiles, llegó al lugar, y con lágrimas en los ojos pidió perdón a la Madre de Dios. La Sagrada imagen fue luego colocada en la Catedral de la Anunciación de Kazán.
Cómo podemos rezar con este icono de la Madre de Dios
Podemos rezar con este ícono a través de su milagro, considerando las personas que intervienen, como la niña, y luego el milagro en sí. El hecho de que la Madre de Dios se aparezca a una niña, significa que, en nuestro trato de oración para con Dios, debemos tener la inocencia de un niño; es decir, debemos dirigirnos a Dios Trino como un niño se dirige a su padre. El motivo es no porque Dios Trinidad quiera que seamos infantiles, sino que la pureza y la santidad del Ser divino, en donde no hay sombra alguna de la más mínima maldad, puesto que es bondad infinita, no admite la soberbia, el orgullo y la presunción, que son muy frecuentes en los adultos. La inocencia del niño es entonces más apropiada para recibir el mensaje que viene de la pureza del Ser divino, y es por eso que la Madre de Dios se aparece a una niña, y es por eso que, en nuestra oración, en nuestro diálogo con Dios Uno y Trino, debemos ser niños: “El que no sea como niño no entrará en el Reino de los cielos” (cfr. Mt 18, 1-5. 10,12-14). A su vez, este “ser como niños”, esta inocencia del alma, no la da el esfuerzo humano; no surge del interior del hombre: la inocencia que pide Jesús viene de la Eucaristía y de la gracia santificante. Sólo por medio de la Eucaristía y de la gracia sacramental llegaremos a ser “como niños”, como pide Jesús.
Más para rezar
El otro elemento para rezar es el milagro por el cual este es descubierto: el ícono estaba oculto y enterrado, y nadie sabía que existía, hasta que interviene la Madre de Dios para avisar de su existencia. Esto mismo pasa en la realidad, con ese ícono sobrenatural que es la Santa Misa: así como la imagen de la Madre de Dios y su Hijo Jesucristo permanecían oculta, sin que nadie supiera dónde estaba, así sucede hoy con la Presencia de Cristo en la Santa Misa: nadie sabe de su Presencia sacramental. Con la Santa Misa, y con la Presencia sacramental de Cristo en la Eucaristía, pasa como con la imagen de la Madre de Dios de Kazán: está, pero nadie se anoticia de su existencia.
Descubrir la Presencia de Jesús Eucaristía
Para descubrir su Presencia sacramental en la Eucaristía, es necesario un llamado de la gracia divina, a través de la Madre de Dios, que nos ilumine en nuestra ignorancia, y nos haga ver a su Hijo Jesús en la Eucaristía, y es aquí donde interviene la otra parte del milagro: es la Virgen la que conduce a descubrir, por medio de la inocencia de la gracia, la Presencia oculta de su Hijo Jesús en la Eucaristía, así como hizo descubrir su imagen por medio de la inocencia de una niña. Guiados por la Madre de Dios hacia Jesús Eucaristía, como la niña fue guiada al ícono, veremos, con los ojos de la fe, resplandecer el invisible rostro de Cristo en el Pan del altar, del mismo modo a como resplandeció el ícono encontrado por la niña Matrona.
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