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martes, 27 de febrero de 2024

El Sacerdote y la Legión

 



         ¿Cómo evangeliza la Iglesia? ¿Cómo comenzó la Evangelización? ¿Cómo continuará evangelizando la Iglesia hasta el Día del Juicio Final? El Manual del Legionario responde a estas preguntas en el Capítulo X, dedicado a la misión del apostolado seglar. En esta sección, el Manual reflexiona acerca de cómo la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo comenzó su expansión, desde sus inicios, y cómo debe continuar expandiéndose y la forma en que debe hacerlo es mediante el sacerdote ministerial -que debe ser fiel al Sumo y Eterno Sacerdote, al Magisterio, a las Escrituras y a la Tradición de la Iglesia- unido a fieles laicos, los cuales deben estar comprometidos con la causa de la evangelización, es decir, con la difusión del Evangelio en el mundo.

         En efecto, dice así el Manual: “La idea del sacerdote rodeado de personas deseosas de compartir con él sus trabajos está sancionada por el ejemplo supremo de Jesucristo: Jesús se dispuso a convertir al mundo rodeándose de un grupo de elegidos, a quienes instruyó por sí mismo y comunicó su propio espíritu. Los apóstoles tomaron a pecho la lección de su divino Maestro y la pusieron en práctica llamando a todos para que les ayudasen en la conquista de las almas. Dice el Cardenal Pizzardo: “Bien puede ser que los forasteros que llegaron a Roma (Hch 2, 10) y oyeron predicar a los apóstoles el día de Pentecostés, fueran los primeros en anunciar a Jesucristo en Roma, echando así la semilla de la Iglesia Madre, que poco después vinieron a fundar San Pedro y San Pablo de un modo oficial”. Es decir, aquí se encuentra la idea del inicio: sacerdotes ministeriales -San Pedro y San Pablo- predicando y luego, esa misma Buena Noticia, que es escuchada por los seglares, es transmitida oralmente, de persona a persona, iniciando así la propagación del Evangelio, tal como se propaga una mancha de aceite perfumado cuando este se derrama sobre el suelo.

         El Papa Pío XI, en una Alocución, dice así: “Lo cierto es que la primera difusión del cristianismo en Roma misma fue obra del apostolado seglar. ¿Cómo pudo ser de otra manera? ¿Qué hubiesen logrado los doce, perdidos como estaban en las inmensidades del mundo, de no haber convocado a hombres y mujeres, a ancianos y jóvenes, diciéndoles: “Llevamos aquí un tesoro celestial, ayudadnos a repartirlo?”. Entonces el Papa Pío XI también desarrolla la misma idea: la propagación inicial del Evangelio se dio gracias al apostolado seglar, ya que sin esta colaboración de los laicos, la tarea se habría dificultado mucho.

         El Manual cita luego el ejemplo de otro Papa, dice, “para demostrar contundentemente que el ejemplo de Nuestro Señor y de los apóstoles respecto de la conversión del mundo es la pauta o modelo que ha dado Dios a todos los sacerdotes -alter Christus-, para que ellos obren de igual manera en el limitado campo de acción de cada cual, ya sea parroquia o distrito, ya sea una obra especializada”. Luego el manual cita el siguiente diálogo en el que interviene el Papa San Pío X ante un grupo de cardenales. El Papa les pregunta: “-¿Qué os parece lo más urgente hoy para salvar a la sociedad?” -Edificar escuelas, contestó uno. -No, contestó el Papa. -Multiplicar las iglesias, dijo otro. -Tampoco. -Reclutar más clero. -Ni siquiera eso, dijo el Papa. No. Lo más urgente ahora es tener en cada parroquia un núcleo de seglares virtuosos y, al mismo tiempo, ilustrados, esforzados y verdaderos apóstoles”.

         El Papa San Pío X sostiene la misma idea acerca de qué es lo que se necesita para evangelizar al mundo: a sacerdotes, fieles al Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo, y a laicos, los cuales deben ser: virtuosos -esforzarse en la consecución de virtudes y en la lucha de los vicios y pecados propios-; ilustrados -deben formarse permanentemente y profundizar en la propia fe-; esforzados -todo lo contrario a la pereza espiritual y corporal- finalmente, verdaderos apóstoles, lo cual quiere decir, en primera instancia, tener la misma fe de los Apóstoles -el Credo de los Apóstoles- y rezar para tener la asistencia del Espíritu Santo en la tarea evangelizadora. Así es como la Iglesia Católica evangelizó desde sus inicios, así continúa haciéndolo y así continuará hasta el Día del Juicio Final.

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