La Iglesia
celebra en este día a la Inmaculada Concepción de María, es decir, el hecho
único en la historia de la humanidad, en el que un ser humano, la Virgen, es
concebida, por disposición de la Trinidad y en virtud a los méritos de Cristo
en la cruz, sin la mancha del pecado original, pero además de esto, “Inhabitada
por el Espíritu Santo” y “Llena de gracia”.
La razón
de esta decisión de la Santísima Trinidad, era la de proveer a Dios Hijo una
morada en la tierra, la Virgen, que lo amara con el mismo amor -el Espíritu
Santo- con el que Dios Padre ama al Hijo desde toda la eternidad, para que así
el Hijo, al encarnarse, no extrañara al Amor del Padre, puesto que ese mismo
Amor, el Espíritu Santo, es el que lo habría de llevar al seno de la Virgen y
es el Amor con el que la Virgen habría de amarlo, desde la Encarnación y por
toda la eternidad.
Una de
las consecuencias de ser concebida como Inmaculada Concepción es que María
Santísima no fue nunca esclava del pecado o de la concupiscencia y mucho menos
esclava de Satanás. Esto es importante considerar, puesto que la mancha del
pecado original -pecado que fue la causa de la caída de la especie humana y su
expulsión de la Presencia de Dios- lo dejó esclavo de sus propias pasiones y
del pecado; pero el pecado original no solo esclavizó al hombre en sus propias
pasiones, sino que lo hizo esclavo del Ángel caído, Satanás, el Príncipe de las
tinieblas, el Ángel rebelde que fue expulsado del cielo a causa de su pecado de
soberbia.
Así, la Virgen,
al ser concebida sin la mancha del pecado original, es decir, como Inmaculada,
como “sin mácula”, sin mancha de pecado y además como “Llena de gracia”, “Llena
del Espíritu Santo”, no estuvo jamás sometida no ya ni al más pequeño pecado
venial, sino ni siquiera a la menor imperfección y no solo no fue nunca esclava
de Satanás, como sí lo es el hombre con el pecado original, sino que la Virgen
es la Mujer del Génesis que “aplasta la cabeza de la serpiente”, en un sentido
real y no figurado, porque la Virgen es hecha partícipe de la Divina
Omnipotencia y es por eso que una -aparente- débil creatura humana como la
Virgen, domina al Príncipe del Infierno y al Infierno entero.
Otra consecuencia
de ser concebida sin pecado original es que la Virgen se convierte de esta
manera en el Portal de la Eternidad, por el que ingresa a nuestro mundo, a
nuestra historia, a nuestro tiempo y espacio, la Eternidad en Sí misma, la Luz
Eterna e Increada, Cristo Jesús, Nuestro Salvador y Redentor. Y así, a través
de la Inmaculada Concepción, llega nuestra salvación, el Hombre-Dios
Jesucristo.
Por último,
nuestra Patria ha sido bendecida por la Trinidad al concedernos a la Virgen, a
la Inmaculada Concepción, como Patrona, Dueña y Señora de Argentina y para que
no nos queden dudas de que esto es así, nos dio el Manto celeste y blanco de la
Inmaculada Concepción como bandera nacional. Esto quiere decir que nuestra salvación,
tanto a nivel personal, como a nivel nacional, no puede venir nunca de ideologías
anticristianas y tampoco de la política o de hombres de la política, sujetos
ellos mismos también al pecado original y la concupiscencia, sino de Nuestra Señora,
la Inmaculada Concepción y de Nuestro Señor Jesucristo. Hagamos entonces el
propósito de honrar a nuestra Madre del cielo, coronando la procesión con la
decisión de comenzar a vivir imitando a la Virgen: viviendo en gracia, evitando
el pecado y siguiendo a Cristo Dios por el Camino de la cruz, Único Camino para
llegar al Cielo.
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