El Manual del Legionario continúa con la doctrina católica
del Cuerpo Místico de Cristo, para que profundicemos en la labor de la Legión
de María. Según el Manual, los miembros de la Legión ejercen, con sus prójimos,
el mismo oficio maternal que la Virgen ejerció con su Hijo, oficiando la Legión
como una prolongación de la Virgen. Dice así el Manual: “Los varios oficios que
ejerció María alimentando, criando y prodigando amor al cuerpo físico de su
divino Hijo, los continúa ejerciendo ahora en favor de todos y cada uno de los
miembros de su Cuerpo místico, tanto de los más altos como de los más ínfimos.
Eso significa que, al mostrarse solícitos los miembros unos de otros (1 Cor
12, 25), no lo hacen independientemente de María, aunque -por descuido o
ignorancia- no sean conscientes de su intervención. No hacen más que unir sus
esfuerzos con los de Ella”[1].
En otras palabras, el Manual dice que toda obra de
misericordia, corporal y espiritual, que realice un miembro de la Legión, no lo
hace separado de la Virgen, sino en unión con Ella; es como decir que la Virgen
continúa cuidando el Cuerpo de su Hijo, que son los bautizados, a través de la
Legión.
Dice el Manual que cuando el legionario hace una obra de
misericordia en favor de sus hermanos, lo hace como instrumento de la Virgen: “Habría
que decir que no son propiamente los legionarios quienes se valen de la ayuda
de María, para mejor servir a los demás miembros del Cuerpo místico: es Ella
quien se digna servirse de ellos”.
Esto
es muy importante tener en cuenta, porque con mucha frecuencia nosotros, los
seres humanos, anteponemos nuestro ego, nuestro “yo”, a toda obra buena y
cuando hacemos una obra buena, nos atribuimos los méritos y los premios que se
derivan de esa obra buena, pero esto no es así y mucho menos en la Legión,
porque el mérito de toda obra de misericordia le corresponde a la Virgen, ya
que como legionarios, actuamos como servidores de la Virgen, de manera tal que
la obra buena que seamos capaces de hacer, la hacemos en nombre de la Virgen y
bajo la guía de la Virgen y en consecuencia el mérito le corresponde sólo a la Virgen.
Estas
consideraciones nos ayudan a evitar, dice el Manual, toda “idea mezquina” y
también podríamos decir egoísta, que pueda surgir en nosotros cuando hacemos
una obra de misericordia: no somos nosotros quienes obramos, sino la Virgen en
nosotros y a través de nosotros, para gloria de su Hijo Jesucristo.
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