El Manual
del Legionario es muy claro en lo que respecta a las relaciones interpersonales
entre los miembros de la Legión entre sí y cualquier otro bautizado. El trato
interpersonal debe trascender la mera amistad natural, para convertirse en una
amistad sobre-natural, una amistad basada en el Amor de Cristo, que es el Amigo
por excelencia y el que nos ofrece su amistad en la Última Cena -“Ya no os
llamo siervos, sino amigos”- y basada también en el hecho de que Cristo está
misteriosamente presente en el prójimo, de manera tal que, así como se trata al
prójimo, así se trata al mismo Cristo en Persona. En efecto, el Manual dice lo siguiente:
“Ya en la primera junta legionaria se puso de relieve el carácter netamente
sobrenatural del servicio al que se iban a entregar los socios. Su trato con
los demás había de rebosar cordialidad, pero no por motivos meramente
naturales: deberían ver en todos aquellos a quienes servían a la Persona misma
de Jesucristo, recordando que cuanto hiciesen a otros, aun a los más débiles y
malvados, lo hacían al mismo Señor, que dijo: “Os lo aseguro, cada vez que lo
hicisteis con un hermano mí de esos más humildes, lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 40)[1].
El Manual
insiste en que el trato con el prójimo, sea o no legionario, debe superar, ir
más allá, del trato que naturalmente se establece entre los hombres, porque se
trata de miembros del Cuerpo Místico de Cristo y de esto se derivan la caridad
extrema con la que se deben tratar unos a otros, pero además también el
servicio que el Legionario presta, porque no se debe dar a Dios un servicio
defectuoso, sino que debe ser lo más perfecto posible, según las palabras del mismo
Señor Jesús: “Sed perfectos, como mi Padre es perfecto”. Al respecto, dice así
el Manual: “No se ha escatimado ningún esfuerzo para hacer ver a los
legionarios que este móvil debe ser la base y fundamento de su servicio; lo es,
igualmente, de la disciplina y de la armonía interna de la Legión. Han de ver y
respetar en sus oficiales y en sus otros hermanos al mismo Jesucristo: he aquí
la verdad transformadora que debe estar bien impresa en la mente de sus socios (Para
lograr esto los legionarios deben) trabajar en tan estrecha unión con María,
que sea Ella quien realmente ejecute la obra por medio del legionario”[2].
Como vemos,
entonces, el trato que el Legionario debe dispensar a su semejante y a
cualquier prójimo, debe superar la mera amistad natural humana, para
convertirse en una amistad sobrenatural, basada en el Amor de amistad de Cristo
Dios y para poder lograr este cometido, es indispensable que el legionario obre
en íntima y estrecha unión con el Corazón Inmaculado de María.