Además de la revelación central de la Aparición de Nuestra
Señora de Lourdes, la revelación de la condición de la Virgen como la
Inmaculada Concepción -la Virgen le dice a Santa Bernardita, en su dialecto “Yo
Soy era la Inmaculada Concepción”-, en estas apariciones de Lourdes podemos considerar
tres pedidos que hace la Virgen. Veamos cuáles son. Rosario, humildad,
penitencia.
Un primer pedido es el rezo del Santo Rosario, ya que la
Virgen se presenta con un Rosario entre sus manos y le enseña a rezar el Santo
Rosario a Santa Bernardita. Esto es para que tomemos conciencia de que debemos
rezar el Rosario todos los días, por varios motivos: por el Rosario conseguimos
infinidad de dones, gracias y milagros que la Santísima Trinidad tiene para
darnos, pero que quiere darnos sólo a través de la Santísima Virgen. Lamentablemente,
muchos tienen el Rosario como un objeto de adorno, sea en el auto, sea en el
cabezal de la cama, o lo llevan, como si fuera un amuleto, en sus bolsillos y
esto no debe ser así, porque el Rosario debemos tenerlo entre las manos para
desgranar sus cuentas. Otro motivo del rezo del Rosario es que a través del Rosario
contemplamos los misterios salvíficos de la vida de Jesús y también de María y
por medio de la contemplación de los misterios, participamos de estos
misterios, convirtiéndonos, misteriosamente, en corredentores de nuestros
hermanos.
Un segundo pedido de la Virgen de Lourdes es la penitencia.
En una de sus apariciones, sólo dice una sola palabra, a la cual la repite por
tres veces: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. El motivo de la
penitencia es que es necesario hacerla, para reparar por las innumerables
ofensas que reciben, día a día, todos los días, los Sagrados Corazones de Jesús
y María. La penitencia puede ser, por ejemplo, un día de ayuno a pan y agua, o
el privarnos de algo lícito y bueno que nos apetezca, para así reparar por las
ofensas cometidas contra Jesús y María.
Por
último, aunque de forma implícita, la Virgen pide la humildad -le ordena a
Santa Bernardita que escarbe en el barro, con el rostro y las manos, en la
gruta, que es el lugar de donde salió efectivamente el agua milagrosa que curó
cientos de miles de enfermos y que continúa fluyendo hasta la actualidad-,
porque la humildad, junto con la caridad y la mansedumbre, asemejan al alma a
los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Al
recordar las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, recordemos, además del
hecho principal, la revelación de la condición de la Virgen como Inmaculada
Concepción, los tres pedidos que hace la Virgen: el rezo del Rosario, la
Penitencia y la práctica de la Humildad.
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