Cuando la Virgen del Monte Carmelo se le apareció a San
Simón Stock el 16 de julio de 1251[1],
le dijo: “Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los
Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”. La
Virgen se le apareció con el Niño, quien llevaba el Escapulario en su mano:
éste representa el manto de la Virgen, de manera que quien lo usa, se puede
decir que está revestido con el manto de la Virgen del Carmen. La Virgen le
dice que el Escapulario es “signo y privilegio” para quien lo use y que quien
lo use, “no sufrirá el fuego eterno”. Es decir, se trata de un gran privilegio
usar el Escapulario, porque quien lo use, no se condenará en el Infierno; tal
vez podrá ir al Purgatorio, pero no irá al Infierno. Por esta razón, se
considera al Escapulario como un sacramental, como algo que representa y que atrae
a la gracia de Dios y hace que el alma desee vivir en gracia.
Ahora bien, no hay que confundir las cosas y en el caso del
Escapulario, si la persona está revestida con el Escapulario que es el manto de
la Virgen, debe tener en cuenta que para que se hagan realidad las promesas que
conlleva el Escapulario, el alma debe hacer todo el esfuerzo posible por llevar
una vida digna de un hijo de la Virgen, que es la vida de todo hijo de Dios.
¿Cómo es esta vida? Es una vida en donde la gracia tiene preeminencia sobre el
pecado; por esta razón, el alma que use el Escapulario debe estar dispuesta
incluso a perder la vida, antes que perder la gracia. La promesa de la Virgen
de que aquel que usara el Escapulario no se habría de condenar, no convierte al
Escapulario en un amuleto mágico: lo convierten en un amuleto mágico quienes
usan el Escapulario para no ir al Infierno, pero al mismo tiempo no se
esfuerzan por llevar una vida de gracia. Entonces, lo repetimos: para que el
Escapulario proteja al alma del fuego del Infierno, es necesario que el alma se
esfuerce en vivir la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios; es necesario
que se esfuerce por alejarse del pecado y por vivir según lo establece la Ley
de Dios, reflejada en los Diez Mandamientos. Se equivoca quien cree que puede
llevar una vida de pecado y al mismo tiempo evitar el Infierno, sólo por el
hecho de llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen: sólo se salvará del
Infierno quien, además de llevar el Escapulario, haga todo el esfuerzo posible
para adquirir la gracia si no la tiene, para conservarla y acrecentarla si ya
la tiene. Sólo de esta manera se cumplen las palabras de la Virgen, de que el
Escapulario es “signo y privilegio” para el alma que lo lleve, pues ese tal “no
sufrirá el fuego eterno”. Pidamos entonces la gracia a la Virgen del Carmen,
que es también Mediadora de todas las gracias, de llevar su santo Escapulario
siempre en estado de gracia, de modo que, cuando muramos, el Santo Escapulario
del Carmen sea no solo lo que impida que vayamos al Infierno, sino que nos
transporte al Cielo.
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