Cuando se trata de las Apariciones de la Virgen en Fátima,
con frecuencia se dejan de lado aspectos que “molestan” a nuestro mundo actual,
dominado por el agnosticismo, el ateísmo y el materialismo. Pocos se dan cuenta
de la importancia del mensaje de Fátima, mensaje que comprende una clarísima y
explícita advertencia, por parte de la Virgen en persona, del peligro cierto de
la eterna condenación en el Infierno.
Esta advertencia se dio explícitamente el 13 de julio de
1917, cuando en la Tercera de las Apariciones, la Virgen de Fátima mostró a los
tres pastorcitos Lucía, Francisco y Jacinta, en la Cova da Iria (Portugal), una
visión del infierno[1].
En otras palabras, no fue que la Virgen les contó a los pastorcitos cómo era el
Infierno y cuánto sufrían quienes allí se condenaban: la Virgen en persona los
condujo al Infierno a los tres niños, de manera que tuvieron una experiencia
real, mística y sobrenatural del Infierno. Debemos recalcar que eran niños y
que la que les hizo ver el Infierno fue la Virgen en persona: esto debe ser
dicho, para quienes, timoratos y rayando en la herejía, se niegan a hablar del
Infierno a los niños.
¿En qué consistió esta experiencia? Podemos decir que se trató
mucho más que una mera visión, por más aterradora que haya podido ser: nos parece
que se trató de una verdadera “visita” de los pastorcitos al Infierno, llevados
por la Virgen.
Dicha
experiencia se encuentra narrada en el libro “La verdadera historia de Fátima”,
del P. John de Marchi: allí se relata cómo el padre de la pastorcita Jacinta,
Ti Marto, presenció lo ocurrido en Cova da Iria aquel día[2]. Según el relato del P. de
Marchi, el padre de Jacinta recordó que “Lucía jadeó de repente horrorizada,
que su rostro estaba blanco como la muerte y que todos los que estaban allí la
oyeron gritar de terror frente a la Virgen Madre, a quien llamaba por su
nombre. Los niños miraban a su Señora aterrorizada, sin palabras, e incapaces
de pedir socorro por la escena que habían presenciado”.
Acerca
de la terrible visión que los dejó espantados, los pastorcitos la describieron
a pedido del Obispo de Leiria. Así describe Lucía la visión en sus “Memorias”: “Mientras
Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había
hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la
tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban
demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos
negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el
aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo,
se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o
equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos
horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe haber sido esta visión la
que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían
distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales
desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y
como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan
amablemente y tan tristemente: ‘Ustedes han visto el infierno, donde van las
almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en
el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les
diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz’”.
Luego,
después de la visión, María les indicó una oración esencial para ayudar a los
pecadores: “Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh
Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al
cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu infinita
Misericordia”.
También
les dijo la Virgen que “hicieran sacrificios por los pecadores” y que cuando
hicieran un sacrificio, repitieran esta oración: “Oh Jesús, esto es por amor a
Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas
cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”.
En
las Apariciones de Fátima hay otros elementos, de suma importancia -y todavía
mayor- que la visión del Infierno, como por ejemplo, la importancia de la Adoración
Eucarística, entre otras cosas. Sin embargo, la experiencia mística de los
pastorcitos en el Infierno se suele dejar de lado y así se presenta, en la mayoría
de los casos, una visión distorsionada de las Apariciones de Fátima. Comprendida
la experiencia mística del Infierno, las Apariciones de la Virgen en Fátima,
lejos de ser una narración para niños antes de dormir, como se las quiere
relegar, constituyen un importantísimo anuncio del Cielo acerca del peligro de
eterna condenación que corren las almas cuando se alejan de Dios Uno y Trino y
sus sacramentos.
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