En relación
a Dios, los hombres tenemos múltiples motivos para agradecer: desde el haber
sido creados a su imagen y semejanza, hasta el habernos dado el Bautismo,
pasando por el don de la vida que continuamente nos da. Ahora bien, hay dos
motivos en especial por los cuales debemos dar, especialmente, valga la
redundancia, gracias a Dios: por el don de la vida y por el don de la gracia. Por
el don de la vida, porque como dijimos, fuimos creados a imagen y semejanza de
Dios; fuimos dotados de un alma espiritual, que nos asemeja a los ángeles y de
un cuerpo terreno, que nos asemeja a los animales. Por haber sido creados a
imagen y semejanza de Dios, es que somos el centro del universo, la creatura
más amada y predilecta de Dios. Cuando miramos el resto de la Creación, nos
podemos dar cuenta de cuán afortunados hemos sido al haber sido creados con
vida humana, porque si bien no somos ángeles, tampoco somos seres irracionales,
como los animales, ni mucho menos inanimados, como lo es, por ejemplo, el reino
mineral. Hemos sido creados con vida y con una vida que nos coloca en el medio,
entre los seres irracionales y los ángeles y también Dios. Por esta razón,
debemos dar gracias a Dios de modo continuo, porque nos creó con vida y con
vida racional, lo que nos asemeja a los ángeles y a Dios.
Ahora bien, hay otro motivo por el cual debemos dar
gracias a Dios y es el habernos concedido la gracia, porque si por la vida
humana estábamos en el medio entre los seres irracionales y los ángeles, por la
gracia nos acercamos a Dios, ya que la gracia nos hace participar de la vida
misma de Dios y nos hace Dios por participación. Es decir, si por la vida
terrena ya tenemos motivos más que suficientes para dar gracias a Dios por
habernos creado, por el hecho de recibir la gracia debemos vivir en constante acción
de gracias, porque por la gracia dejamos de ser meras creaturas, para ser Dios
por participación y eso es un don tan grande, que no podremos comprenderlo ni
agradecerlo como es debido, ni en toda esta vida ni en toda la eternidad.
Por último, para que nuestra acción de gracias sea
verdaderamente bien recibida por Dios, debemos hacer la acción de gracias no
por nosotros mismos, sino que debemos acudir a la Virgen, para que sea Ella
quien, con su Corazón Inmaculado, dé gracias a Dios en nuestro nombre. De esta
manera nos aseguraremos que nuestra acción de gracias será bien recibida por
Dios Uno y Trino y, como la Virgen es Mediadora de todas las gracias,
recibiremos de Dios, a través de la Virgen, gracias todavía más grandes, si
cabe; tantas, que no podemos ni siquiera imaginar.
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