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miércoles, 25 de septiembre de 2019

El Legionario y la Eucaristía 3



         Con relación a la Misa, que es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio del Calvario, afirma el Manual del Legionario[1] que los integrantes de la Legión deben acudir a Misa tanto cuanto les sea posible, para recibir cada vez más gracias de la Fuente de la gracia, la Santa Cruz del Redentor: “A la Misa, pues, ha de recurrir el legionario que desee para sí y para otros copiosa participación en los dones de la Redención. Si la Legión no impone a sus miembros ninguna obligación concreta en este particular, es porque las facilidades para cumplirla dependen de muy variadas condiciones y circunstancias. Sin embargo, preocupada de su santificación y de su apostolado, la Legión anima a los legionarios y les suplica encarecidamente que participen de la Eucaristía frecuentemente –todos los días, a ser posible- y que en ella comulguen” –por supuesto que en estado de gracia-.
         Continúa el Manual: “La Misa tal como la conocemos está compuesta de dos partes principales –la liturgia de la Palabra y la liturgia de la Eucaristía-. Es importante tener en cuenta que estas dos partes están tan estrechamente relacionadas la una con la otra, que constituyen un solo acto de adoración (SC, 5, 6). Por esta razón, los fieles deben participar en toda la Misa en cuyo altar se prepara la mesa de la Palabra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo, de las que los fieles pueden aprender y alimentarse (SC, 48, 51)”.
         Podemos decir que en la Misa la Palabra de Dios se nos entrega de dos formas: leída, para ser escuchada, en la liturgia de la Palabra; y encarnada, hecha Carne de Cristo, en la Eucaristía, para ser consumida, en la liturgia de la Eucaristía. La Misa está incompleta si faltan una de las partes.
         Dice así un autor[2], citado por el Manual: “En el sacrificio de la Misa no se nos recuerda meramente en forma simbólica el Sacrificio de la Cruz; al contrario, mediante la Misa, el Sacrificio del Calvario –aquella gran realidad ultraterrena- queda trasladado al presente inmediato. Y quedan abolidos el espacio y el tiempo. El mismo Jesús que murió en la Cruz está aquí. Todos los fieles congregados se unen a su Voluntad santa y sacrificante, y, por medio de Jesús presente, se consagran al Padre celestial como una oblación viviente. De este modo la Santa Misa es una realidad tremenda, la realidad del Gólgota. Una corriente de dolor y arrepentimiento, de amor y de piedad, de heroísmo y sacrificio mana del altar y fluye por entre todos los fieles que allí oran”.
         En definitiva, el legionario que acude a Misa debe hacerlo con esta convicción y con este espíritu: el tiempo y el espacio quedan abolidos, de manera que nos encontramos ante Cristo crucificado en el Gólgota; todos debemos unirnos a Él en su sacrificio redentor, puesto que somos corredentores, para salvar al mundo; la asistencia a Misa no puede ser posible si no está movida por el deseo de amor, de adoración y de unión con Cristo que por nosotros se ofrece en el Santo Sacrificio de la Cruz. Quien va a Misa con otros pensamientos o con otros ánimos, es como si no asistiera a Misa.


[1] Cfr. Manual del Legionario, Cap. VIII, 3.1; El legionario y la Eucaristía.
[2] Karl Adam, El espíritu del Catolicismo.

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