La Misa (2)
¿Qué es la
Misa? ¿Por qué tiene tanta importancia para la Iglesia y por supuesto para el
legionario? Afirma el Manual del Legionario que “La Misa no es una mera
representación simbólica del Calvario, sino que pone real y verdaderamente entre
nosotros aquella acción suprema, que tuvo como recompensa nuestra redención”[1].
¿Y cuál es la “acción suprema” que nos valió la redención? El Santo Sacrificio de
la Cruz. Es decir, en la Misa está el Santo Sacrificio de la Cruz, el mismo y
único sacrificio del Calvario, del Viernes Santo. Pudiera suceder que alguien
piense que el sacrificio del Calvario tiene más valor que la Misa, pero no es
así, dice el Manual: “La Cruz no valió más que vale la Misa, porque ambas son
un mismo sacrificio: por la mano del Todopoderoso, desaparece la distancia de
tiempo y espacio entre las dos, el sacerdote y la víctima son los mismos; sólo
difiere el modo de ofrecer el sacrificio”[2].
Prestemos atención a estas palabras: “Por la mano del Todopoderoso desaparece
la distancia de tiempo y espacio entre las dos”, es decir, entre la Cruz del
Viernes Santo y la Santa Misa: esto quiere decir que, de modo misterioso,
hacemos un “viaje en el tiempo y en el espacio”, de manera que al asistir a
Misa es como si fuéramos a Tierra Santa, al Monte Calvario, o que el Monte
Calvario viniera a nuestro hoy, a nuestro aquí y ahora en el que celebramos la
Misa. Por eso, asistir a Misa con un estado de ánimo distinto al que tenían la
Virgen y San Juan en el Calvario, es no comprender de qué se trata la Misa. Otro
aspecto que debemos considerar es cuando se dice que “el sacerdote y la víctima
son los mismos; sólo difiere el modo de ofrecer el sacrificio”. Esto quiere
decir que el Viernes Santo, el Sacerdote y la Víctima eran uno solo, Cristo
Jesús, Sumo Sacerdote y al mismo tiempo Cordero del sacrificio, que se ofrecía
a sí mismo de modo cruento, con efusión de sangre. En la Misa, aunque veamos al
sacerdote ministerial, el Sacerdote Sumo y Eterno sigue siendo Cristo, sin el
cual el sacerdote ministerial es nada; el sacerdote ministerial no obra nada
por sí mismo, sino que es Cristo quien obra el milagro de la conversión del pan
y del vino en su Cuerpo y Sangre, por el poder de su Espíritu. Por eso se dice que
el Sacerdote y la Víctima son uno mismo, en el Calvario y en la Misa, Cristo
Jesús. La otra diferencia es el modo de ser ofrecido: cruento, con efusión de
sangre en la Cruz; incruento, sin efusión de sangre visible, en la Santa Misa.
El legionario, por lo
tanto, no debe asistir a Misa de cualquier modo; no sólo no debe asistir con
ánimo distraído y desganado, sino que debe asistir con el mismo ánimo y estado
espiritual con el cual la Santísima Virgen y el Evangelista Juan se encontraban
al pie de la Cruz el Viernes Santo, en el Monte Calvario.
[1] Cfr. Manual del Legionario, El
legionario y la Eucaristía, cap. VIII, 1, 47.
[2] Cfr. ibidem, 47.