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martes, 26 de marzo de 2019

El Legionario y la Santísima Trinidad 3



         Al contemplar a la Virgen en sus distintas relaciones con las Tres Divinas Personas, ayuda a distinguirlas entre sí[1].
         Relación de María con la Segunda Persona Divina Encarnada. Es la relación de la divinidad con la Virgen que mejor entendemos, afirma el Manual. Por la Encarnación, el Verbo Eterno del Padre, llevado por Dios Espíritu Santo, ingresó en el seno virginal de María, para permanecer allí durante nueve meses. En el seno de la Virgen fue que el Verbo llevó a cabo su unión con la humanidad: la humanidad singular del Verbo fue creada en el momento de la Encarnación, siendo creados en ese momento también los cromosomas paternos, puesto que la concepción fue virginal, no por obra de hombre alguno, sino por obra del Espíritu Santo. La relación entre la Virgen y el Verbo de Dios fue de Madre e Hijo en el plano biológico, pero en el plano espiritual, la relación fue más estrecha aun porque por su colaboración a la obra redentora de Jesús, la Virgen fue considerada, además de Inmaculada y Llena de gracia, como Corredentora y Mediadora de todas las gracias.
         Relación de María con el Espíritu Santo. En relación a la Tercera Persona de la Trinidad, la Virgen es llamada su templo, su santuario, su sagrario viviente, entre otros adjetivos. Pero los términos no expresan adecuadamente la estrecha e íntima relación entre el Espíritu Santo y la Virgen, una unión que es tan estrecha e íntima que se puede afirmar que el Espíritu Santo es el alma de la Virgen –como la Virgen es figura de la Iglesia, por eso se dice también que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia-. Ella no es simple instrumento o cauce de la actividad de la Tercera Persona: es su Colaboradora consciente e inteligente y de tal modo que cuando obra el Ella, es el Espíritu Santo el que obra y si alguien se cierra a la intervención de la Virgen, se cierra a la intervención del Espíritu Santo. Jesús dice en el Evangelio que “el Padre dará el Espíritu Santo a quien se lo pida”, pero lo que debemos entender es que, debido a esta estrechísima relación entre la Virgen y el Espíritu Santo, podemos parafrasear al Señor y decir que “el Padre dará el Espíritu Santo a quien se lo pida a través de la Virgen”. Una de las condiciones para que el Espíritu Santo venga realmente a nuestras vidas es que entendamos esta estrecha e íntima relación en el querer y en el obrar con la Virgen, de manera que no podemos pedir que venga a nosotros el Espíritu Santo, si no pedimos que venga a través de la Virgen. Una devoción especial que es de gran utilidad para esta presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, por medio de la Virgen, es el Santo Rosario, dice el Manual del Legionario, porque por sus misterios se conmemoran las principales intervenciones del Espíritu Santo en la obra de nuestra redención.
         Relación de María con el Eterno Padre. Se suele definir esta relación como la relación de “Hija”, título con el que se trata de indicar su posición como la más grata y querida de entre todas las creaturas; la plenitud de su unión con Jesucristo, porque al ser Madre de Dios le concede todavía más afinidad con el Padre, permitiendo que se la llame místicamente “Hija del Padre”, así como Jesús es “Hijo del Padre”.
         Por esta razón, nosotros por el bautismo, somos hechos hijos adoptivos del Padre, pero también hijos de la Virgen Madre. Y esto porque –dice San Luis María Grignon de Montfort- Dios “le ha comunicado su fecundidad, capacitándola para producir a su Hijo y a todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo”. Es decir, Dios le ha dado la capacidad de ser Madre de Dios Hijo y Madre de los hijos de Dios y es a través de Ella por quien los hijos de Dios reciben la vida de Dios, esto es, la gracia. A su vez, Dios exige que los hombres le devuelvan estos dones amándola como Madre y colaborando con Ella en la obra de la redención.
         Por último, dice San Luis María Grignon de Montfort, reflexionemos siempre acerca de la dependencia que tenemos de María, dependencia que el mismo Dios tiene con la Virgen: Dios Padre da a su Hijo por medio de la Virgen y los hijos adoptivos que tiene los tiene a través de Ella. Dios Hijo ha sido formado para el mundo mediante Ella y Él comunica sus méritos y sus gracias a través de la Virgen. Dios Espíritu Santo ha formado a Jesucristo en Ella y por Ella y sólo por Ella forma a los miembros del Cuerpo Místico de la Iglesia, los bautizados en la Iglesia Católica. Entonces, si la misma Santísima Trinidad depende de la Virgen, porque así lo quiso voluntariamente, “¿cómo podemos nosotros prescindir de María y no consagrarnos a Ella y no depender de Ella?”.
        



[1] Cfr. Manual del Legionario, VII.

sábado, 23 de marzo de 2019

El Legionario y la Santísima Trinidad 2



         Desde sus inicios, la Legión tuvo siempre una estrecha relación con la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo[1]. En su primer acto público, la Legión se dirigió al Espíritu Santo y luego al Hijo de Dios, por intermedio de María. En el diseño del vexillium, el águila romana pagana fue reemplazada por la figura de la Dulce Paloma del Espíritu Santo, tomando a su vez la Virgen el lugar del emperador, con lo cual se significaba que el Espíritu Santo transmitía al mundo sus gracias por intermedio de María. También en la téssera quedó plasmado este concepto: el Espíritu Santo se cierne sobre la Legión y comunica de su poder a la Virgen, poder con el cual aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua. Además, el color de la Virgen no es azul, como podría suponerse, sino rojo, indicando el color con el que se representa al Espíritu Santo, el color del fuego, ya que es llamado también “Fuego del Divino Amor” y es el fuego en el que está envuelta la Virgen[2].
         Todo esto sirvió como antecedente para que en la Promesa Legionaria se dirigiera al Espíritu Santo y no a la Reina de la Legión, con lo cual se refuerza la idea de que es el Espíritu Santo el que regenera al mundo con sus gracias, aunque estas, por pequeñas que sean, pasan siempre por la Virgen.
         Hay algo que la Legión siembre debe tener en claro en la Virgen y es para imitarla y es que la Virgen entabla una relación personal con cada una de las Divinas Personas de la Trinidad: Dios Padre la eligió como su Hija predilecta para la Encarnación de Dios Hijo; Dios Hijo la eligió para ser su Madre; Dios Espíritu Santo la eligió para hacer de ella su virginal Esposa. Es decir, todo el plan divino de la Santísima Trinidad, pasa por la Virgen y como legionarios, debemos buscar de entrever estas relaciones para corresponder al Plan divino de conquistar el mundo por medio de la Virgen[3].
         Todos los santos insisten en la necesidad de que, en nuestra relación con Dios, nos dirijamos a las Tres Divinas Personas –recordemos que somos católicos y la creencia en la Santísima Trinidad nos distingue de cualquier otra religión, de modo que no podemos dirigirnos a Dios del mismo modo a como lo hacen los protestantes, los judíos y musulmanes, que creen en Dios Uno y no Trino-.
Este misterio divino no puede ser comprendido, porque supera nuestra capacidad de razonamiento, sino que debe ser creído por medio de la asistencia de la gracia divina, la cual podemos pedirla con entera confianza a la Virgen, a quien le fue anunciado, como primera creatura, el misterio de la Trinidad, en la Anunciación[4]. La Santísima Trinidad se reveló a la Virgen por medio del Arcángel: le anunció, de parte de Dios Padre, que Dios Hijo habría de encarnarse en Ella, por medio de Dios Espíritu Santo: “El Espíritu Santo bajará sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35).
         El Legionario debe profundizar esta relación con la Trinidad de muchas maneras: con la oración, pidiendo la gracia de aceptar este misterio; con el estudio y la formación permanente y, sobre todo, por medio de la Santa Misa, porque la Santa Misa, que es prolongación de la Encarnación, es obra también de la Santísima Trinidad: Dios Padre pide a Dios Hijo que baje del cielo y quede oculto en la Eucaristía, por obra de Dios Espíritu Santo.
          Por estas razones, el legionario que no asiste a Misa -a no ser que tenga algún impedimento real que justifique su ausencia-, corta de raíz su relación con la Trinidad y por lo tanto con la Legión, porque la Legión está enraizada, en su ser más íntimo, a través de la Virgen, en el misterio de la Santísima Trinidad.


[1] Cfr. Manual del Legionario, VII.
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.