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domingo, 31 de diciembre de 2017

Solemnidad de Santa María Madre de Dios



(Ciclo B – 2018)

         En el inicio del Año Nuevo civil, la Iglesia pone una gran fiesta litúrgica, la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. ¿Se trata de una coincidencia, o hay alguna intencionalidad por parte de la Iglesia? No se trata de una coincidencia y la razón es que la Iglesia quiere que los cristianos tengan presente, en el inicio del Año Nuevo, a la Madre de Dios, María Santísima, y podemos decir, por dos motivos. Un primer motivo es honrar y venerar a María Santísima, puesto que, con su doble misterio de Virgen y Madre de Dios, fue la que hizo posible la Navidad, desde el momento en que, permaneciendo Virgen al tiempo que se convertía en Madre de Dios, dio a luz al Verbo Eterno del Padre, que había en su Divina Persona, en el seno virginal de María, a la naturaleza humana, tal como lo enseña el Magisterio: “El dogma de la maternidad divina de María fue para el Concilio de Éfeso y es para la Iglesia como un sello del dogma de la Encarnación, en la que el Verbo asume realmente en la unidad de su persona la naturaleza humana sin anularla”[1].
El otro motivo es que, al recordar a la Virgen al inicio del Año Nuevo, el cristiano ponga en sus manos el tiempo nuevo que se inicia y, por su intermedio, en las manos de Jesús, Dios Eterno: la Virgen es el Portal de la eternidad, es la Puerta por donde ingresa, en nuestro tiempo y en nuestra historia humana, Aquel que es la Eternidad en sí misma y que por esto, desde su Encarnación y Nacimiento de María Virgen, ingresa en nuestra historia humana, la impregna con su eternidad y conduce la historia humana hacia un nuevo fin, que trasciende el horizonte del tiempo y del espacio humanos, para conducirla a la eternidad misma. Por María Santísima, a través suyo, y así como un rayo de sol atraviesa un cristal dejándolo intacto antes, durante y después de atravesarlo, así viene a nuestro mundo, a la tierra, a nuestro hoy, a nuestro aquí y ahora, el Dios que es la Eternidad en sí misma, el Dios que es el Creador del ser creatural y, con el ser, del tiempo y del espacio; por María viene a nuestra hoy Aquel de quien el universo visible y el universo invisible dependen de su aliento para recibir vida, hermosura, belleza, paz y alegría. La Iglesia pone la fiesta litúrgica de Santa María, Madre de Dios, para que los hombres encomendemos a la Virgen el Año Nuevo que inicia, para que todo el tiempo nuevo que comienza esté impregnado y empapado por la eternidad de su Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor. Al comenzar el Año Nuevo, lo consagremos a la Virgen, para que cada segundo del nuevo tiempo esté empapado por la Sangre del Cordero.
               



[1] Redemptoris Mater, n. 4.

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