(Ciclo
B – 2018)
En el inicio del Año Nuevo civil, la Iglesia pone una gran
fiesta litúrgica, la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. ¿Se trata de una
coincidencia, o hay alguna intencionalidad por parte de la Iglesia? No se trata
de una coincidencia y la razón es que la Iglesia quiere que los cristianos
tengan presente, en el inicio del Año Nuevo, a la Madre de Dios, María
Santísima, y podemos decir, por dos motivos. Un primer motivo es honrar y
venerar a María Santísima, puesto que, con su doble misterio de Virgen y Madre
de Dios, fue la que hizo posible la Navidad, desde el momento en que,
permaneciendo Virgen al tiempo que se convertía en Madre de Dios, dio a luz al
Verbo Eterno del Padre, que había en su Divina Persona, en el seno virginal de
María, a la naturaleza humana, tal como lo enseña el Magisterio: “El dogma de
la maternidad divina de María fue para el Concilio de Éfeso y es para la
Iglesia como un sello del dogma de la Encarnación, en la que el Verbo asume
realmente en la unidad de su persona la naturaleza humana sin anularla”[1].
El
otro motivo es que, al recordar a la Virgen al inicio del Año Nuevo, el
cristiano ponga en sus manos el tiempo nuevo que se inicia y, por su
intermedio, en las manos de Jesús, Dios Eterno: la Virgen es el Portal de la
eternidad, es la Puerta por donde ingresa, en nuestro tiempo y en nuestra
historia humana, Aquel que es la Eternidad en sí misma y que por esto, desde su
Encarnación y Nacimiento de María Virgen, ingresa en nuestra historia humana,
la impregna con su eternidad y conduce la historia humana hacia un nuevo fin,
que trasciende el horizonte del tiempo y del espacio humanos, para conducirla a
la eternidad misma. Por María Santísima, a través suyo, y así como un rayo de
sol atraviesa un cristal dejándolo intacto antes, durante y después de
atravesarlo, así viene a nuestro mundo, a la tierra, a nuestro hoy, a nuestro
aquí y ahora, el Dios que es la Eternidad en sí misma, el Dios que es el
Creador del ser creatural y, con el ser, del tiempo y del espacio; por María
viene a nuestra hoy Aquel de quien el universo visible y el universo invisible
dependen de su aliento para recibir vida, hermosura, belleza, paz y alegría. La
Iglesia pone la fiesta litúrgica de Santa María, Madre de Dios, para que los
hombres encomendemos a la Virgen el Año Nuevo que inicia, para que todo el
tiempo nuevo que comienza esté impregnado y empapado por la eternidad de su
Hijo, Jesucristo, Nuestro Señor. Al comenzar el Año Nuevo, lo consagremos a la
Virgen, para que cada segundo del nuevo tiempo esté empapado por la Sangre del
Cordero.
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