Uno de los títulos de Nuestra Señora
de la Merced es el de "Redentora de cautivos". El motivo de esta
advocación es que, en nombre de la Virgen de la Merced, la Orden Mercedaria,
fundada por San Pedro Nolasco, tenía como misión el rescate de los cristianos
tomados como prisioneros por los musulmanes y que, como consecuencia, se
encontraban en peligro de perder la fe. A menudo, los frailes mercedarios se
ofrecían a sí mismos, para ser canjeados por los prisioneros, obteniendo de
esta manera su liberación. Muchos de estos frailes, convertidos en prisioneros
voluntarios, morían en esta condición, imitando de esta manera a Jesucristo,
que dio primero su vida por nosotros en la Cruz y haciendo realidad sus palabras
con sus propias vidas: "Nadie tiene más amor que el da la vida por los
amigos" (Jn 15, 13).
En nuestros días, no se da esta
situación, tal como se daba en tiempos de San Pedro Nolasco; sin embargo, los
cautivos, no tanto materialmente hablando, sino desde el punto de vista
espiritual, han aumentado hasta formar un número inmensamente mayor que el de
los cristianos capturados por los musulmanes.
Hoy en día, existen numerosísimos
cautivos espirituales, prisioneros de las más diversas esclavitudes, unas
peores que otras, las cuales se presentan disfrazadas de ídolos. Así, muchos
son esclavos del ídolo del dinero; otros, del placer; otros, de la música
indecente; otros, de la violencia; otros, de la droga; otros, del fútbol y de
la política; otros, de la lujuria... La lista de las modernas esclavitudes es
interminable, como interminables son los ídolos que el hombre mismo se fabrica,
y como interminable es la sed de las pasiones desenfrenadas que estos ídolos
despiertan en el hombre. Esta esclavitud moderna es inmensamente peor que la
meramente física, porque aún cuando deje en libertad de movimiento el cuerpo,
el espíritu es duramente aferrado y atenazado con lazos más duros que el acero,
imposibles de romper por creatura alguna.
Al igual que los mercedarios, que imitando
a Jesucristo dieron sus vidas para la liberación de los cautivos, también
nosotros, en nombre de Jesucristo y de la Virgen de la Merced, podemos y
debemos ofrendar nuestras vidas en el altar eucarístico, uniéndonos a Cristo crucificado
e inmolándonos por la liberación de nuestros hermanos, cautivos de tantos lazos
y carceleros espirituales, para que obtengan la verdadera libertad, la libertad
que da la gracia, la libertad de los hijos de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario