Cuando María se apareció a Bernardita Soubirous en
Lourdes, le dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. ¿Cuál es el alcance de
estas palabras? ¿Qué significado encierran estas palabras? María le dice a
Bernardita que Ella es la Mujer que ha sido concebida de manera inmaculada, es
decir, sin mácula, sin mancha. Ya con esto, sería la primera mujer y la primera
criatura, desde Adán y Eva, en nacer sin las tinieblas espirituales que
envuelven al alma apartándola de la luz de Dios y que es el pecado. María es la
Mujer concebida sin pecado original y eso es la Inmaculada Concepción. Pero no
es tanto la concepción sin pecado lo que hace de María Inmaculada; es
Inmaculada porque no tiene pecado original, pero lo que hace de María, de su
ser y de su alma, la poseedora de una pureza sobrehumana, es la Presencia y la
inhabitación del Espíritu de Dios en Ella, desde el momento de su concepción.
La Presencia del Espíritu de Dios en la raíz de su ser llena a María del
Espíritu mismo en Persona; María es inhabitada por la Tercera Persona de la
Trinidad, el Espíritu Santo y es esta inhabitación desde su Concepción lo que
hace propiamente a María Inmaculada. El hecho de ser concebida sin pecado es
para que el Espíritu de Dios habite en Ella, en su ser y en sus facultades, en
su alma y en su cuerpo. Así María es la criatura que más alta santidad posee
luego del mismísimo Dios: solo su Hijo Jesús, que es Dios en Persona, puede
decirse que la supera en santidad y en pureza. La pureza de María no consiste
solo en que no tuvo concupiscencia, sino en que el Espíritu de Dios habitó en
Ella desde su Concepción y habitó en Ella para que Ella fuera el Sagrario
Viviente que albergara al Pan de Vida eterna, su Hijo Jesús. María es la
Inmaculada Concepción, la Llena del Espíritu Santo, para inmolarse como
Tabernáculo Vivo y Santo que alberga al Dios Tres veces santo, Jesucristo.
Pero Dios no se detiene con sus prodigios y el prodigio obrado en María
continúa en el signo de los tiempos: así como María es Inmaculada para recibir
al Pan de Vida eterna, Jesucristo, así el alma se vuelve inmaculada como María
cuando está en gracia y está en gracia para recibir al Pan de Vida eterna,
Jesús Eucaristía. El recuerdo de la Inmaculada Concepción no debe ser solo un
objeto de devoción; no debe quedarse solo en la piedad, so pena de caer en el
ritualismo formal y en la devoción vacía, sin espíritu, que termina
transformándose en hábito cultural. La devoción a María Inmaculada debe
servirnos de estímulo para imitar a María en su pureza, en su vida en gracia,
para recibir a su Hijo, Jesús Eucaristía. Como María fue Inmaculada para recibir el
cuerpo de su Hijo, así el alma por la gracia debe recibir, inmaculada, el
cuerpo de Jesús.
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