Según la Tradición, Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo del Zebedeo, fue enviado por la Santísima Virgen, quien todavía no había sido asunta al cielo, para predicar en tierras españolas, hacia el año 40 después de Cristo. En ese entonces, España, era tierra pagana sumergida en la idolatría. Obedeciendo al pedido de la Virgen el apóstol llegó con algunos discípulos, a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, donde actualmente está situada la ciudad de Zaragoza, y allí comenzó a predicar.
En la noche del 2 de enero del año 40 Santiago oyó voces de ángeles que cantaban “Ave María gratia plena” (“Dios te salve María, llena eres de gracia”) y vio aparecer a la Virgen María sobre una columna de mármol.
La Santísima Virgen, que todavía vivía en esta tierra, es decir, no había sido aún asunta a los cielos en cuerpo y alma, le pidió a Santiago que se le construyese allí una capilla con el altar en torno al pilar celestial, prometiéndole que el pilar permanecería allí hasta el fin de los tiempos para que el poder de Dios obrase prodigios por su intercesión. Además, le dijo que España conservaría la fe hasta el final de los tiempos.
Santiago y sus ocho compañeros, testigos también del prodigio, comenzaron inmediatamente a edificar una ermita con la ayuda de todos los conversos, la cual recibió el nombre de Santa María del Pilar.
Luego, Santiago dejó España y se trasladó a Jerusalén, tal como la Santísima Virgen le había ordenado y la fue a visitar a Éfeso donde, a causa de una persecución contra los cristianos, se encontraba junto a su hermano Juan. Una vez allí, la Madre de Dios le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, lo cual sucedió tal como le había sido dicho por la Virgen: el Apóstol fue decapitado en el Monte Calvario por Herodes Agripa alrededor del año 44 después de Cristo, siendo el primer apóstol mártir.
Su cuerpo fue llevado posteriormente a España para su entierro. Siglos después el lugar en el que fue enterrado fue hallado y llamado Compostela que significa “campo estrellado”, donde permanece hasta hoy.
El Pilar que Nuestra Señora trajo del cielo, es símbolo de la solidez de la fe en Cristo y del edificio de la Iglesia Católica y es esta la gracia que le podemos pedir: que nos de una fe firme en su Hijo Jesús, tan firme como el pilar de Santiago.
Milagros de la Virgen del Pilar
En 1438 se escribió un libro en el que se relatan numerosos milagros atribuidos a la Santísima Virgen del Pilar y que contribuyó a fomentar enormemente la devoción mariana. Fernando el Católico expresó en cierta ocasión: “creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima dedicado a la Santísima y Purísima Virgen y Madre de Dios, Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros”. A lo largo de los siglos, los milagros se han seguido produciendo y no son desdeñables los milagros de la Virgen en defensa de la fe: la toma de Zaragoza de manos de los musulmanes en 1.118, la resistencia ante el ejército francés durante la Guerra de la Independencia Española y la victoria del ejército sublevado en la Guerra Civil Española. De la guerra civil se narra el bombardeo sufrido por el templo a manos de enemigos de Cristo el 3 de agosto de 1936 cuando fueron arrojadas tres bombas defectuosas desde unos 150 metros, altura insuficiente para activar sus espoletas. Las bombas se exponen a los lados del Camarín de la Virgen e integran la larga lista de hechos milagrosos que se le atribuyen. Entre los milagros encontramos también la asombrosa curación de doña Blanca de Navarra, a la que se creía muerta; la curación de invidentes como el niño Manuel Tomás Serrano y el organista Domingo de Saludes y el muy famoso milagro de Calanda realizado a Manuel Pellicer y que a continuación pasamos a relatarles.
El Milagro de Calanda
“Miguel Pellicer, vecino de Calanda,
tenía una pierna muerta y enterrada.
Dos años y cinco meses, cosa cierta y probada,
por médicos cirujanos, que la tenía cortada.
Se acostó en la cama y por la mañana,
se encontró la pierna sana como estaba”
(Romance Popular)
La noche del 29 de marzo del año 1.640 Nuestra Señora del Pilar restituyó a Miguel Juan Pellicer, joven labrador, una pierna que le habían cortado en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia y que estaba ubicado en lo que actualmente es la Plaza España de la ciudad de Zaragoza. La pierna se encontraba enterrada en el cementerio del hospital desde hacía dos años y cinco meses. El joven mutilado, provisto de una pata de palo y de una muleta, alternaba algunos trabajos fáciles con su asidua asistencia al templo del Pilar en el que solía pedir limosna y se encomendaba con fervor a Nuestra Señora, ungiendo el muñón de su pierna con el aceite de las lámparas encendidas en honor a la Virgen. Dos años y algunos meses después de la amputación Miguel regresó a la humilde casa de sus padres que estaba situada en la ladera del castillo de Calanda a 118 Kilómetros de Zaragoza, donde pedía alguna limosna para no agravar la pobreza de sus padres. El jueves 29 de marzo el joven había pasado el día trasladando estiércol desde una era al corral de su casa. Esa noche Miguel se encontraba muy cansado y se reunió, en torno a la lumbre, con sus padres y unos vecinos y delante de ellos se quitó la pierna de palo y los paños sobre los que acomodaba la rodilla. Estando ya en su cuarto, sobre las diez y las once de la noche, entró la madre y vio que, por debajo de la cubierta de la cama, asomaban dos piernas y desconcertada fue a llamar a su marido. Al entrar éste en la habitación notó un olor no acostumbrado en la casita, la habitación estaba en perfecto orden y de la cubierta de la cama sobresalían dos pies. Miguel había recuperado su pierna, la misma que antaño había sido mordida por un perro y que conservaba incluso la vieja cicatriz. El sólo recuerda que soñaba que se ungía el muñón en la capilla de la Virgen de Zaragoza. Tanto Miguel como sus padres tuvieron claro que se trataba de un milagro de Nuestra Señora del Pilar que había intercedido ante su Hijo Santísimo y Redentor Nuestro, para que le devolviese la pierna que había sido enterrada ya gangrenosa en el hospital hacía más de dos años. Del milagro de Calanda han quedado muchísimos testimonios y pruebas documentales: médicas, notariales, eclesiales, etc. Fueron muchísimas las personas que conocieron a Miguel Pellicer y declararon el prodigio. Es un milagro portentoso que consiste en una auténtica resurrección de la carne y que puede ser probado hasta en los más mínimos detalles.
Cordiales saludos. ¡Glorificada sea la Santísima, la Madre de Dios!
ResponderEliminarLe agradecería que me explicase lo que es el Espíritu Santo. Hasta el día de hoy no he logrado comprender su verdadera naturaleza.
Espero su respuesta.