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Recemos el Santo Rosario

El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, 
es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta 
dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin 
contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre 
el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y 
de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis, no seáis 
charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud 
de su locuacidad" (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario 
exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca 
en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, 
vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca 
del Señor, y que desvelen su insondable riqueza».[14]"

Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 12

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