Historia de Nuestra Señora del Pilar[1].
La
tradición de la Virgen del Pilar, tal como ha surgido de unos documentos del
siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza[2],
se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo,
cuando los apóstoles predicaban el Evangelio. Según esta tradición, Santiago el
Mayor llegó a España por el puerto de Cartagena -lugar donde fundó la primera
diócesis española-, dedicándose desde entonces a predicar por diversos
territorios del país. Los documentos dicen textualmente que Santiago “llegó con
sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, donde
está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó
Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a
ocho hombres, con los cuales trataba de día del Reino de Dios y por la noche,
recorría las riberas para tomar algún descanso”. Sucedió entonces que en la noche
del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al
río Ebro cuando “oyó voces de ángeles que cantaban “Ave María, Gratia Plena” y
vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. El
hecho particular y característico es que no se trató de una aparición de la
Santísima Virgen, sino de una traslación o tal vez una bilocación de la Virgen,
puesto que aún vivía en carne mortal y no había sido aún Asunta a los cielos. Fue
en ese momento en que la Virgen Santísima le pidió al Apóstol que se le
construyese allí una iglesia, con el altar en torno al Pilar donde estaba de
pie. Al mismo tiempo que le entregaba el Pilar, la Virgen le dijo a Santiago: “El
Pilar permanecerá en este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud
de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus
necesidades imploren mi patrocinio”. Luego de entregarle el Pilar, la Virgen desapareció,
quedando en ese lugar desde entonces el milagroso Pilar. El Apóstol Santiago y
los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia
en aquel sitio y, antes de que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó
presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le
dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue
la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima, no solo en España,
sino en el mundo entero.
Tiempo
más tarde, el Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la
festividad particular de la Virgen del Pilar -aunque ya desde siglos antes, en
todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico, se
celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región cuando
todavía vivía en carne mortal- y por eso no fue por casualidad que el día 12 de
octubre de 1492, fecha en que se celebra a Nuestra Señora del Pilar, fuera
precisamente el día en el que las tres carabelas de España –La Pinta, La Niña y
Santa María-, al mando de Cristóbal Colón, avistaran las desconocidas tierras
de América: de esa manera, al coincidir la fecha de su festividad con el día
del descubrimiento del Continente Americano, la Virgen demostraba que era Ella,
bajo las órdenes de la Trinidad Santísima, quien estaba en el origen de la
gesta más grandiosa que nación alguna pueda llevar a cabo, esto es, el
Descubrimiento, la Conquista y la Evangelización del Continente Americano. Este
hecho motivó que la Virgen del Pilar fuera proclamada como Patrona de la
Hispanidad, constituyendo el mejor símbolo de unión, bajo la Cruz de Cristo,
entre las naciones del Viejo y del Nuevo continente. El 12 de octubre señala
entonces el inicio del fin del derramamiento de sangre por parte de los
caníbales paganos, al mismo tiempo que señala el inicio, para el Continente Americano,
del derramamiento de la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios, por medio de
la Santa Misa, cuya celebración se extendería desde ese entonces a todo el
Continente Americano.
Mensaje
espiritual de Nuestra Señora del Pilar.
Hay
tres rasgos particulares que caracterizan a Nuestra Señora del Pilar y la
distinguen de otras advocaciones marianas. El primero es que se trata, como
dijimos, no de una aparición, sino de una traslación o bilocación, puesto que
se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal,
antes de su Asunción gloriosa a los cielos. La segunda la constituye la Columna
o Pilar que la misma Señora trajo para que sobre él se construyera la primera
capilla que, de hecho, sería el primer templo mariano de toda la Cristiandad: además
de ser un símbolo de la firmeza de la fe católica recibida en el Bautismo
sacramental, la Columna o Pilar es un recordatorio de la Columna o Pilar en el
que Nuestro Señor fue azotado hasta quedar casi agonizante, por la atrocidad de
los dolores y por la cantidad de Sangre derramada, por esta razón, el peregrino
que llega hasta la Basílica en Zaragoza tiene la oportunidad de besar el Pilar,
tanto en recuerdo de la Sagrada Pasión del Salvador, como en agradecimiento por
el don de la fe católica recibida en el Bautismo; la tercera característica de
la devoción de Nuestra Señora del Pilar es la vinculación de la tradición pilarista
con la tradición jacobea (Santiago de Compostela); por ello, Zaragoza y
Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido los ejes fundamentales en
torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de España y es
esta espiritualidad, basada en la Santa Fe Católica, que cree firmemente que
Cristo es Dios y está en Persona en la Eucaristía y que la Virgen es Madre de
Dios, es esta espiritualidad católica española, la que llevó a España a
descubrir, conquistar y evangelizar el Continente Americano, llevando miles de
millones de almas a la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, sacando a estas
almas de las siniestras tinieblas del paganismo, del satanismo y del
canibalismo en el que estaban envueltas estas almas, obrando así España, bajo
la guía del Espíritu Santo, la gesta más grandiosa que jamás nación alguna de
la tierra haya realizado y que no se realizará jamás. Porque España fue un
instrumento sagrado y dócil en las manos de la Santísima Trinidad, es que
España, llevada por la fe católica simbolizada en el Pilar, dio centenares de
miles de misioneros, predicadores, evangelizadores, conquistadores y santos de
todo tipo, quienes evangelizaron este continente, sacándolo de las tinieblas
del paganismo e iluminándolos con la Luz Eterna, Cristo Dios. Por esta razón,
por haber recibido de España la Santa Fe Católica, simbolizada en el Pilar, no
solo no debemos jamás cometer la torpeza de pedir a España que se disculpe,
sino que le debemos una eterna acción de gracias, porque si no fuera por
España, que nos trajo la Santa Fe Católica, los americanos seríamos, no hijos
de Dios por la gracia bautismal, sino paganos, adoradores idólatras de la
tierra, de las estrellas y de las piedras. En el día de Nuestra Señora del
Pilar, decimos: “¡Santiago, y cierra España!”.
[2] La devoción del
pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y
desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del
Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como
“una antigua y piadosa creencia”. En 1438 se escribió un “Libro de Milagros”
atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción
hasta el punto de que, el rey Fernando el Católico dijo: “Creemos que ninguno
de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo
de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Santa y Purísima
Virgen y Madre de Dios, Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables
y continuos milagros”. La Basílica del Pilar, en Zaragoza, constituye en la
actualidad uno de los santuarios marianos más importantes del mundo y recibe continuas
peregrinaciones. Ante la Virgen han orado gentes de todas las razas, desde las
más humildes, hasta los reyes y gobernantes más poderosos, e incluso
pontífices. El grandioso templo neoclásico se levanta sobre el lugar de la
aparición, conservándose la Columna de piedra que la Virgen dejó como
testimonio, un Pilar que simboliza la idea de solidez del edificio-iglesia, el
conducto que une el Cielo y la Tierra, a María como puerta de la salvación. Su
fiesta se celebra con gran fasto en todas las naciones de habla hispana y
especialmente en la ciudad de Zaragoza, donde miles de personas venidas de todo
el mundo realizan una multitudinaria ofrenda floral a la Virgen.