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domingo, 11 de octubre de 2020

Nuestra Señora del Pilar y la gloriosa Conquista y Evangelización de América por España

 


          ¿Cuál es el origen de la devoción de la Virgen como “Nuestra Señora del Pilar”? El origen es el siguiente: según documentos del siglo XIII, el Apóstol Santiago, El Mayor, hermano de San Juan, viajó a España a predicar el evangelio (año 40 d.C.), y estando allí, una noche la Virgen María se le apareció en un pilar[1], sostenida y rodeada de ángeles y con una estatuilla de madera en las manos. Es decir, no se trató de una aparición, puesto que la Virgen aún no había sido asunta al Cielo en cuerpo y alma y todavía vivía en Jerusalén. Por lo tanto, se trató o de una traslación, o de una bi-locación de la Virgen.

          Sea una cosa o la otra, lo cierto es lo que nos cuenta la Tradición: que Santiago había llegado a Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, y una noche, estando en profunda oración junto a sus discípulos a orillas del río Ebro, la Santísima Virgen María se manifestó sobre un pilar, acompañada por un coro de ángeles.

Fue entonces cuando la Virgen le habló al Apóstol pidiéndole que se le edificase ahí una iglesia con el altar en derredor al pilar y expresó: “Este sitio permanecerá hasta el fin del mundo para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que imploren mi ayuda”. También se cree que la Virgen le dio al Apóstol una pequeña estatua de madera.

El lugar, ha sobrevivido a invasiones de diferentes pueblos y a la Guerra Civil española de 1936-1939, cuando tres bombas cayeron sobre el templo y no estallaron. Luego de la aparición, Santiago junto a sus discípulos comenzaron a construir una capilla en donde se encontraba la columna, dándole el nombre de “Santa María del Pilar”. Este fue el primer templo del mundo dedicado a la Virgen. Después de predicar en España, Santiago regresó a Jerusalén. Fue ejecutado por Herodes Agripas alrededor del año 44 d.C. siendo el primer apóstol mártir, luego de lo cual, sus discípulos tomaron su cuerpo y lo llevaron a España para su entierro. Siglos después el lugar fue encontrado y llamado Compostela (campo estrellado). A su vez, el primer santuario sobre la tumba de Santiago lo ordenaron construir el rey Alfonso II, El Casto de Asturias,  y el obispo Teodomiro en el siglo IX. Hoy se encuentra una magnífica catedral en sitio.

          Esto es en lo que se refiere al origen histórica de la devoción de Nuestra Señora del Pilar, pero además de la historia, la devoción tiene un significado sobrenatural y místico que no puede dejarse de lado, so pena de olvidar la esencia de la devoción.

          Gracias a esta traslación o bilocación de la Virgen, por medio de la cual entregó el pilar y la imagen de la Virgen al Apóstol Santiago, es que la nación ibérica, que luego sería España, se convirtió al catolicismo y gracias a que se convirtió al catolicismo, es que España, con los años, luego de vencer a los judíos y a los musulmanes, emprendió la más grande empresa jamás realizada por una nación en la tierra y es la Conquista y Evangelización de América. Gracias a esta empresa colosal y sobrehumana -si España no hubiera sido asistida por el Cielo no podría haber llevado a cabo la fabulosa obra de Conquista y Evangelización de América-, es que los pueblos indígenas que habitaban en América, no solo se vieron libres de la esclavitud humana y demoníaca a la que estaban sometidos -por ejemplo, los aztecas y los mayas hacían permanentes guerras para luego practicar el canibalismo y el sacrificio ritual humano a los dioses paganos, que en realidad eran demonios-, sino que recibieron un don inimaginable, el don de la fe católica, el don de la fe en el Hombre-Dios Jesucristo, Redentor de la humanidad y en su Madre, la Virgen, como en su Iglesia, la Iglesia Católica.

          Por todo esto, debemos dar gracias al Cielo, por el don de la devoción a Nuestra Señora del Pilar y por el don de la Conquista y Evangelización de América por parte de España, gracias a la cual millones de seres humanos se convirtieron no solo en parte del Imperio Español, sino ante todo en hijos adoptivos de Dios y herederos del Cielo. Y la mejor acción de gracias es la Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual fuimos liberados de nuestros tres grandes enemigos: el Demonio, la Muerte y el Pecado. Por habernos traídos la fe católica, sea por siempre bendita la Madre de Dios, Nuestra Señora del Pilar y sea bendita por siempre nuestra Madre Patria, España.

martes, 6 de octubre de 2020

Razones para rezar el Santo Rosario

 



         ¿Por qué rezar el Santo Rosario? Aquí, algunas razones para rezar el Santo Rosario, no un día, sino todos los días de nuestra vida.

         Porque es una oración creada por la Virgen en persona, ya que fue Ella quien le reveló el Santo Rosario a Santo Domingo de Guzmán, enseñándole a este santo a rezarlo.

         Porque la Virgen lo pide, tanto desde el momento en que se lo reveló a Santo Domingo de Guzmán, como en cada aparición suya, a lo largo y ancho del mundo.

         Porque por el Santo Rosario contemplamos los misterios de la vida de Jesús, desde el Anuncio de la Encarnación, hasta su Muerte y gloriosa Resurrección y Subida al cielo.

         Porque también contemplamos los misterios de la vida de la Virgen, puesto que la vida de la Madre está indisolublemente unida a la vida de su Hijo Jesucristo.

         Porque por el Santo Rosario no solo contemplamos los misterios de la vida de Jesús, sino que, en cierta medida, nos hacemos partícipes, por esta oración, de estos misterios divinos.

         Porque el tiempo que le dedicamos al Santo Rosario, es un tiempo que le dedicamos y damos a nuestra Madre del cielo, la Virgen, para que Ella modele nuestros corazones y los vaya configurando a imagen y semejanza de los Sagrados Corazones de Jesús y María.

         Porque es la oración que mejor prepara al alma para participar de la Gran Oración, la más grandiosa de todas las oraciones de la Iglesia, la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, la Santa Misa.

         Porque rezar el Santo Rosario implica rezar no desde nuestra soledad y nada, sino que es la Virgen en persona quien guía nuestra oración, lo cual significa que el Santo Rosario lo rezamos con María, en María y para María.

         Porque después de la Santa Misa y la Adoración Eucarística, el Santo Rosario es la Escalera que nos lleva en forma directa al cielo.

         Porque por el rezo del Santo Rosario le regalamos, a nuestra Madre del cielo, la Virgen, decenas de rosas espirituales –eso es lo que significa la palabra “Rosario”, corona de rosas- y eso es algo que agrada profundamente a María Santísima.

         Porque por el rezo del Santo Rosario pedimos por lo que necesitamos, tanto en el plano material como en el espiritual; además, por su rezo, la Virgen nos libra del Enemigo de las almas, el Demonio, ya que éste huye cobardemente al ser invocado el Dulce Nombre de María; por último, recibimos abundantes gracias espirituales.

         Porque por el Santo Rosario no sólo agradamos a nuestra Madre del cielo con las Avemarías, sino que honramos a Dios Padre en el rezo del Padrenuestro, glorificamos a la Trinidad con el Gloria y así nos unimos a la glorificación que de la Trinidad y del Cordero hacen constantemente los Ángeles del cielo.

         Porque por el rezo del Santo Rosario nos dirigimos a la Virgen, Mediadora de todas las gracias, que por esta oración nos alcanza las gracias necesarias para nuestra salvación eterna y la de nuestros seres queridos, además de que alcanzamos un refrigerio espiritual para las Benditas Almas del Purgatorio.

         Porque por el Santo Rosario no sólo recibimos las gracias para vivir las Bienaventuranzas del Evangelio, sino que disponemos nuestras almas para superar, con la gracia de Dios, el Juicio Particular y así luego ingresar en el Reino de los cielos.

         Éstas son, entonces, algunas de las razones para rezar el Santo Rosario, todos los días de nuestra vida terrena, hasta el último día de nuestro paso por la tierra.