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jueves, 26 de octubre de 2017

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya



Historia de la devoción.[1]

En el año 79 de la era cristiana ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya, ubicada en el sur de Italia. En esa ciudad, la aristocracia romana acudía para pasar tiempo de recreo y fue allí en donde fue sorprendida por la súbita destrucción, ocasionada por la lava del volcán, que cayó de improviso sobre toda la ciudad.
A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de esas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no se habrían de celebrar misas en la capilla, y descubrió además, con mucha pena, que muy pocos de los católicos seguían firmes en la fe. Es decir, muchos católicos, a pesar de haber sido bautizados y de haber recibido los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación, vivían en realidad como paganos, porque no se confesaban, no rezaban, no asistían a misa el día del precepto, el Domingo, y además rendían cultos a ídolos falsos. Esto suponía, como se dio cuenta el Beato, que muchas almas estaban en peligro de eterna condenación, porque quien no se confiesa no puede subsistir ante la tentación y cae en pecado mortal y quien muere en pecado mortal, se condena irremediablemente en el Infierno.
Confirmando sus temores, una noche, el Beato Longo vio en sueños a un amigo suyo que había fallecido años atrás; en el sueño le dijo: “Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. Es decir, a través de su amigo que se le apareció en sueños, la Virgen confirmaba lo que el Beato había presentido, que las almas estaban en peligro de eterna condenación, por eso es que su amigo le dice: “Salva a esta gente”, y salvarla, quería significar que no había que salvarlas de crisis existenciales, ni de crisis económicas, sino del verdadero peligro, frente al cual los más grandes peligros de la tierra son nada, y es el peligro de la eterna condenación. Pero en el mismo sueño, la Virgen le da al Beato el arma espiritual con la cual esas almas habrían de salvarse y era el Santo Rosario, por eso es que su amigo le dice en sueños: “Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. A partir de entonces, el Beato Bartolo Longo comenzó un gran apostolado en favor del Rosario, haciendo traer de Nápoles muchos Rosarios para repartir y difundiendo además el modo de rezarlo. Pero no solo se dedicó a propagar el Rosario, sino a construir el lugar en donde habría de ser rezado, y es así que el Beato inició la tarea de reparar la capilla y de construir el actual santuario. Allí empezó a acudir la gente para rezar el Rosario, cada vez en mayor número.
En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. La obra fue puesta sobre el altar del Templo, comenzando a obrar la sagrada imagen, desde entonces y hasta el día de hoy, innumerables milagros.
El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.

         Significado espiritual de la devoción.

         Por un lado, en la historia de Nuestra Señora de Pompeya vemos el amor de la Virgen por sus hijos, aún los más pecadores, aun los que más alejados están de Dios, porque Bartolo Longo era sacerdote satanista, estaba al servicio del Demonio, y aun así, la Virgen le concede la gracia del arrepentimiento, de la conversión y del regreso al Único y Verdadero Dios, Cristo Jesús, lo cual indica que no importa cuán alejado de Dios esté el alma, siempre la Virgen lo amará y lo buscará, como Madre amorosa que es, para conducirlo por el camino del arrepentimiento y del regreso a su Hijo Jesús. El satanismo, así como el esoterismo, el ocultismo, la brujería, la hechicería, son los pecados más graves de todos, porque el alma adora al Príncipe de las tinieblas, el Demonio, en vez de adorar a Dios Uno y Trino. El alma que practica estas cosas, cree que no le sucederá nada, pero no se da cuenta que está atrapada en las garras del Demonio, de las cuales es imposible escapar con las solas fuerzas humanas o angélicas. Solo Nuestro Señor Jesucristo y su Madre, María Santísima, pueden librarnos de las garras del Ángel caído, y de no mediar una intervención sobrenatural, el alma se condena irremediablemente. Esto es lo que sucede a quienes brindan culto supersticioso a ídolos demoníacos como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, porque detrás de estos ídolos se encuentra el Demonio en persona. La historia del Beato Bartolo Longo es un rayo de luz y de esperanza para quienes, habiéndose entregado de lleno a las prácticas del satanismo, del ocultismo, de la magia, de la brujería, de la superstición, pueden sin embargo escapar del dominio del Demonio, con tal de que respondan a la gracia de la conversión que concede la Virgen, Mediadora de todas las gracias. Pero no solo es rayo de esperanza para quienes se han entregado a estas prácticas oscuras, sino también para todo pecador, porque el centro de la devoción es el rezo del Santo Rosario y el Santo Rosario es un camino fácil y rápido para lograr el objetivo de esta vida, que es la santidad, porque por el Santo Rosario, la Virgen configura los corazones de quienes lo recitan, en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Entonces, como devotos de Nuestra Señora de Pompeya, propongámonos rezar el Santo Rosario, la oración que más le agrada a la Virgen y por la cual obtenemos la gracia de la conversión y de la configuración a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Nadie puede decirse verdadero devoto de Nuestra Señora de Pompeya, sino reza el Santo Rosario, todos los días de su vida.

        
        



[1] Cfr. http://www.corazones.org/maria/rosario_pompeya.htm

viernes, 13 de octubre de 2017

Nuestra Señora de Fátima y el milagro del sol


El día 13 de octubre de 1917, ante miles de peregrinos que llegaron a Fátima (Portugal), se produjo uno de los más asombrosos milagros jamás ocurridos en la naturaleza, el cual fue conocido como “el Milagro del sol”. El mismo fue observado por una multitud de setenta mil personas, de manera tal que la prensa, de explícita tendencia secular y masónica, no pudo argumentar nada en su contra y a pesar suyo y rindiéndose ante las evidencias, dejó por escrito, y como un documento histórico, lo sucedido en ese día. El milagro, que había sido anticipado por la Virgen, ocurrió en el contexto de sus apariciones en Fátima, las cuales habían comenzado meses antes; este milagro, precisamente, sería la prueba, dada por el cielo, de que las apariciones de la Virgen y el contenido de sus mensajes no eran el invento de tres niños, sino una maravillosa realidad sobrenatural y celestial.
Según los testigos presenciales –setenta mil personas entre niños, jóvenes, adultos y ancianos-, que habían acudido para rezar y estar presentes cuando la Virgen se les apareciera a los pastorcitos, vieron que, luego de una intensa lluvia, las nubes negras se corrieron para dar lugar al sol, el cual comenzó a moverse en el cielo de manera tal que parecía estar “danzando”, al tiempo que “lucía como un suave disco de plata”; luego, el sol tomó diferentes colores, comenzó a girar y a dirigirse en forma veloz hacia la tierra, de manera tan directa, que muchos de los espectadores se arrodillaron y comenzaron a rezar, creyendo que de un momento a otro habría de impactar contra la tierra.[1].
El periodista del diario portugués O Século, Avelino de Almeida, estimó entre los 30 mil a 40 mil personas, las presentes al momento del milagro, mientras que el profesor de ciencias naturales de la Universidad de Coimbra Joseph Garrett, que al igual que el periodista De Almeida estuvo en el lugar ese día, estimó el número de testigos en 100 mil; el promedio sería, entonces, de unas setenta mil personas. Es imposible atribuir, a setenta mil personas, una “histeria de masas” que les hiciera ver el mismo espectáculo a todas y cada una de las setenta mil personas, además de hacerles creer que el sol iba a estrellarse contra la tierra.
El milagro duró alrededor de tres minutos. Además del “Milagro del sol”, los pastorcitos dijeron haber visto imágenes de Jesús, la Virgen María y San José bendiciendo a la multitud. La Virgen se presentó como la Señora del Rosario.

Significado espiritual del milagro del sol.

Uno de los significados, explicado por la misma Virgen, es el de servir de prueba acerca de la veracidad de las apariciones de Fátima y, por lo tanto, de los mensajes dados en dichas apariciones, como por ejemplo: llamado a la penitencia, a la oración, sobre todo el Santo Rosario; pedir por la conversión de los pecadores y hacer sacrificios por ellos, ya que muchos se condenan en el Infierno porque “no hay quien rece” por su conversión; pedido de reparación por los “ultrajes, sacrilegios e indiferencias” con los cuales son continuamente ofendidos los Sacratísimos Corazones de Jesús y María; adoración a la Eucaristía; recepción de la Eucaristía con amor, piedad, fe y devoción.
Otro significado es el de confirmar una verdad enseñada por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia de todos los tiempos: la Virgen es Reina de cielos y tierra, y el hecho de que sea Ella quien haya movido el sol, es indicio de que Dios Trino la hace partícipe de su omnipotencia, lo cual explica también que sea Ella quien, por esta participación a la omnipotencia divina, aplaste la cabeza de la Serpiente Antigua con su pequeño pie de mujer.
Otro significado es confirmar lo que dice el Apocalipsis, que la Virgen es la “Mujer revestida de sol”, y aunque el sol no la reviste en la aparición, sí obedece dócilmente las órdenes de la Virgen, moviéndose en círculos, danzando, emitiendo luces de colores y, finalmente, dirigiéndose con toda velocidad hacia la tierra, deteniéndose en el momento exacto. La Virgen es la Mujer revestida de sol, desde el momento en que el Sol de justicia, Jesucristo, se encarna en sus entrañas, además de ser Ella la Inhabitada por el Espíritu Santo, quien la cubre con la gloria de Dios.
Por último, un significado está relacionado con la familia, porque los niños vieron a la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José: esto es especialmente importante en nuestros días, en los que la ideología de género pretende imponer modelos anti-naturales de familia, contrarios al designio original de Dios sobre la familia, formada por el papá-varón, la mamá-mujer y los hijos –naturales o adoptados-. Es una fuerte defensa del único modelo de familia querido por Dios para el hombre, al tiempo que se muestra a la Sagrada Familia como modelo a imitar por todas las familias cristianas.
Al recordar entonces el milagro del sol, recordemos que las apariciones de la Virgen en Fátima, lejos de ser un invento de unos niños, constituyen un severo llamado del cielo a la penitencia, a la oración, a la adoración y reparación eucarística y al sacrificio y rezo del Rosario pidiendo por la conversión de los pecadores, para que ninguna caiga en el Infierno, un Infierno que es real, dura para siempre, y está ocupado por una gran cantidad de ángeles caídos y de almas condenadas, que sufren la Ira de la Justicia Divina por toda la eternidad.

jueves, 12 de octubre de 2017

Memoria de Nuestra Señora del Pilar


Según una venerada tradición, la Virgen se manifestó en Zaragoza (España), acompañada y transportada por ángeles, sobre una columna o pilar, el cual dejó como signo visible de su presencia[1]. Esta tradición alcanzó el más alto grado de aprobación en cuanto a su origen sobrenatural, por parte del Magisterio de la Iglesia, por cuanto el Papa Clemente XII decretó su incorporación tanto en la Santa Misa como en el Oficio para toda España. Luego, el Papa Pío VII elevó la categoría litúrgica de esta tradición y finalmente el Papa Pío XII concedió a todas las naciones sudamericanas –que conforman Hispanoamérica- la posibilidad de celebrar la misma Misa que se celebraba en España. Cabe destacar que la incorporación en el Misal, en lo relativo a las apariciones o manifestaciones marianas, es el máximo reconocimiento –implícito y explícito- que el Magisterio de la Iglesia realiza, para pronunciarse a favor de dichas manifestaciones, con lo que el Magisterio afirma que la Virgen del Pilar no es una mera tradición piadosa, sino una maravillosa realidad celestial, acontecida en el tiempo y en la historia, y con un designio y un objetivo del todo especiales, determinados por el mismo cielo.
En el caso de la Virgen del Pilar, lo que lleva a considerar su origen sobrenatural, además del contenido de la manifestación en sí misma, es lo sucedido el mismo día en el que en España celebraban las alabanzas a la Virgen del Pilar: el día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colon avistaban las desconocidas tierras de América llevando la  fe católica a aquellas tierras en alas de “Santa María”, al otro lado del Atlántico, los devotos de la Virgen del Pilar cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza[2]. Es decir, mientras en España alababan a la Madre de Dios, en América era descubierto un continente que habría de ser evangelizado, civilizado y entregado a los pies de Jesucristo y quienes llevaban la Santa Fe católica al Nuevo Continente eran los misioneros y conquistadores españoles, llevados por Santa María, pero no la carabela, sino por la misma Madre de Dios, Santa María Virgen, en persona.
Un documento[3] del siglo IX cuenta así esta manifestación de la Virgen –que en realidad no es una aparición, sino una traslación de la Virgen, ya que la Santísima Virgen no había aun sido Asunta en cuerpo y alma a los cielos-:
         “Después de la Pasión y resurrección del salvador y de su ascensión al Cielo, la Virgen María quedó encomendada al apóstol San Juan. De ella recibieron los apóstoles el impulso para salir a anunciar el evangelio en todo el mundo. El apóstol Santiago, hermano de Juan e Hijo de Zebedeo, movido por el Espíritu Santo se dirigió a las provincias de España. Antes de partir besó las manos de la Virgen y pidió su bendición. Ella lo despidió con estas palabras: “Ve, hijo, cumple el mandato del Maestro y por Él te ruego que en aquella ciudad de España en que mayor número de hombres conviertas a la fe, edifiques una Iglesia en mi memoria, como yo te lo mostraré”. Saliendo de Jerusalén, Santiago llegó a España y pasando por Asturias llegó a la ciudad de Oviedo, donde sólo pudo bautizar a un hombre. Luego, entrando por Galicia, predicó en la ciudad de Padrón. De allí volviendo por Castilla se dirigió a Aragón, donde se encuentra Zaragoza, a orillas del Ebro. En esta ciudad, luego de predicar muchos días, bautizó a ocho varones con quienes conversaba durante el día del reino de Dios. Por la noche, solo y descorazonado, se encamina por la ribera del río para descansar y orar en silencio. Durante la oración, una de esas noches oyó voces de ángeles que cantaban: “Ave María llena de gracia...”. Al oírlos se postró de rodillas y vio sobre un pilar de mármol a la Virgen que le decía: “He aquí, Santiago, el lugar donde edificarás un templo en mi memoria. Mira bien este pilar en que estoy, al que mi Hijo y Maestro tuyo trajo de lo alto por mano de los ángeles. Alrededor de él harás el altar de la capilla, en este lugar obrará la virtud del altísimo portentos y maravillas por mi intercesión por aquellos que, en sus necesidades imploren mi patrocinio. Este pilar permanecerá en este sitio hasta el fin del mundo y nunca faltarán en esta ciudad verdaderos cristianos”. Confortado por esta presencia de María, edificó un templo. Es la primera iglesia del mundo dedicada a la Virgen”.
Las palabras de este escrito que recogen una tradición oral y constituyen el documento más antiguo de esta tradición española.
Existen tres rasgos particulares que caracterizan a la Virgen del Pilar: en primer lugar, como dijimos anteriormente, se trata en realidad de una “traslación” y no de una aparición mariana propiamente dicha, pues cuando sucedió, la Madre de Dios aún no había sido Asunta en cuerpo y alma glorificados al cielo. Es por eso que, en realidad, se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal. Esta “Venida” extraordinaria de la Virgen, por mandato de su Hijo Jesús, es el cumplimiento cabal de la Escritura, que  se comporta de esta manera con España, como con ninguna otra nación de la tierra: “Con ninguna nación hizo cosa semejante”, dice la Escritura, y también cantará con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen.
El otro hecho que la caracteriza es la Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que, sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad. Además, este pilar es de origen celestial, no hecho por manos humanas, tal como lo dicen las mismas palabras atribuidas a la Virgen: “Mira bien este pilar en que estoy, al que mi Hijo y Maestro tuyo trajo de lo alto por mano de los ángeles”.
Un último elemento que caracteriza a esta devoción, y sobre la cual girará durante siglos la espiritualidad de la Madre Patria España y también de “las Provincias Ultramarinas de España” –las naciones hispanoamericanas- es la estrecha e indisoluble unión entre Santiago y el Pilar de la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza. Es decir, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española (comprendida España y sus Provincias de Ultramar, Hispanoamérica).
El pilar simboliza firmeza, sostén, y es el significado espiritual último dado por la Virgen misma: el Pilar simboliza la firmeza y la incolumidad de la Fe católica “hasta el fin del mundo”, asegurando así la pervivencia de la Fe hasta el final, pues alrededor de la Virgen del Pilar se multiplicarán los hijos de la Iglesia y de España que a la Virgen acudan en pedido de auxilio celestial.
En estos tiempos, en los que los cimientos mismos de la Iglesia parecen conmoverse, pues se pretende cambiar desde los Mandamientos de Dios hasta los Sacramentos de la Iglesia, desacralizando los sacramentos de la Confesión, el Matrimonio y la Eucaristía y propiciando la ideología de género en el seno mismo de la Iglesia; en estos momentos, en los que la Fe de muchos católicos, se ha debilitado al extremo de parecer un remedo de la Fe Verdadera; en estos tiempos, en los que la Presencia real, verdadera y substancial de Jesús en la Eucaristía es negada; en estos tiempos, en los que la virginidad de María es cuestionada y negada públicamente por miembros de la Iglesia –por ejemplo, la herética monja dominica, Sor Lucía Caram-; en estos tiempos, en los que los niños y jóvenes, apenas recibidos los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación, en vez de iniciar una nueva vida en Cristo, inician una vida de apóstatas, pues abandonan inmediatamente la Iglesia; en estos tiempos, en los que “el humo de Satanás” ha ingresado en la Iglesia, oscureciéndolo todo y sumiendo todo en la más penosa confusión, son más actuales que nunca las palabras de la Virgen, acerca de que “nunca falten verdaderos cristianos”, que posean una Fe firme, tan firme como el Pilar de María  Santísima[4].








[1] http://www.liturgiadelashoras.com.ar/
[2] El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico , se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.
[4] Algunos Milagros de la Virgen. En 1438 se escribió un Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el católico dijo: "creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Santa y Purísima Virgen y Madre de Dios, Santa María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros". El Gran milagro del Cojo de Calanda (1640) Se trata de un hombre a quien le amputaron una pierna. Un día años mas tarde, mientras soñaba que visitaba la basílica de la Virgen del Pilar, la pierna volvió a su sitio. Era la misma pierna que había perdido. Miles de personas fueron testigos y en la pared derecha de la basílica hay un cuadro recordando este milagro.

sábado, 7 de octubre de 2017

Memoria de Nuestra Señora del Rosario


La Virgen entregando el Rosario a Santo Domingo
(Murillo)

Esta conmemoración fue instituida por el Papa San Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla naval de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la Encarnación, la Pasión y la gloria de la Resurrección del Hijo de Dios[1].
En la Memoria de la Santísima Virgen María del Rosario, se pide la ayuda de la Santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquella que participó espiritual y  místicamente del Misterio Pascual del Hombre-Dios Jesucristo[2].
Por lo tanto, es un día ideal para rezar el Rosario y para recordar su origen, en qué consiste su rezo y cuál es el inmenso beneficio espiritual que su rezo comporta. El Rosario es una serie de ciento cincuenta Avemarías repartidas en decenas; cada una de las cuales comienza por un Padrenuestro y termina con un Gloria. Al recitarlo, los fieles honran a Cristo y a su Santísima Madre y meditan sobre los quince principales misterios de la vida de ambos, de suerte que el rosario es una especie de resumen del Evangelio, un recuerdo de la vida, los sufrimientos y la glorificación del Señor y una síntesis de su obra redentora. Si se sigue la propuesta del papa Juan Pablo II, se debe agregar a estos quince los cinco “misterios de la luz”, que añade al conjunto cinco aspectos “sacramentales” (el bautismo de Jesús, las Bodas de Caná, la proclamación del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía). El cristiano debería tener siempre presente esos misterios, rendir a Dios un homenaje de amor perpetuo, alabarle por cuánto sufrió por él, y regular su vida y moldear su alma con la meditación de los misterios del rosario. Precisamente ese rezo es un método fácil y adaptable a toda clase de personas, aun a las menos instruidas, y una excelente manera de ejercitar los actos más sublimes de fe y contemplación. Todo el Evangelio está contenido en el Padrenuestro, la oración que el Señor nos enseñó, y quienes lo han penetrado a fondo no pueden cansarse de repetirlo; en cuanto al Avemaría, toda ella está centrada en el misterio de la Encarnación y es la oración más apropiada para honrar dicho misterio. Aunque en el Avemaría hablamos directamente a la Santísima Virgen e invocamos su intercesión, esa oración es sobre todo una alabanza y una acción de gracias a su Hijo por la infinita misericordia que nos mostró al encarnarse.
San Pío V ordenó en 1572 que se conmemorase anualmente a Nuestra Señora de las Victorias para obtener la misericordia de Dios sobre su Iglesia, para agradecerle sus innumerables beneficios y, en particular, para darle gracias por haber salvado a la cristiandad del dominio de los turcos en la victoria de Lepanto (1571). Aquel triunfo fue una especie de respuesta directa del cielo a las oraciones y procesiones del rosario, organizadas por las cofradías de Roma, en el momento en que se libraba la batalla. Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de octubre (día en que se había ganado la batalla). El 5 de agosto de 1716, día de la fiesta de la dedicación de Santa María la Mayor, los cristianos, mandados por el príncipe Eugenio, infligieron otra importante derrota a los turcos en Peterwardein de Hungría. Con ese motivo, el Papa Clemente XI extendió a toda la Iglesia de Occidente la fiesta del Santo Rosario. Actualmente se celebra el 7 de octubre, día en que se ganó la batalla de Lepanto; pero los dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.
Según la tradición dominicana, ratificada por muchos Pontífices, santo Domingo fue quien dio al rosario su forma actual, cuando obedeció al pie de la letra las instrucciones que le dio la Santísima Virgen en una visión. Es posible que no exista ninguna tradición de este tipo que haya sido más violentamente atacada ni más apasionadamente defendida. La verdad de aquel suceso fue puesta en duda por primera vez hace dos siglos y, desde entonces, la controversia se ha entablado una y otra vez. Ya se sabe que el uso de objetos similares al rosario para ayudar a la memoria a llevar la cuenta es muy antiguo y anterior a la época de santo Domingo. Por no citar más que un ejemplo, los monjes de Oriente emplean una especie de rosario de cien cuentas o perlas dispuestas de modo muy diferente al nuestro y que no tiene nada que ver con el que nosotros rezamos. Por otra parte, está fuera de duda que en el siglo XIII se acostumbraba ya en todo el Occidente repetir cierto número de padrenuestros o avemarías (con frecuencia 150, que es el número de los salmos) y llevar la cuenta por medio de sartas de cuentecillas. La famosa Lady Godiva, de Coventry, que murió hacia 1075, legó a cierta estatua de Nuestra Señora “el collar de piedras preciosas que había mandado ensartar en un cordón para poder contar exactamente sus oraciones” (Guillermo de Melmesbury). Está prácticamente probado que dichos collares se usaban para rezar padrenuestros; por ello, en el siglo XIII y durante toda la Edad Media, se llamaban “paternosters”, y se daba el nombre de “paternostreros” a quienes los fabricaban. Un sabio obispo dominico, Tomás Esser, afirmaba que la costumbre de meditar durante la recitación de las Avemarías había sido introducida por ciertos cartujos en el siglo XIV. Por otra parte, ninguna de las historias del rosario anteriores al siglo XV hace mención de Santo Domingo y, durante los dos siglos siguientes, ni siquiera los dominicos estaban de acuerdo en la manera de definir el papel desempeñado por el santo fundador. Ninguna de sus biografías primitivas habla del rosario y los primeros documentos de la orden, aun los que se refirieron a los métodos de oración, tampoco lo mencionan. Además, la iconografía dominicana, desde los frescos de Fra Angélico hasta la suntuosa tumba de Santo Domingo en Bolonia (terminada en 1532), no ofrece vestigios del rosario.
En vista de los hechos que acabamos de enumerar, la opinión actual sobre el origen del rosario es muy diferente de la que prevalecía en el siglo XVI. Dom Luis Gougaud escribía en 1922 que “los diferentes elementos que componen la devoción católica conocida ordinariamente con el nombre de rosario, son el producto de un desarrollo gradual y prolongado, de una evolución que comenzó antes de la época de santo Domingo, continuó sin que el santo influyese en ella y tomó su forma definitiva varios siglos después de su muerte”. El P. Gettino, O.P., opina que Santo Domingo puede considerarse como el creador de la devoción del rosario, porque popularizó la práctica de rezar una serie de avemarías, aunque no fijó su número ni determinó la inserción de los padrenuestros. Por su parte, el P. Beda Jarret, O.P., afirma enfáticamente que el rosario inventado por santo Domingo no era, propiamente hablando, “una devoción o fórmula de oración sino un método de predicación”.
Pero, aunque tal vez haya que abandonar la idea de que santo Domingo inventó y propagó la devoción del rosario, no por ello deja ésta de estar íntimamente relacionada con los dominicos, ya que fueron ellos quienes le dieron la forma que tiene actualmente y durante varios siglos la han predicado en todo el mundo. Ello ha sido una fuente de bendiciones para innumerables almas y ha producido una corriente incesante de oraciones que se elevan a Dios. No hay cristiano, por simple e iletrado que sea, que no pueda rezar el rosario. Y dicha devoción puede ser el vehículo de la más alta contemplación y de la oración más sencilla. El rosario, que es una oración privada, sólo cede en dignidad a los salmos y a la oración litúrgica, la oración que la Iglesia, en cuanto tal, eleva a Dios todopoderoso y a su enviado Jesucristo. Todo cristiano está familiarizado con la idea de que, siendo el rosario una verdadera fuente de gracias, es muy natural que la Iglesia le consagre una fiesta[3].
Personalmente, nos inclinamos por la Tradición que afirma que fue la Santísima Virgen quien se le apareció a Santo Domingo, mientras predicaba en tierra albigense, y le dio y enseñó a recitar el Santo Rosario como “arma espiritual” con la que habría de derrotar a los enemigos de las almas, los ángeles caídos, además de conseguir enormes frutos de conversión entre las almas, lo cual efectivamente sucedió luego de esta aparición de la Virgen a Santo Domingo[4]. Además, sobre esta aparición a Santo Domingo, se fundamenta una nueva aparición de la Virgen, a otro dominico, esta vez el Beato Alano de la Roche, a quien la Virgen le enumeró los quince beneficios espirituales que Ella otorgaría a los devotos del Santo Rosario[5].
Sin embargo, el tesoro espiritual del Santo Rosario no radica en ser meramente un recuerdo piadoso del misterio pascual del Señor Jesús, además de una oración de veneración a su Santísima Madre, la Virgen María: al rezar el Santo Rosario, desde y en el Corazón Inmaculado de María, se pide a la Virgen de contemplar los misterios de la vida de su Hijo Jesús, de manera tal de unirnos, mística y espiritualmente, a ellos; además, se pide a la Virgen que, durante el rezo del Santo Rosario, sea Ella, la Medianera de todas las gracias, que modele nuestros corazones a imagen y semejanza de los Sagrados Corazones de Jesús y María.
El rezo del Santo Rosario es tanto o más necesario en nuestros días que en los días de Santo Domingo, pues si bien el santo predicó en tierras francesas, infectadas por la herejía albigense, en nuestros días, las herejías se han multiplicado por toda la tierra y, lo que es peor y más grave aún, en el seno mismo de la Santa Iglesia Católica, de manera tal que los herejes y cismáticos pretenden cambiar los Sacramentos y, en el colmo de su osadía diabólica, hasta los Mandamientos mismos de Dios. Además, no solo abundan los enemigos internos dentro de la Iglesia que, a imitación de Judas Iscariote, tratan de demolerla desde sus cimientos: al igual que en la Batalla de Lepanto y en las otras batallas contra los musulmanes, ganadas gracias a la intervención celestial de María Santísima, también en nuestros días, los musulmanes, por medio de sectas islámicas fundamentalistas, como el ISIS, Boko Haram, Al Qaeda y muchas otras más, buscan atacar y destruir a la Iglesia materialmente, quemando sus edificios, destruyendo las imágenes sagradas, persiguiendo y asesinando cristianos, cometiendo verdaderos genocidios, no solo en Medio Oriente, sino en todo lugar del mundo, principalmente en donde el islamismo está más arraigado. Por esta razón, es más necesario que nunca, el rezo del Santo Rosario, para que la Madre de Dios, Victoriosa vencedora junto a su Hijo Jesús, nos obtenga de Él el triunfo sobre los enemigos internos y externos de la Iglesia. El tercer motivo por el cual debemos rezar el Rosario hasta el último día de nuestras vidas, es que no solo es una alabanza al Padre –con el Padrenuestro-, una glorificación a la Santísima Trinidad –con el Gloria- y un acto de amor filial y devoción mariana –con el rezo de las Avemarías de cada misterio-, sino que por el Rosario, la Virgen nos hace participar, místicamente, de los misterios de la vida de su Hijo Jesús, a la par que configura nuestros pobres corazones, por medio de la gracia, a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Por último, el alma que reza el Rosario, se hace destinataria de la Misericordia Divina, siendo receptora de los inmensos beneficios espirituales concedidos por la Madre de Dios a los devotos del Santo Rosario, tal como se lo anunciara al Beato Alano de la Roche. Por todos estos motivos, no dejemos de rezar el Santo Rosario, día y noche, todos los días de nuestra vida terrena, hasta el día en que, por el Amor Misericordioso del Sagrado Corazón, y de la mano de Nuestra Madre del Cielo, la Virgen del Rosario, entremos en la feliz eternidad.



[3] Acerca del origen de esta fiesta, véase Benedicto XIV, De festis, lib. II, c. 12, n. 16; y Esser, Unseres Lieben Frauen Rosenkranz, 354. Los argumentos que se oponen a la atribución de la institución del rosario a Santo Domingo pueden verse por extenso en Acta Sanctorum, agosto, vol. I, pp. 422 ss; en The Month, oct. 1900 y abril 1901; el P. Thurston, autor de dichos artículos, los resumió en Catholic Encyclopedia (lamentablemente, no hay vesión castellana de este artículo). Naturalmente no faltan autores que reivindiquen para Santo Domingo la gloria de haber inventado el rosario, por ejemplo, P. W. Lescher, O.P., St Dominic and the Rosary (1902). Sobre el rosario en los documentos de los últimos pontífices, pueden verse la encíclica “Grata Recordatio”, de Juan XXIII, la exhortación apostólica “Marialis Cultus”, de Pablo VI, o la carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae” de Juan Pablo II, en la que propone los cinco misterios de luz que mencionábamos más arriba; cfr. artículo del Butler-Guinea con modificaciones.
[5] Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del Beato Alano:

1. Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

3. El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías.

4. El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.

5. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.

6. El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna.

7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.

8. Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.

9. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.

10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.

11. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.

12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

13. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.

14. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.

15. La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.