En el ícono de la Virgen del Perpetuo Socorro se ve la imagen de la Virgen, que sostiene en brazos a su Hijo Jesús; la Virgen mira hacia adelante; hacia, el fondo, se ven las iniciales, en letras griegas, que significan “Madre de Dios”; hacia arriba, y rodeando por ambos lados a la Virgen y el Niño, hay dos ángeles, que traen en sus manos la cruz, los clavos, la corona de espinas; el Niño, que está en brazos de María, gira repentinamente su cabeza y mira hacia arriba y hacia su izquierda, hacia el lugar en donde se encuentra uno de los ángeles, que le muestra los instrumentos de la Pasión; a causa de esta visión sorpresiva, el Niño, que está calzado con sandalias, gira, y en su giro, se desata una de sus sandalias, la cual queda suspendida en el aire, casi fuera del pie; hacia el otro costado de la Virgen, y hacia arriba, se ve a otro ángel, que sostiene también entre sus brazos otros instrumentos de la Pasión.
La Virgen del Perpetuo Socorro ayuda al Niño Jesús, que se estremece por la visión de los instrumentos de su muerte, traídos por los ángeles. Los ángeles muestran al Niño la cruz, los clavos, la corona de espinas, la lanza, y el Niño, que está tranquilo en los brazos de su Madre, siente temor ante la muerte en cruz, y en su temor, se mueve, y al moverse, su sandalia se sale de su pie. La Virgen lo sostiene firme en sus brazos; la Virgen sostiene en sus brazos a Dios hecho Niño, y con su amor maternal lo consuela y le da fuerzas.
La Virgen socorre a su Niño ante el peligro de muerte, y es por eso que el ícono toma el nombre de “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”.
Pero el auxilio de María no se limita a un ícono; no es sólo una imagen, sino que es un ícono que refleja la realidad, porque es en la realidad del misterio pascual de Jesús, en donde María socorre a su Hijo: socorre a su Hijo en la huida a Egipto, huyendo al exilio porque los hombres quieren matar a su Hijo, y lo socorre llevándolo en sus brazos; socorre a su Hijo en el Apocalipsis, cuando María huye, con su Hijo en sus brazos, al desierto, para evitar que el dragón, que había caído a la tierra desde el cielo, mate a su Hijo Jesús; la Virgen socorre a su Hijo con su mirada en la Vía Dolorosa, cuando su Hijo cae con la cruz a cuestas, camino del patíbulo; lo socorre con su amor maternal, cuando su Hijo agoniza en la cruz.
María socorre a su Hijo Jesús a lo largo de todo el misterio pascual, pero es en la cruz en donde se ve el mayor desamparo de Jesús, y es en la cruz en donde Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se muestra en toda su grandeza como Madre amorosa que auxilia a su Hijo. Aunque sostiene a su Hijo en sus brazos, como en el ícono, así lo sostiene, con algo más fuerte que sus brazos, y es su amor maternal, al amor de la Madre de Dios.
La cruz del Calvario, en donde María socorre a su Hijo que agoniza, es la continuación y prolongación del ícono; la cruz del Calvario es un ícono que tiene similitudes y diferencias con el ícono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro: las similitudes, la Presencia de María Santísima en ambos íconos, y en ambos socorre a su Hijo; las diferencias, que en la cruz se consuma lo que se prefigura en el ícono.
En la cruz, a diferencia de lo que sucede en el ícono, no son ya los ángeles quienes muestran a Jesús los instrumentos de su muerte; son los hombres, movidos por el odio deicida, quienes además de mostrar a Jesús los instrumentos de muerte, el leño, los clavos, la corona de espinas, la lanza, ahora los usan contra Jesús, quitándole la vida.
En la cruz, no se sale de sus pies la sandalia, como en el ícono; porque le han sido quitadas sus sandalias, y al puesto de las sandalias, tiene ahora dos grandes clavos de hierro que clavan sus pies al madero.
En el ícono de la Virgen del Perpetuo socorro, la Virgen sostiene en brazos a su Niño, que se estremece ante los instrumentos de su muerte; en la cruz, su Hijo está muriendo porque esos instrumentos de muerte ya están obrando sobre Él, y la Virgen lo sostiene, más que con sus brazos, con su amor maternal, que es más fuerte que sus brazos.
En el ícono, María sostiene entre sus brazos el cuerpo vivo de su Niño; en la cruz, sostiene entre sus brazos el cuerpo muerto de su Hijo, al ser descendido de la cruz.
En el ícono, aparece el nombre de María Santísima, como “Madre de Dios”, para recordarnos que esa Mujer que sostiene en brazos a un Niño que se asusta ante la cruz, es la Madre de Dios Hijo.
En el Calvario, María es la Madre de Dios que con su amor sostiene hasta el fin a su Hijo Jesús, quien gracias al amor de la Madre lleva hasta el extremo el sacrificio de la cruz.
A Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que auxilió al Hijo de Dios a lo largo de toda su vida terrena, desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, a Ella le pedimos que también a nosotros nos auxilie en las tribulaciones de la vida, y nos sostenga con su amor maternal hasta el fin.