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viernes, 13 de agosto de 2010

Oremos con el icono de la Madre de Dios "Alegría inesperada"


La historia del icono

Este icono, llamado “Alegría inesperada”, fue protagonista del siguiente milagro, narrado en la obra Herida abierta, de San Dimitry. Un hombre tenía el hábito de recitar como oración las palabras del Angel Gabriel en su saludo a la Virgen: “Dios te Salve, Tú que has sido favorecida grandemente, el Señor está contigo”. Un día, habiendo decidido cometer un pecado, recitó la oración como de costumbre a la Madre de Dios e inmediatamente vio que la Virgen María y el Niño aparecían vivos en el icono. Además, vio cómo comenzaban a surgir en el Niño las heridas de la Pasión, las cuales comenzaron a abrirse y a manar sangre. Atemorizado por el prodigio, y apenado por lo que le pasaba al Niño, el hombre dijo: “Oh, Virgen, ¿quién hizo esto?” Y Ella le respondió: “Tú y otros pecadores, a causa de vuestros pecados están crucificando una vez más a mi Hijo”. El hombre se arrepintió e imploró a la Virgen misericordia y perdón por los pecados. La Madre de Dios a su vez imploró a su Hijo por tres veces para que lo perdonara. Finalmente, Jesús escuchó los pedidos de su Madre, pero le dijo al pecador que besara sus heridas. Este obedeció el pedido de Jesús, besó sus heridas y fue perdonado.

Significado de la historia y materia para la oración

Hay mucha materia en este icono y en su milagro, con el cual podemos orar: el hombre que reza pero que sin embargo decide pecar es una figura del bautizado y del devoto de María — no reza a la Madre de Dios alguien que no tiene fe—, que, no obstante la devoción, lo mismo peca; las heridas que surgen en el Niño se deben a nuestros pecados, y es así como podemos meditar acerca de la maldad de nuestras faltas y sobre cómo éstas hieren verdaderamente a Jesús; también podemos meditar acerca de la mediación de la Virgen, Omnipotencia Suplicante, pues es Ella quien reza a su Hijo por tres veces, indicando insistencia en la súplica, y es Ella quien obtiene el perdón, indicando el poder de su súplica ante su Hijo Dios; y podemos meditar también en el sacramento del perdón, figurado en el arrepentimiento del hombre que había decidido pecar, y en el hecho de pedir perdón a Jesús.

Nuestros pecados crucifican nuevamente a Jesús

Algo que podemos considerar a través del milagro del icono es la realidad y la maldad de nuestros pecados, que inciden, misteriosamente, sobre la Humanidad santísima de Jesús, haciendo aparecer en su cuerpo los golpes, los hematomas, y haciendo abrir sus heridas, de las cuales brota su divina sangre, así como brotó en la Pasión. Las heridas abiertas y sangrantes del milagro del icono nos hacen ver la realidad de la maldad extrema de nuestros pecados que consiste en que por ellos abofeteo una y otra vez, hasta hacerlo sangrar, el rostro santo de Jesús, así como sangró el rostro del Niño en el icono cuando el que le rezaba a la Madre de Dios decidió pecar.

Por medio de este milagro, vemos cómo nuestros pecados vuelven a crucificar, una y otra vez, a Jesús y reabren sus heridas; vemos cómo la Madre de Dios intercede por nosotros ante su Hijo; vemos cómo es cierto su Nombre, el de Omnipotencia Suplicante, ya que lo que Ella pide al Hijo, El se lo concede; vemos cómo las heridas de Jesús nos granjean el perdón de los pecados; vemos cómo el recurrir a la Madre de Dios es garantía de salvación.

El milagro del icono nos introduce en el Misterio de Cristo: aun cuando Cristo ya cumplió su Misterio pascual, su Muerte y su Resurrección —esto es, padeció y murió en la cruz, resucitó y subió a los cielos—, continúa, y continuará, hasta el fin de los tiempos, su Pasión redentora.

Por otra parte, el hecho de que en el icono María se encuentre al lado de su Hijo, y el hecho de que las heridas del Niño se abran estando en los brazos de la Madre, nos hablan de otro aspecto del misterio, y es el de María como Aquella que acompaña al Redentor en su obra de redención, sufriendo mística y misteriosamente con El toda la Pasión. Es por María por quien no solo recordamos piadosamente su Pasión, si no también por Ella esa Pasión se nos hace viva y presente, recordándonos cuánto sufrió por nuestro amor su Hijo Jesús.

La figura del sacramento de la Confesión

El milagro del icono es figura también de la Confesión sacramental y por lo tanto de la Divina Misericordia, que se manifiesta a través del sacramento de la Reconciliación: así como el hombre se acerca a la Madre Virgen y le pide perdón, así el pecador se acerca a la Madre Iglesia y pide perdón a Jesús en este sacramento, y de la misma manera como la Madre implora en el milagro del icono el perdón a su Hijo, así implora el perdón para el pecador en la Iglesia, y su Hijo lo perdona en la Confesión.

Recordando cómo nuestros pecados reavivan las heridas del Señor Jesús en la Pasión, así como abrieron las heridas del Niño en el icono, que el fruto de la meditación con este sagrado icono sea ni siquiera deliberar en cometer el más mínimo pecado venial.